El hasta ahora proyecto más caro de la filmografía de Woody Allen llegó a nuestras tierras poco después de los terroríficos atentados del 11-S, en un momento más bien poco propicio para las comedias en el país americano, y mucho menos para las que estuvieran ambientadas en la afectada Nueva York.
Sin embargo, en las ruedas de prensa ofrecidas en Barcelona allá por octubre del 2011, Allen mostró una envidiable serenidad al hablar de tan reciente desastre, reflexionando que de todo se puede hacer comedia, con sus dosis de respeto y prudencia por supuesto, pero convencido de que -de la tragedia a la comedia lo único que hace falta es tiempo-, frase que en mi opinión, es muy cierta.
En su concienzuda idea de rodar una película por año, Woody a veces comete el error de dejarse llevar por su propia inercia, apoyándose en fórmulas que controla bien, pero sin arriesgarse fílmicamente hablando. Eso quizás es lo que más llama la atención de esta "La Maldición del escorpión de Jade", que aún siendo sin duda un film divertido e ingenioso como la mayoría de sus comedias, no consigue situarse entre las mejores obras de su autor, dejando bien claro que el presupuesto no es nunca clave para la calidad final de un film.
Woody nos sitúa aquí en 1940, en una cochambrosa compañía de seguros neoyorkina donde C.W. Briggs (encarnado por el propio Allen) realiza las tareas de investigador interno con un gran olfato para esclarecer los casos, siendo merecidamente considerado por muchos como el mejor en su puesto. La reciente llegada de Betty Ann Fitzgerald (Helen Hunt), una experta en optimizar recursos empresariales, complicará radicalmente las cosas, pues su relación no se sostendrá por ningún sitio pese a los singulares esfuerzos del irónico detective por suavizar sus diferencias. Briggs se siente incómodamente amenazado por la implacable ejecutiva y su nuevo plan de trabajo, que planea deshacer su departamento para así escatimar gastos.
En el transcurso de una celebración entre compañeros de oficina, Betty Ann y Briggs serán hipnotizados por un misterioso mago que les convencerá de que están profundamente enamorados entre sí, provocando las carcajadas en el público y en sus compañeros de empresa. Lo que no se esperan es que días más tarde, el mismo mago usará los todavía vigentes efectos de su hipnosis (al escuchar la palabra Constantinopla caerá de nuevo en un profundo estado hipnótico) para que C.W. cometa un par de robos aprovechando su experiencia y habilidad.
Así pues, el enclenque sabueso (lo podríamos definir como una cómica caricaturización de su adorado Humphrey Bogart) comenzará una investigación contra el ladrón más insólito de su carrera.....sí mismo.
Lo más destacado de la película en mi opinión es esa atmósfera nostálgica que la envuelve (que sin ser una maravilla de estilización, consigue transportarnos a una época pasada con dignísima elegancia), sus simpáticas composiciones musicales y sus tan ingeniosos como punzantes diálogos, sobre todo por el personaje de C.W, que se reserva los mejores momentos de la función.
Carece de profundidad actoral porque la ocasión no lo exigía, pero nadie desentona en el conjunto pese a lo desubicado que pueda sentirse el propio Woody Allen (según el cineasta, al no encontrar a nadie para el papel, lo tuvo que afrontar él mismo, considerándolo luego como un fallo garrafal).
Helen Hunt, Dan Aykroyd, Charlize Theron o Elizabeth Berkley son las caras más conocidas de la cinta, que naufraga sobre todo en su pareja protagonista (Hunt y Allen), inverosímil e imposible como pocas, y que deja demasiado visibles las costuras de la imprecisión de cásting (ni como broma pegan estos dos).
Allen compone su personaje como de costumbre, con la típica incontinencia verbal neurótica y ese desmesurado lenguaje gestual que le caracterizan, como si estuviera constantemente excusándose de todo. En esta ocasión, incluso le escucharemos algunas joyitas hacia las mujeres como que "todas se parecen bocabajo" o algunas más suaves, como que "me parecen un género estupendo, una variación muy agradable".
El juego cómico es tan valiente que incluso veremos como nuestro miope protagonista conquista a la estupenda Charlize Theron sin esfuerzo alguno, algo que ni la propia actriz se acaba de creer del todo, logrando una de las parejas más imposibles que el cine haya concebido jamás.
Grandes momentos como la conversación en el pub con la Fitzgerald, sus continuos enfrentamientos con el resto de investigadores o su primer encuentro con la Theron (con esa música de fondo) hacen que esta comedia sea uno de mis puntos débiles en la filmografía de Allen, pues entiendo que no alcanza el nivel de otras películas más laureadas y trabajadas, pero tiene la sana capacidad de ponerme de buen humor, y eso para mí, es tremendamente relevante.
Así pues, el trigésimo primer film del maestro Allen no es más que una comedia suave repleta de ironía y buenas intenciones que desilusionará al fan más purista del autor pero que brindará una pequeña oportunidad para acercarse al neófito de su obra, pues quizás sea la más digerible de todas ellas.
Por mi parte, debo confesar que siempre que decido verla de nuevo (este era mi cuarto visionado) consigue hacerme reír de igual forma, aunque una minúscula parte de mi se desencante en pequeñas dosis cada vez que la veo, como si se le agotara el encanto.
Los parones son necesarios, incluso de los hobbies hay que hacerlos de tanto en tanto y volver con energías renovadas...
ResponderEliminarA ver si vamos cogiendo carrerilla de cara a octubre...
Los dos protagonistas de esta película, presentan diálogos interesantes que te mantendrá cautivado. Es una historia, donde la hipnosis es el aspecto que va a desencadenar una serie de suceso llenos de drama, por cierto me recuerda un poco al estreno de HBO , la serie El Hipnotizador, pero regresando al filme , vaya que vale la pena verlo, la historia se disfruta en cada escena..
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