Esta cinta de Álex de la Iglesia (un director que aprecio y sigo) tiene todos y cada uno de esos componentes, y consigue transmitir miedo para después no poder dormir, como asegura su titulo. Vayamos a la historia, que esta vez nos traslada a una casa que recibe unos nuevos inquilinos, una pareja con un niño pequeño que empiezan una nueva vida hipotecados pero felices (ya quedan pocos de éstos) y que descubrirán que no están del todo solos ahí dentro.
Una serie de acontecimientos fantasmagóricos desharán por completo la bonita y perfecta relación y los desviará hacia comportamientos inestables e inseguridades de ambos, llegando a la locura (a veces, recuerda a Jack de El Resplandor). La idea original de las máquinas video-escuchadoras es genial, y el rápido desenlace, de agradecer. Nos ofrece momentos magníficos, y un suspense maestro, amén de sucesivas escenas que muestran más que enseñan, un golpe de efecto al terror ibérico, que pocas veces se ha visto tan en forma.
Se nota que Álex ha mamado mucho cine, porque se vislumbra un respeto y adoración por el género que consigue transmitir en casi todo el metraje, sin embargo podría haber sido mucho más espeluznante en general ,quedándose (adrede) en ligeramente terrorífica. A nivel interpretativo me gustó el trabajo de Javier Gutiérrez (el padre), que me había decepcionado mucho con su personaje en Torrente 3, pero ha vuelto a conquistarme. Leonor Watling, sin embargo, me transmite distancia e indiferencia hasta el momento, una pena, porque alguna actriz más sentida hubiese mejorado el ya de por sí estupendo resultado final.
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