La guerra de Vietnam sumió al pueblo americano en una época de frustración derrotista que afectó sensiblemente no sólo a los que consiguieron volver con vida tras combatir en aquél infierno tan adverso, sino en cierto modo a toda una nación, que vio como su Gobierno no era transparente con los acontecimientos que allí sucedieron. Las innumerables bajas (casi 60,000 muertos americanos) obviamente no han sido nunca del todo digeridas en los Estados Unidos, y de alguna manera necesitan redimirse con la ayuda de películas repletas de honrosas victorias y transmitiendo una y otra vez una sensación de justicia final con un irritante mensaje patriótico que tanto les reconforta a ellos pero que acaba por molestarnos en mayor o menor medida al resto.
El título que os sugiero hoy es un claro ejemplo de esa clase de cine, de una calaña concreta (belicismo testosterónico) que pobló los videoclubs en los años ochenta y que hoy en día, ya enteramente desfasados, tan sólo se pueden mirar desde una óptica nostálgica, recordando una época en la que Chuck Norris era el más "cool" del planeta, o al menos eso pensaba yo con apenas 10 años. Tras revisionarla hace pocos días, mi sensación cambió notablemente, aunque una parte de mi (maldita nostalgia) sigue pensando que formó parte de mi enseñanza cinéfila y frena mis instintos más críticos, aunque trataré de ser lo más justo posible en mi valoración adulta.
El coronel Braddock (como no, un Chuck Norris de acero) estuvo prisionero durante 8 meses en Vietnam, pero consiguió escapar. Siete años después, ya en Estados Unidos, aún tiene pesadillas de Guerra, secuelas imposibles de aliviar y sigue siendo incapaz de reconducir su vida tras pasar por aquél infernal campo de prisioneros. Convencido que aún quedan soldados americanos retenidos allí (la Guerra ya terminó), vuelve a la ciudad de Saigón (hoy llamada Ho Chi Minh, la ciudad más grande de Vietnam) en un viaje con representación gubernamental americana para recuperar a sus compatriotas, pero los militares Vietnamitas dicen no saber nada de esos campos y mucho menos de sus soldados.
Tras sonsacarle información bajo amenazas a un general enemigo, el coronel Braddock decide tomarse la justicia por su mano y viajar a Bangkok, donde se encontrará con su ex-compañero Tucker, que mientras tanto se divierte de lo lindo de prostíbulo en prostíbulo.
A su manera, consigue una lancha super blindada, montones de munición, un helicóptero de guerra y una embarcación lo suficientemente grande como para volver a Vietnam, a sacar a sus "muchachos" de allí, no sin encontrase con alguna que otra sorpresa.
A partir de ahí, pues lo que ya podéis ver en la portada, tiroteos, explosiones y bravuconadas varias del fortachón de pelo lacio y barba frondosa que satisfarán al impresionable amante de lo bélico pero que agonizará al pacifista más redomado.
Constituyó la primera colaboración entre la productora Cannon y el rudo Chuck Norris, con un enorme a la vez que incomprensible exitazo de taquilla, que provocaría dos secuelas más para colmo del cinéfilo. De hecho, las dos primeras entregas se filmaron seguidas (ya se sabe, abaratar gastos en suelo filipino, mismos actores, ahorro en los desplazamientos...) y tras verse el resultado, se optó por estrenar primero la segunda parte, que era mejor y mucho más interesante.
Fue así como esta "Desaparecido en Combate" vio la luz en primer lugar para luego estrenarse su secuela, recalentada como una precuela, debido a que narra el infierno vivido por Braddock en sus 8 meses de sufrimiento.
En el film, recuperan algunos flashbacks de aquélla en momentos concretos, se dan a entender viejas rencillas a través de perturbadoras miradas (terribles interpretaciones) y acaban por meter al espectador en un viaje cinematográfico con piloto automático, con un único trayecto posible, unirse a la terquedad intelectual del peludo karateka.
Entrar en su juego es fácil si estamos dispuestos a creernos su enfoque distorsionado. Los americanos representan aquí la justicia, el compañerismo y la inteligencia bélica. Por contra, los pueblos asiáticos sólo saben mentir, irse de putas o vivir como ratas (da igual que esté en Tailandia o Vietnam, todo es una cloaca de perdedores), por lo que una vez digerido este punto, podemos disfrutar sus hazañas como yo lo hice en su día.
Si bien es cierto que conserva un metraje entretenido y a veces incluso, estimulante, se pierde ella misma en un tumulto de despropósitos sin remedio. Una música de tonos mantenidos que provoca por igual suspense y desesperación al espectador, un concepto de la acción demasiado simplón y un guión que no destaca por su originalidad que se diga, convierten a esta cinta en un pasatiempos fílmico sin pretensión alguna y en verdadero ejemplo de lo que se ofrecía en las estanterías de los videoclubs de la época.
En medio de eternos forcejeos machotes y puñetazos por doquier, encontraremos algunas cámaras muy bien colocadas en según qué escenas (en persecuciones, cerca de los ríos o en el corazón de la jungla), denotando un sorprendente oficio en las maneras de algunos responsables y elevando la calidad del producto hasta hacerlo fácilmente consumible.
Su carácter comercial y rigurosamente patriótico necesitaba una cara conocida que representara el potencial americano, y ahí estaba el bueno de Norris. Con las mismas capacidades interpretativas que un bloque de hormigón y unas cuantas demostraciones marciales del rubio karateka, tan sólo hacían falta unas limitadas líneas de diálogo contundentes como esta:
- ¡No debió matar a esa pobre gente en Bangkok! (Chuck dirigiéndose a un entrometido militar vietnamita que lo quiere matar)
- La guerra no perdona, argumenta el asiático.
- ¡Sí, la guerra no perdona! sentencia Norris mientras lo acuchilla casi piadosamente.
No entraré en delatar las decenas de incongruencias presentes en el film (esa camisa de flores de Tucker mientras un Chuck Norris de 44 tacos va de camuflaje... ¡por favor!), pero cuesta creerse que las balas enemigas aquí no funcionen y malgasten sus energías tontamente, ya que serán tiroteados por los buenos a la primera de cambio y caerán desde torres bien altas o volarán por los aires incluso antes de saber que hay una granada.
Apreciaciones quisquillosas aparte, el film es pasto de los tópicos y un desfile de las mayores fantochadas posibles (Norris ahuyentando a macarras tailandeses con bufidos), en medio de una aventura caduca en nuestros días pero que milagrosamente conserva aspectos paladeables, como una peculiar atmósfera de cine filipino de calidad. Difícil recomendación pues, pero para gustos...
El título que os sugiero hoy es un claro ejemplo de esa clase de cine, de una calaña concreta (belicismo testosterónico) que pobló los videoclubs en los años ochenta y que hoy en día, ya enteramente desfasados, tan sólo se pueden mirar desde una óptica nostálgica, recordando una época en la que Chuck Norris era el más "cool" del planeta, o al menos eso pensaba yo con apenas 10 años. Tras revisionarla hace pocos días, mi sensación cambió notablemente, aunque una parte de mi (maldita nostalgia) sigue pensando que formó parte de mi enseñanza cinéfila y frena mis instintos más críticos, aunque trataré de ser lo más justo posible en mi valoración adulta.
El coronel Braddock (como no, un Chuck Norris de acero) estuvo prisionero durante 8 meses en Vietnam, pero consiguió escapar. Siete años después, ya en Estados Unidos, aún tiene pesadillas de Guerra, secuelas imposibles de aliviar y sigue siendo incapaz de reconducir su vida tras pasar por aquél infernal campo de prisioneros. Convencido que aún quedan soldados americanos retenidos allí (la Guerra ya terminó), vuelve a la ciudad de Saigón (hoy llamada Ho Chi Minh, la ciudad más grande de Vietnam) en un viaje con representación gubernamental americana para recuperar a sus compatriotas, pero los militares Vietnamitas dicen no saber nada de esos campos y mucho menos de sus soldados.
Tras sonsacarle información bajo amenazas a un general enemigo, el coronel Braddock decide tomarse la justicia por su mano y viajar a Bangkok, donde se encontrará con su ex-compañero Tucker, que mientras tanto se divierte de lo lindo de prostíbulo en prostíbulo.
A su manera, consigue una lancha super blindada, montones de munición, un helicóptero de guerra y una embarcación lo suficientemente grande como para volver a Vietnam, a sacar a sus "muchachos" de allí, no sin encontrase con alguna que otra sorpresa.
A partir de ahí, pues lo que ya podéis ver en la portada, tiroteos, explosiones y bravuconadas varias del fortachón de pelo lacio y barba frondosa que satisfarán al impresionable amante de lo bélico pero que agonizará al pacifista más redomado.
Constituyó la primera colaboración entre la productora Cannon y el rudo Chuck Norris, con un enorme a la vez que incomprensible exitazo de taquilla, que provocaría dos secuelas más para colmo del cinéfilo. De hecho, las dos primeras entregas se filmaron seguidas (ya se sabe, abaratar gastos en suelo filipino, mismos actores, ahorro en los desplazamientos...) y tras verse el resultado, se optó por estrenar primero la segunda parte, que era mejor y mucho más interesante.
A que te liquido de un soplido.... |
En el film, recuperan algunos flashbacks de aquélla en momentos concretos, se dan a entender viejas rencillas a través de perturbadoras miradas (terribles interpretaciones) y acaban por meter al espectador en un viaje cinematográfico con piloto automático, con un único trayecto posible, unirse a la terquedad intelectual del peludo karateka.
Entrar en su juego es fácil si estamos dispuestos a creernos su enfoque distorsionado. Los americanos representan aquí la justicia, el compañerismo y la inteligencia bélica. Por contra, los pueblos asiáticos sólo saben mentir, irse de putas o vivir como ratas (da igual que esté en Tailandia o Vietnam, todo es una cloaca de perdedores), por lo que una vez digerido este punto, podemos disfrutar sus hazañas como yo lo hice en su día.
Si bien es cierto que conserva un metraje entretenido y a veces incluso, estimulante, se pierde ella misma en un tumulto de despropósitos sin remedio. Una música de tonos mantenidos que provoca por igual suspense y desesperación al espectador, un concepto de la acción demasiado simplón y un guión que no destaca por su originalidad que se diga, convierten a esta cinta en un pasatiempos fílmico sin pretensión alguna y en verdadero ejemplo de lo que se ofrecía en las estanterías de los videoclubs de la época.
En medio de eternos forcejeos machotes y puñetazos por doquier, encontraremos algunas cámaras muy bien colocadas en según qué escenas (en persecuciones, cerca de los ríos o en el corazón de la jungla), denotando un sorprendente oficio en las maneras de algunos responsables y elevando la calidad del producto hasta hacerlo fácilmente consumible.
Su carácter comercial y rigurosamente patriótico necesitaba una cara conocida que representara el potencial americano, y ahí estaba el bueno de Norris. Con las mismas capacidades interpretativas que un bloque de hormigón y unas cuantas demostraciones marciales del rubio karateka, tan sólo hacían falta unas limitadas líneas de diálogo contundentes como esta:
- ¡No debió matar a esa pobre gente en Bangkok! (Chuck dirigiéndose a un entrometido militar vietnamita que lo quiere matar)
- La guerra no perdona, argumenta el asiático.
- ¡Sí, la guerra no perdona! sentencia Norris mientras lo acuchilla casi piadosamente.
No entraré en delatar las decenas de incongruencias presentes en el film (esa camisa de flores de Tucker mientras un Chuck Norris de 44 tacos va de camuflaje... ¡por favor!), pero cuesta creerse que las balas enemigas aquí no funcionen y malgasten sus energías tontamente, ya que serán tiroteados por los buenos a la primera de cambio y caerán desde torres bien altas o volarán por los aires incluso antes de saber que hay una granada.
Apreciaciones quisquillosas aparte, el film es pasto de los tópicos y un desfile de las mayores fantochadas posibles (Norris ahuyentando a macarras tailandeses con bufidos), en medio de una aventura caduca en nuestros días pero que milagrosamente conserva aspectos paladeables, como una peculiar atmósfera de cine filipino de calidad. Difícil recomendación pues, pero para gustos...
Chuck Norris ha creado una corriente de chistes e imitaciones que han engrandecido su figura de macarra ochentero, para la posteridad queda el Celebrity que le dedicaron los compis de Muchachada Nui...
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