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sábado, 8 de diciembre de 2018

THE EYES OF MY MOTHER (2016)

Al joven neoyorquino Nicolas Pesce (con tan sólo 25 años) le debemos la sesión más inquietante del festival 2016 gracias a su inolvidable ópera prima "The eyes of my mother". Un sorpresón que anunció, sino confirmó, un nuevo talento emergente para nuestro deleite en las siguientes décadas, pues es un excelente ejemplo de alumno aventajado (en la opinión del que aquí, humildemente, aporrea el teclado), y que en él recae en este cercano 2019 el remake de "La maldición", la ya clásica cinta de horror nipón de Takashi Shimizu.
Pesce nos obsequió con una trágica y tremebunda historia de una familia de campo americana, y nos permite fisgonear en la vida de una mujer imposible de olvidar, de nombre Francesca.
De niña, Francesca, estaba muy unida a sus padres y en especial a su madre, que además hacía las veces de profesora. Una tranquila tarde como otra cualquiera, un extraño se acerca "amablemente" a su casa y pide ir al baño. Nadie esperaba que poco después, la pobre niña sería testigo de brutales asesinatos, torturas y carnicerías extremas en absoluta conmoción; lo que le llevará, ya en su edad adulta (interpretada por la muy inquietante Kika Magalhaes), a ser una mujer peligrosamente inestable, altamente perturbada, solitaria y dueña de uno de los comportamientos más desquiciados que el cine recuerde.
Si a esta durísima historia de psicologías anómalas, le sumamos además una puesta en escena compuesta por un inesperado (pero genial) tratamiento del blanco y negro, con movimientos de cámara suaves, casi quirúrgicos, y una ambientación sonora tremendamente acertada, tenemos el shock asegurado.


Nicolas Pesce mueve su cámara hacia una vida tan fuertemente golpeada, y afectada desde tan tierna edad, que se comprende sin mucho esfuerzo los consiguientes transformaciones radicales y descontroladas en el carácter de la protagonista, donde su mundo nada tiene ya que ver con el real y buscará, de la forma que sea (la parte más interesante, sin duda, del film) compañía, de cualquier tipo y al precio que sea.
Sin nada que envidiar, en lo que a salvajadas se refiere, a brutales clásicos como "La Matanza de Texas", "Las colinas tienen ojos" o incluso "Martyrs", aunque construida sobre unos pilares más estables y con un gusto cinéfilo mucho más atinado, sin caer en lo absurdamente grotesco ni gratuidades de guión.



Una pequeña obra maestra que emerge con fuerza dentro de un género tan apabullado de ofertas y relamido hasta el infinito, que merece una mención especial por desmarcarse y ser, a su modo, casi única. Habrá que seguir con especial atención a este nuevo cineasta, pues podemos estar ante un nuevo maestro del terror (si no se deja absorber por una industria que a todos engulle). Crucemos los dedos...aún queda talento en este mundo.

lunes, 3 de diciembre de 2018

NOVEMBER (2017)

Tras el visionado de "November" (pre-candidata por Estonia a los Oscars 2018), abandoné la sala algo confuso, casi aturdido, con una extraña sensación de agotamiento psicológico por no haber comulgado del todo con su rarísimo discurso humorístico-folclórico, ubicado en parajes incómodamente inhóspitos, algunos casi de pesadilla.
Basada en el supuesto best-seller "Rehepapp", de Andrus Kivirähk, el film en mi opinión tiene un plus de complejidad fuera de sus fronteras, y al menos a mí, se me hizo cuesta arriba no sólo terminarla, sino también llegar a conectar con ella u obviamente entenderla del todo.
La historia de amor imposible entre una aldeana estonia y un joven que no la corresponde, todo dentro de un contexto mágico (ella recurre al ocultismo para conquistarlo), surrealista, en medio de un ambiente pagano y enfermizo, parece razonablemente atractivo. Si además se nos anuncia como una mezcla de comedia absurda, magia negra, hombres lobo y dueña un retorcido nihilismo, todo parece encajar.
Pero algo descarrila, quizás por su incomprensible arquitectura narrativa (funciona más bien a trompicones), su empeño en ser diferente o sacrificando un maravilloso uso de la fotografía en blanco y negro para explicar demasiadas cosas mal iluminadas (una lástima) y sin explotar del todo un sinfín de posibilidades.



No se le puede negar una carga dramática muy peculiar, de un romanticismo patético, y una reflexión divertidísima sobre las almas en pena que vagan por el bosque, y que a veces se instalan en objetos o animales. Todo ese conjunto de factores funciona, pero solo un rato, concretamente en su genial escena inicial, que nos auguraba quizás una obra maestra, ya que finalmente no se sostiene durante sus casi 2 horas de metraje (que nos parecen el doble en su tramo final).


En resumen, una película compleja, singular, bizarra, divertida a ratos y extrañamente atractiva, pero sin duda agotadora y desquiciante, que irá muy a gusto del espectador, y que será tan odiada como adorada, sin escala de grises. Entenderé al que la considere una obra maestra, pero empatizo más con el que la considere caprichosa y ensimismada de sí misma, más vacía de lo que aparenta.

sábado, 1 de diciembre de 2018

MY FRIEND DAHMER (2017)

La vida de Jeffrey Dahmer, conocido en EEUU como "El carnicero (o caníbal) de Milwaukee", ha dado lugar a diversos documentales, películas, libros e incluso una novela gráfica, y es uno de los asesinos en serie más despiadados y tristemente famosos de la historia reciente.
Dahmer, prematuramente alcohólico, de sexualidad reprimida y del todo inadaptado, asesinó, troceó, violó, y a veces se merendó, al menos 17 hombres (la mayoría jovencitos), entre 1978 y 1991. Sentía un incontrolable impulso de consumir carne joven, pues eso le provocaba sus mejores erecciones, y después hervía sus cráneos para coleccionarlos en forma de cuencos, para sentirse más cerca de sus "favoritos".
Condenado a 15 cadenas perpetuas e irónicamente asesinado por un preso mientras cumplía su pena con tan sólo 34 años, Jeffrey Dahmer sigue siendo un caso a estudiar a día de hoy, provocando naturalmente la repulsa del mundo entero pero también fascinando a otros tantos, atraídos por este sociópata de tan desquiciado cerebro.
Ahí es cuando aparece el dibujante Derf Backderf, ex-compañero de Jeffrey durante la escuela e instituto, que poco tiempo después de la muerte del citado carnicero, creó una novela gráfica sobre sus años de estudiante, consiguiendo muy buena acogida crítico-comercial y dando lugar, el pasado 2017, a su traslación cinematográfica de la mano de Marc Meyers, que nos presentó el film él mismo en el marco del Festival del mismo año.
Si bien la figura de Dahmer ya había tenido una adaptación previa protagonizada por Jeremy Renner en 2002 titulada "Dahmer, el carnicero de Milwaukee", ésta no consiguió sino repasar de manera burda y con brocha gorda ciertos episodios aislados de sus homicidios, señalando tan sólo algunas ideas simplistas sobre su psicología y quedándose en la mera anécdota de lo escabroso, siendo un film mediocre y sin mucho mayor interés.



La nueva versión, obviamente comprendida en los años de instituto que repasa la novela, seduce más por su amplia perspectiva neurótica, siempre tratando de enfocar su trastocado comportamiento social con cierto respeto y humor, pero a la vez con sentido de la responsabilidad crítica, esquivando aspectos excesivos y sugiriendo más que mostrando (como en la acertada y enigmática secuencia del coche, con Jeff y sus manos manchadas de "pintura"). Lamentablemente el patetismo del personaje se adueña del film allá por su meridiano, y acaso ahí se debilita, pues se detiene demasiado en subrayar algo que, por repetirlo, nos termina agotando.
Podríamos decir que la película funciona razonablemente bien debido a que ya sabemos de antemano quién es el personaje, pues de lo contrario, sólo se apreciará un film más sobre nerds de instituto haciendo sus "mongolismos" y palpitando sexo.
Se agradece el esfuerzo del cineasta al frente por rodar en la verdadera casa de Dahmer, su barrio real y retratar lo más rigurosamente posible su situación familiar (su madre salida de un manicomio, padres al borde del divorcio...), incluso el uso de la música acorde a sus gustos originales, pero la película no alcanza mayor entidad que la de ser una adaptación curiosa y medianamente entretenida de una novela gráfica, restándole cierta personalidad y por supuesto, originalidad.

domingo, 25 de noviembre de 2018

SWORD MASTER 3D (2016)

Primer contacto por mi parte con la filmografía del hongkonés Yee Tung-Shing, más conocido internacionalmente como Derek Yee, naturalmente para evitar pronunciaciones embarazosas más allá de sus fronteras. Actor en activo desde el año 1977 y realizador de sus propias películas desde 1986, el cineasta asiático ha venido asumiendo cada uno de los aspectos de las mismas, desde el guión hasta la producción. Algo de lo más habitual por otro lado viniendo del mercado asiático.
Yee nos trajo en Sitges  2017 curiosamente su film número 17, "Sword Master 3D", una suerte de homenaje de su primer papel como protagonista y al que en buena medida le debe su éxito, hablo de la cinta de culto, "Duelo a muerte", de los Shaw Brothers.
Con todas las herramientas tecnológicas a su alcance, Yee nos trae una obra repleta de logros técnicos, CGI de máximo nivel, magníficos efectos de post-producción, imagen ultra nítida y por qué no, también el aparatoso sistema 3D, gafitas incómodas incluidas. Todo para tratar de conservar intacto el espíritu de los wuxia de antaño, aumentar las dosis de acción non-stop y revitalizar (perdón, quería decir re-comercializar), el género chino por antonomasia.
Caprichosamente, parece lograr su cometido tan sólo cuando nada de eso está presente, pues tanta digitalización desnaturaliza la aventura, inclinándola hacia el ya incontrolable magnetismo de los videojuegos.
La historia de este "maestro de la espada" versa, como no podía ser de otra forma, sobre la figura de un poderoso luchador que finge su muerte para aprender de la vida más allá de sus cómodas instancias, alojándose en un burdel, nada menos.
A su vez, otro artista marcial de notables habilidades, busca combate con él porque ya no encuentra rival, pero al enterarse de su "muerte", deambula sin misión ni objetivos, yéndose lentamente a la mala vida y enemistándose con quien menos debe... hasta que la verdad le sea revelada.
Una vez hayamos salido de la hipnosis que provocan sus irresistibles imágenes cargadas de belleza, saciado de sus estupendas coreografías milimétricas y maravillado con la perfección técnica de su puesta en escena, podremos valorar en su justa medida el "fondo" de la película, porque ahí está, casi asfixiado, ahogado entre tanta "forma".



Nada que objetar del cuidado con la que filma el asiático ni de su capacidad creativa. Nada que objetar de su esquema cultural, cuidadoso y seguro riguroso. Tampoco nada que objetar del grupo artístico, pues todos, bellos y esbeltos, saben posicionarse y conseguir las acrobacias que se les piden. Lo que sucede es que todo esa parafernalia de circo, parece estallar como un globo cuando acaba la obra, cual historia sin emoción ni lecciones valiosas. Sólo queda un incómodo vacío de nimio significado, de tiempo mal invertido y desgaste innecesario. Un título más al montón, que satisface emocionalmente a los implicados mucho más que al espectador, y que sirve, de largo, para añorar la humildad y honestidad del wuxia en su esencia más primaria, pues en este caso, menos ha sido siempre más.

sábado, 24 de noviembre de 2018

THE CURED (2017)

Llega el turno para "The Cured", una propuesta irlandesa de corte independiente (aunque con Ellen Page como cabeza de cartel, que eso siempre ayuda), que como viene siendo habitual en los últimos años, aborda la temática zombis/infectados desde otro punto de vista, supuestamente novedoso.
La ópera prima de David Freyne cuenta como un potente virus convirtió a buena parte de la ciudadanía irlandesa en caníbales enfurecidos, y que tras hallar algo parecido a un antídoto, el 75% de ellos se "curaron", mientras que el 25% restante aún estaban en estado incontrolable, y por lo tanto recluidos.
La reinserción social de los peyorativamente denominados "curados", que aún conservan los recuerdos atroces, pesadillas y extrañas percepciones debido a su angustiosa infección, lógicamente no es tarea fácil, pues crea un fuerte rechazo en la población, ya sea por simple miedo o por considerarlos auténticos asesinos sin perdón posible. Ante tamaña adversidad, el grupo de afectados no sólo comienza una revolución en toda regla, sino que en su fuero interno aún parecen palpitar ciertos síntomas de su horripilante trastorno.
Coincido con algunos en que la idea de base de esta "The Cured" tiene suficiente encanto como para que el proyecto se llevara a cabo, no seré yo el que lo niegue; pero sigo pensando que detrás de esa careta de "película de zombis" de la que comercialmente se beneficia, se esconde un pequeño drama socio-político sin demasiado que aportar, que ni afronta ni encara con suficiente voluntad crítica lo que plantea de inicio.
Por un lado caricaturiza a las fuerzas del orden, en un planteamiento demasiado panfletario del gremio, llevándolo casi al ridículo (¡qué malos y poco comprensivos son!).



En segundo lugar, crea personajes sin sangre en las venas, monótonos y aburridos, además de incoherentes (esa doctora de chiste), y se enroca la trama buena parte del metraje, donde apenas se mueven las fichas sobre el tablero y el espectador va siempre 3 pasos por delante en sus, por otro lado previsibles, acontecimientos.
Una puesta en escena de apagados tonos grisáceos, sin alma ni gracia y carente de cualquier atractivo, (aunque de algún modo en consonancia con el resto de ingredientes), no suma en su afán de lograr un clima de tensión. Tan sólo unos cuantos adornos de textura como los filmados cámara en mano o un acertado tratamiento sonoro, le otorgan, junto a su curiosa idea de sanar a los infectados, un interés moderado. 
No será tan relevante como pretende, ni cambiará el curso del género, pero puede llegar a gustar si se toma con la perspectiva necesaria, pues sin ser gran cosa, tampoco merece el anonimato.

viernes, 16 de noviembre de 2018

OPERATION RED SEA (2018)

Hace 2 años, Dante Lam emocionó a un servidor con "Operation Mekong (2016)" y su despliegue de set-pieces de acción imposible, frenética y de ciencia ficción, pero al parecer no tuvo suficiente hemoglobina derramada en el celuloide.
La nueva locura de Lam, "Operation Red Sea" multiplica por 100 los tics y gusto por la acción por parte del director. Una película que no mantiene conexión con la anterior más allá del título y parte del cast. En China, el éxito ha sido abrumador, convirtiéndose en la segunda película más taquillera de la historia del país.
El corazón de la trama narra cómo la Marina del Ejército Popular de Liberación lanza una operación de rescate para salvar a un rehén en Ihwea y desata, en consecuencia, una batalla feroz con rebeldes y terroristas.
"Operation Red Sea" (Hong hai hang dong, 2018) es una experiencia alucinante en todos los sentidos. El despliegue de burradas que van pasando por delante de nuestros ojos es tal que no puedes evitar pasártelo en grande. Set-pieces de acción rodadas magistralmente con un grado de tensión casi insoportable y sobre todo con un nivel de gore que ni Peter Jackson en sus inicios. No se hacen concesiones; soldados enemigos, civiles y niños son atrapados por las balas y las bombas siendo despedazados y desmembrados. Todo un festival sanguinolento que se complementa con una exaltación del ejército chino y un patriotismo que acaba por resultar divertidísimo por delirante.



Un film en definitiva de excelente factura técnica y buen manejo de la tensión, y que si uno se la toma medio en broma, se convertirá en una fiesta inolvidable. Bravo de nuevo por Dante Lam, pero a ver cómo es capaz de superar esta carnicería.
Por cierto, hay que tenerlos muy cuadrados para seleccionar a "Operation Red Sea" como la representante china en los próximos Oscars de Hollywood.

Adrián Roldán

lunes, 12 de noviembre de 2018

AFTER MY DEATH (2017)

En una cinematografía coreana cada vez más comercializada y algo repetitiva (aunque cada año localicemos 4 o 5 joyitas interesantes), se agradece una aproximación a lo mejor que ofrece el cine independiente, cada vez más oculto, del país del soju.
"After my death (Choe Manheun Sonyeo, 2017)" venía precedida por varios premios de gran importancia en festivales coreanos, y ha sorprendido gratamente a un servidor, encontrándose con toda una experiencia, incómoda y por momentos inquietante, pero muy interesante.
Una chica de instituto muere una noche, y al día siguiente la policía empieza a investigar los pormenores del trágico suceso. Una compañera de clase es sospechosa de haberla estado molestando y sale a la luz un posible bullying en clase. Mientras, la madre sufre buscando respuestas y el instituto intenta hacer todo lo posible por volver a la normalidad y salir adelante. El arranque del film engancha de primeras con la policía investigando el supuesto suicidio y a los posibles sospechosos de ello, que bien podrían encontrarse, fácilmente, en su propia clase.
Ahí es cuando asistimos a un cúmulo de pistas falsas, caminos que no llevan a ninguna parte y un misterio que parece crecer cada vez más a medida que nuevos descubrimientos se van conociendo. Una película que como ya afrontaron con gran acierto clásicos del reciente cine coreano como "Princesa (2013)" o "Un monstruo en mi puerta (2014)", se adentran en la parte más oscura y violenta de la difícil etapa del adolescente.



"After my death", a pesar de su calidad, se queda un escalón por debajo de las previas mencionadas, pero es capaz de introducirnos durante un par de horas en una atmósfera rara, agónica y asfixiante, con sorprendentes momentos inquietantes de violencia psicológica y física, además de un final, que a pesar de la primera reacción de insatisfacción que pueda provocar por abstracta, es coherente y acertada, generando más preguntas que respuestas. Una obra que va creciendo con el tiempo y la distancia. Ciertamente interesante.

Adrián Roldán

jueves, 8 de noviembre de 2018

VALLEY OF SHADOWS (2017)

"Valley of Shadows" (Skyggenes Dal), primer largometraje de Jonas Gulbrandsen, es una extraña aportación noruega al mundo del fantástico, tímidamente cautivador y ¿sobre?cargado de imágenes sugerentes, casi gélidas, donde no todo funciona pero que sí logra impregnarnos de una atmósfera de ensoñación, que juguetea con lo esotérico, y aportando al género algo más sobre ese desconocido pero apasionante subcultura escandinava sobre lo mágico y eterno.
Estamos ante una pequeña historia de un niño de apenas 6 años, Aslak, que vive junto a su madre en una zona remota de Noruega. Una trágica noticia que conmociona a la mujer, de inmediato precipita al introvertido joven a tratar de entender lo sucedido y embarcarlo en un viaje de crecimiento personal, en solitario, tanto físico como espiritual, a través del impresionante entorno natural noruego, percibiendo desde la óptica intacta de un niño los misterios y realidades del mundo que le rodea.
Lo subjetivo se distorsiona aquí con la realidad de forma severa, a niveles casi metafísicos, dentro de un film que tiene su principal baza en el enclave donde todo sucede, pues la fuerza de la Naturaleza otorga, por sí sola, un enorme poderío visual. Reminiscencias culturales autóctonas (que a buen seguro se me/nos escapan), junto a otras fuentes más manidas como la licantropía o el imaginario infantil se dan la mano dentro de un contexto que bebe de lo gótico y lo terrorífico, pero sobre todo de lo sensorial, convirtiéndose en una experiencia cercana a lo íntimo.


Razonablemente interesante, el filme sin embargo cae a menudo en el tedio por su fuerte apuesta de un ritmo en exceso onírico y pausado, afectado de demasiada intencionalidad emotiva. Sin el menor género de dudas, se trata de un diminuto proyecto repleto de valores, capas psicológicas y diferentes lecturas acerca de la transición generacional, el crecimiento espiritual o la difícil aceptación de una pérdida, además de servir como terapia al autor, en mayor o menor grado.


A pesar de que el fondo y la forma son coherentes entre sí (cosa que aplaudo), llegan también a provocar, al mismo tiempo, dos caras de una misma moneda. Lo que sirve a Gulbrandsen como escenario de su triste y educativa narración, nos adormila y a veces anestesia, a poco que desconectemos un minuto (que sucede). Su apagada puesta en escena, silenciosa y contemplativa, aunque bella y visualmente agradable, acaba por resultar narcotizante, y la omnipresencia del niño protagonista, expresión paroxística del ario de ojos azules y pelo dorado, enfría más si cabe la obra.
No resulta encomiable pero aporta un poco de aire nuevo al cine fantástico con sello de autor, además de indagar en conceptos complejos del ser humano, explorando campos de difícil transitar. Eso siempre se agradece, aunque el espectador no se enamore.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

EDERLEZI RISING (2018)

Atraídos por una siempre atractiva premisa de ciencia ficción espacial y bastante a ciegas por ser una ópera prima, nos decidimos a entrar en "Ederlezi Rising", del serbio Lazar Bodroza. Se nos anuncia, minutos antes de proyectarse, que el film contiene una suerte de relación decididamente tórrida entre un humano y una androide con I.A. (encarnada por la actriz porno estadounidense Stoya), algo que incrementa, como es natural, nuestro interés inicial.
Situados en el año 2148, y sin apenas recursos en nuestro planeta, algunas grandes compañías se dedican a colonizar nuevos mundos. Es el caso de la avanzada corporación soviética Ederlezi, que envía a Milutín, un astronauta yugoslavo, de viaje a Alfa Centauri para instaurar conceptos ideológico-políticos allí.
Nimani, una robot humanoide de avanzadísima tecnología, le "asistirá" en sus necesidades durante el largo trayecto, siguiendo en todo momento las reglas establecidas por un complejo software empresarial. Cuando un cada vez más inestable Milutín trate de desconfigurarla con afán de humanizarla, todo se complica y el viaje toma un rumbo inesperado.
La película de Bodroza, muy blandita y sin apenas ritmo, se queda muy lejos de alcanzar sus propósitos, tanto formales como filosóficos, dentro de un contexto que ni funciona ni interesa, y mucho menos convence.
El 95% de la cinta transcurre en el interior de una supuesta nave con intención de alcanzar nuestro sistema solar vecino, Alfa Centauri (situado a más de 4 años/luz, nada menos), pero ya tardan más de 6 meses en llegar a Saturno, por lo que perdemos cualquier rigor de temporalidad realista. Además de mostrar el interior de la astronave como si de un sótano de discoteca se tratase, con un panel de risa y amplios espacios del todo innecesarios. Un desastre conceptual inválido y grotesco, a todas luces erróneo.


Más allá de estas florituras cosmológicas, más o menos relevantes, la historia no ofrece mucho más que un romance poco estimulante (y muy poco tórrido he de decir), entre un inestable, impredecible y poco fiable astronauta ¿o ingeniero? altamente traumatizado y su cyborg customizado acorde a sus predecibles y peligrosos impulsos. Algo incomprensible como decisión empresarial, pues está destinado al desastre.
La supuesta "humanización del androide", leitmotiv sin sutileza alguna, apenas aporta matices ni invita tan siquiera a la reflexión, pues el film se ve superado por el asunto que trata, sin éxito, de abordar.
Únicamente algunos recursos de iluminación y la reconfortante presencia de Stoya (de madre serbia y ex de Marilyn Manson), dan lumbre a tan oscuro proyecto, y pese a que sus esfuerzos caen en saco roto, es ella la única que se graba en nuestra retina al terminar la proyección, y no solo por su marcada sexualidad, sino por impregnar de cierta elegancia un producto menor.

lunes, 5 de noviembre de 2018

LEGEND OF THE DEMON CAT (2017)

Atraído más por la comodidad horaria que por un interés específico, me acomodo en la butaca del Retiro para tratar de deleitarme con "Legend of the Demon Cat (Kuukai, 2017)", una co-producción chino-japonesa de corte histórica y generoso metraje, la cual incorpora elementos fantásticos y que, salvando las obvias distancias estético-culturales, se decía era deudora del estilo Sherlock Holmes.
Pues bien, lo cierto es que una vez dejas de asombrarte por la sugerente aunque inocua y muy estudiada belleza de sus encuadres, todos impecables hasta el delirio, sus milimétricas vestimentas de época o su clásico dinamismo teatral (los actores se mueven rígidos, casi como si estuviesen en un tablero), y pensamos en despojar la película de sus aparentemente fabulosos aspectos formales, descubrimos que nos queda un relato algo raquítico, seguro basado en alguna leyenda milenaria intocable por esos lares, pero carente de mayor entidad más allá de jugar a enseñar valores de parvulario.
Impacta comprobar como, en una impecable paleta de colorido visual tan de quirófano, incomprensiblemente añaden un gato negro digital, el demoníaco del título, que más bien nos recuerda al de la serie Sabrina, aquél minino deslenguado de nombre Salem. Ese hecho, por tonto que parezca, nos saca de la película a cada momento, pues la trama gira entorno al pequeño felino, que a causa de unos sucesos muy, pero que muy extraños, acaba siendo poseído por el único testigo de un misterioso asesinato.



A lo largo de sus más de dos horas de relato, por momentos muy cuesta arriba, descabalgué de la película varias veces, pues aunque sí contenga minutos de interés debido a que abre una investigación por un homicidio, los Holmes y Watson asiáticos de postín (aquí un monje japonés y una suerte de poeta pelmazo), nunca llegan a conectar con el espectador, que jamás es cómplice de la trama.
Es más, vivimos la pseudo-aventura desde la lejanía, sin apenas aclararnos con lo que allí acontece, solo boquiabiertos por su espectacular belleza formal, pues el tejido conceptual es tal, que ocasiona un verdadero caos narrativo, desembocando en un popurrí de datos cruzados solo al alcance de las mentes más despiertas. No parece ser mi caso. Y menos en la sobremesa.


Así pues, estamos ante un proyecto con un envoltorio precioso que, a pesar de la densidad intelectual de la que alardea, se siente más como un quiero y no puedo, un producto que peca de ambicioso y se trastabilla en el intento. Más aburrida que conseguida y mucho más vacía de lo que parece, pese a tener un concept art realmente soberbio

domingo, 4 de noviembre de 2018

ASHER (2018)

La tarde del viernes, con Ron Perlman como invitado de honor en el Auditori, asistimos al estreno mundial de su primer proyecto como productor (además de reservarse el papel protagónico), en el thriller de tono crepuscular "Asher".
Lo poco que sabíamos sobre dicho proyecto no resultaba muy prometedor, pues timoneaba el director de la ridícula "Instinto Básico 2", el argumento sonaba a un mil veces visto y la pareja ¿estelar? no auguraba mucha química en pantalla, sin olvidarme del papelito de un ya septuagenario Richard Dreyfuss. Sin embargo, esos prejuicios estaban casi todos equivocados; y digo casi, porque a pesar de ofrecer material de interés, no todo fueron sorpresas positivas. Lamentablemente.
La historia de un ex-agente del servicio de inteligencia israelí, ahora reconvertido a asesino a sueldo afincado en Brooklyn, no sólo muestra una rara pero sin duda acertada dosificación de sus momentos de acción ad hoc, sino que además fluctúa entre el drama intimista con tintes urbanos y el thriller más lacónico, añadiendo incluso destellos de humor fino, casi imperceptibles.
El personaje de Asher (un Perlman sostenido por limitado), funciona bien mientras desempeña su letal oficio, en lo que son los mejores momentos de la cinta, ciertamente originales (su modus operandi es genial), y que invitaban a soñar con un film más potente, mejor de lo que cabía esperar. Unos diálogos inteligentes rubrican las secuencias clave, y dotan a esta "Asher" de una elegancia inesperada, además de una puesta en escena pensada y sin prisas, cercana al mejor cine de Jarmusch. Que no es baladí.


Lo que ocurre es que una vez adentrados en lo magro de la historia se nos van acumulando los tópicos, y si nos paramos a despojar la obra de su "forma" (casi siempre magnífica), para quedarnos con el "fondo", ahí comienzan los problemas. Pulsiones típicas y otra love-story no por trágica menos común, embozan el resultado final, arrastrándolo a lo convencional. Quizás precisaba de un mayor metraje alrededor del personaje central, pues su pasado queda desdibujado y podría haber sido una historia interesante a explorar.


Pero lo peor estaba por llegar, y es que su secuencia de cierre, si se mantiene así en su edición final, resulta del todo penosa, una resolución sonrojante, propia de bolsilibro, que mejor olvidarla. Impropia y tremendamente inadecuada, un tropezón argumental imperdonable que aún se puede subsanar si A contracorriente films, distribuidora de lujo en nuestro país, le pone remedio.
Por lo demás, se trata de una cinta digna, de cierta elegancia formal, con sus más y sus menos, que sobresale en este tipo de producciones por su delicado tratamiento del género y su peculiar sentido del ritmo.

domingo, 28 de octubre de 2018

CLIMAX (2018)

La sorpresa de la jornada, e incluso del festival de Sitges 2018 (llevándose finalmente el premio como mejor película), se vivió la medianoche del viernes al sábado, en un abarrotado auditorio del Hotel Melià. Los afortunados allí presentes vivimos una experiencia inolvidable, un ritual cinematográfico solo posible compartiendo pantalla, silencio y oscuridad junto a una multitud, sumándonos todos a la orgía lisérgica que concibió Gaspar Noé.
"Climax" se venía anunciando como una especie de prolongación de su previa "Enter the Void (2009)", donde drogas, música, muerte y sexo colisionan para formar una locura sensorial, muy aplaudida por un sector pero vilipendiada por otros tantos, sin duda más conservadores.
Lo cierto es que su nuevo trabajo nos vuelve a hablar de eso, en efecto, pero con el añadido de sufrir tal mutación fílmica que de algún modo la película cobra vida propia, pues palpita y retumba de distinta manera en cada uno de nosotros, sacándonos de nuestra zona de confort, fagocitándonos, molestándonos, fascinándonos.
Sin apenas guion, mucha libertad creativa y con cierta premura por llegar a tiempo a Cannes, Noé concibió el film (su primer "Rated"), como una impactante pesadilla visual, donde el LSD y el alcohol extraen nuestras pulsiones más primarias hasta casi volver a la etapa primate, convirtiendo la fiesta con bailarines de inicio en una intensa bacanal, orgánica y pasional, repleta de onirismo surreal y demencia gestual, propiciando un género cinematográfico propio, intuyo que quizás nuevo, denominado ya por algunos como danza thriller.


Todo acontece en el interior de un edificio abandonado, antes una antigua escuela, en un gélido paraje sin concretar, a mitad de los 90. Un grupo de bailarines, casi todos franceses, celebran, bailan, aúllan, ríen, festejan, conversan y beben sangría por, en principio, haber sido seleccionados por una prestigiosa coreógrafa. Lentamente, las sensaciones cambian. Al parecer alguien ha echado algo en la bebida ocasionando un progresivo delirio global, alucinatorio y peligroso, que convierte el lugar en un infierno sensitivo, donde hay cabida para el humor (sin censuras), la violencia, el sexo e incluso la muerte.



Filmada con nervio y en todo momento explorando sus propios límites, el franco-argentino nos subyuga con un viaje tan brutal como hipnótico e inusual, que no todos querrán hacer (imagino a mucho público incómodo e indignado), exponiéndonos a una tortura algo mareante y repetitiva pero cautivadora, tribal e intensa como pocas. Un trippy jamás antes rodado, del cual salgo agotado pero fascinado, maravillado por su enérgica anarquía conceptual.
Personalmente creo que la obra de Gaspar Noé solo puede tener un recorrido lógico cuando es exhibida en salas (algo parecido a "The Rocky Horror Picture Show"), y que pronto la etiquetarán como cinta de culto, pero jamás podrá satisfacer a nivel doméstico, pues ni está planteada para eso ni embriagará a nadie en una pequeña pantalla.
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