Había mucha expectación tras los primeros avances de "Mandy", presentando una idea de base insuperable como es ver a un cada vez más desbocado Nicolas Cage, ensangrentado y moto-sierra en mano, enfrentándose a una secta pseudo-católica y demás criaturas del averno. Y así lo demostraba una kilométrica cola que daba la vuelta al Auditori Melià siendo poco más de las 8 y media de la mañana.
El resultado final seguro que no era lo que esperaban exactamente muchos de los espectadores. Red (Cage) es un leñador que vive alejado del mundo junto al amor de su vida, Mandy; un día, mientras da un paseo abstraída, se cruza sin saberlo con el líder de una secta que desarrolla una obsesión por ella. Decidido a poseerla a cualquier precio, él y su grupo de secuaces invocan a una banda de motoristas venidos del infierno que la raptan, y en el proceso, hacen añicos la vida de Red. Con la obvia intención de vengarse y equipado con toda clase de artilugios, pone en marcha una matanza que deja cuerpos, sangre y vísceras allá por donde pasa.
El film está dirigido de manera muy personal por Panos Cosmatos, quien te introduce en una experiencia visual única y original que espantará o se adorará a partes iguales.Un estilo visual surrealista, un viaje lisérgico donde predominan ambientes con filtros rojos muy marcados y la sempiterna banda sonora a ritmo de una estruendosa guitarra eléctrica compuesta por el tristemente fallecido Jóhann Jóhannsson.
La obra se compone de dos partes muy diferenciadas. Una primera hora hipnótica, densa y lenta, situada mayoritariamente en una cabaña, donde Cage y su compañera son asaltados por la secta de tarados cristianos, ya que el líder de ésta, como he avanzado, dice sentirse maravillado y deslumbrado por la mujer del gran Nicolas.
Una primera mitad que cabalga pues entre la fascinación y el hastío con un tempo inesperado para el que se ansiaba una fiesta gore con Cage masacrando villanos desde el minuto uno. En la segunda hora vemos la tan deseada venganza, donde los “Jesus Freaks” son masacrados. Es destacable la desagradable presencia de una especie de cenobitas motoristas del infierno que harán pasar un mal rato a nuestro anti-héroe.
Nic Cage sigue dándolo todo a nivel interpretativo, a pesar de encadenar bastantes filmes de muy dudosa calidad, y ofrece una interpretación intensa y pasada de vueltas (la escena del lavabo es gloriosa en ese sentido, con una botella de vodka engullida como si fuera agua).
"Mandy" es irregular pero fascinante en su forma y estilo visual; logra trasladarte a un mundo tenebroso y al infierno de una forma literal gracias al poder de sus imágenes y la maquiavélica e inolvidable banda sonora, que funciona como una invocación al mismísimo demonio.
El resultado en definitiva es curioso, hipnótico y cansino a partes iguales. La historia está mil veces vista y se antoja repetitiva, pero es en el poder de sus imágenes donde esta "Mandy" merece una oportunidad. Recomendable.
Adrián Roldán
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