lunes, 25 de mayo de 2015

FESTIVAL DE CANNES 2015 (PARTE I)

Afronto mi primer Festival Internacional de Cannes con grandes dosis de entusiasmo e ilusión, dispuesto a devorar el máximo de certamen que me sea posible en mi breve pero intensa estancia de 4 días.
Tras aterrizar en Niza y llegar a la bonita ciudad de Cannes, me tropiezo con Ángel Sala -director del Festival de Sitges-, que me comenta lo mucho que le fascinó "Mad Max : Fury Road" y de paso me alerta de las enormes complejidades que ofrece dicho festival, amén de sus famosas e interminables colas y el hándicap que puede ser el subtitulado.
Me hospedo en el Hotel Provence, un bonito lugar lo suficientemente alejado como para ser tranquilo pero lo suficientemente cerca como para ser cómodo. Un gran acierto, ideal, y un trato impecable debo añadir.
Recojo mi material y acreditación de empresa y me dispongo a comprobar si lo que anunciaba Sala era verdad. Y lo era.
Podría decirse que Cannes, como el mayor festival del mundo que es, se compone a su vez de 4 festivales, repartidos entre más de 6 salas de proyección dentro del propio recinto y otras tantas salas repartidas por la ciudad, lo que convierte su oferta en algo inasumible, imposible de abarcar por uno solo.
Por ello, y por mis limitaciones de acreditación (existen 6 badges -pases- de diferentes colores), entro a la sala Debussy para degustar mi primer film del día dentro de la sección "Un Certain Regard" (Una cierta mirada), que se compone, como su propio nombre indica, de miradas cinematográficas diferentes, sobre todo de destinos más insólitos.
Así pues, de la mano del cineasta etíope Yared Zeleke (allí presente y de semblante tímido, tal vez sobrecogido)nos proyectan su ópera prima "Lamb" (Cordero). El film, pese a ser de visionado plácido y por momentos emotivo, no logra traspasar ciertas formas amateurs en su puesta en escena y descarrila en su cometido de crear un personaje Dickensiano, un niño atormentado que no se separa de su cordero hasta que comprende lo dura que es la realidad de su entorno familiar y social.

Lamb, un film de procedencia etíope con buenas intenciones pero carencias de estructura
A pesar de ser bienintencionada y amable, no deja de ser una película menor de un cineasta que está aprendiendo a serlo, y que obviamente aún le queda recorrido por delante.

Esa misma tarde, y de nuevo con el elenco presente en la elegante sala Debussy, soy testigo de una de las cintas más interesantes de la semana, "Je suis un soldat" (Soy un soldado), del francés Laurent Larivière.
La historia de Sandrine, fantásticamente encarnada por Louise Bourgoin, una mujer en la treintena que vuelve a casa de su madre sin trabajo ni dinero para empezar a trabajar con su tío en un criadero canino, es sin duda un acertado drama salpicado de comedia dentro de un difícil tono agridulce, que acaba funcionando tanto en su forma como en su fondo.

Sandrine (Louise Bourgoin), tratará de salir adelante, pero no a cualquier precio.
En buena parte gracias a las capacidades de Bourgoin, el film trasciende su condición de cine menor para aterrizar en un terreno de mayor alcance, pues esa mirada llena de verdad en la actriz junto a un guión sensato y sólido, convierte el film en una buena opción a tener en cuenta, y no merecería pasar inadvertido.
Sin llegar a enamorar, Je suis un soldat es una cinta inteligente, equilibrada y sobre todo, capaz de abrir brechas morales y sensitivas en el espectador.

Costi, junto a su vecino y el farsante del detector de metales
Llegado el segundo día, y tras un poco de turismo por la zona (que me recordaba, y bastante, a Sitges, donde yo vivo), afronto mi tercer asalto del festival aún dentro de la misma sección. Esta vez con "Comoara" (The Treasure), desde Rumania y de la mano del experimentado Corneliu Porumboiu, nos aproximamos a la peculiar historia de Costi, un hombre de familia honrado y de clase trabajadora, que decide ayudar a un vecino en apuros a desenterrar un supuesto tesoro familiar, bajo tierra hace siglos, para aliviar los mutuos problemas financieros y de paso contentar a su hijo pequeño, ansioso por comparar a su padre con el aventurero Robin Hood.
La propuesta cinematográfica nos ofrece una perspectiva cómica muy personal y cercana al absurdo que combinada con una atmósfera apropiada (gran trabajo de fotografía) y unos diálogos certeros, alcanza a ser una obra del todo estimable, quizás aquejada de cierta parsimonia escénica pero por supuesto repleta de encanto y humor negro. Una nueva sorpresa de lo más agradable.

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