jueves, 3 de julio de 2014

LA CARNE Y EL DEMONIO (1960)

La famosa historia de estos peculiares suministradores de cadáveres en el Edimburgo del siglo XIX ha sido llevada al celuloide en más de una docena de ocasiones. La más reciente, aquella endeble aportación del cada vez menos acertado John Landis, titulada sin mayor titubeo, Burke and Hare.
Quizás la más laureada de todas las adaptaciones fue "El Ladrón de Cadáveres" (The Body Snatcher, 1945), ya todo un clásico de terror de serie B donde el lujoso dúo Lugosi-Karloff, bajo las órdenes del siempre creativo Robert Wise (La Amenaza de Andrómeda), adaptaban el relato que Robert Louis Stevenson escribió sobre esta historia, basada a su vez en hechos reales.
Sin embargo, a finales de los años cincuenta, una discreta producción británica bajo la batuta de John Gilling (director "Hammeriano" autor de "El sudario de la momia", entre otras) volvía a situar en pantalla esta interesante historia, con un mayor rigor en los hechos que sus previas, pero que no tuvo buena respuesta en taquilla, por lo que se relegó al ostracismo.
Maltratada por las distribuidoras en general, sólo hay que ver lo indignas de sus ediciones en digital (incluso la aparentemente cuidada edición Pal deja muchísimo que desear), por no hablar de los tijeretazos sufridos en diferentes países como en los EEUU, que directamente se comen 6 minutos de metraje y se dieron el gusto de cambiar el título por el de "Manía" (¿¿....??). En sí, la trama no dista mucho del resto de adaptaciones existentes, pero ofrece un buen puñado de razones por las que La Carne y el Demonio debería estar mucho mejor valorada de lo que estuvo y actualmente parece estar.

El Dr.Jackson saldando las deudas con los anteriores proveedores ante el acecho de Mary Patterson
Situémonos pues en el Edimburgo de 1820, dónde el prestigioso cirujano Robert Knox (un insuperable Peter Cushing, en uno de los mejores papeles de su extensa filmografía) imparte clases de medicina en la facultad. Sus innovadores trabajos experimentales por el bien del campo de la salud requieren cadáveres frescos con asiduidad, que usa para diseccionar y prosperar en sus estudios y que le suministran de vez en cuando unos pobres borrachos de taberna.
Un par de desaprensivos indecentes, William Burke y William Hare (excelentes George Rose y Donald Pleasence, respectivamente), se percatan del fructífero y relativamente sencillo negocio y comenzarán a proveer al doctor Knox más "material" del que cabría esperar, levantando todo tipo de sospechas a su alrededor.
La película de Gilling no sólo se muestra respetuosa con los nombres originales, situaciones y desarrollo con rigurosa exactitud, sino que lo hace desde una perspectiva nada moralista y acertadamente neutral, exponiendo en clave de humor negro lo que en realidad, fue un negocio tremendamente mal gestionado por dos patanes.

El Dr. Knox no hace preguntas a Burke y Hare sobre la procedencia de sus cuerpos. Todo sea por la ciencia
Burke y Hare esquivando al bueno de Jimmy, ¿otra futura víctima?
La ambientación, pese a estar rodada plenamente en estudios de interior, resulta sencillamente magnífica, consiguiendo un alto grado de sordidez y miseria dentro de una época donde el mismo pueblo, con el permiso de las autoridades pertinentes, ajusticiaba mejor que el propio gobierno a los malhechores, asesinos o violadores (como claramente se hace referencia en una de las escenas más impresionantes del film).
También sabe mostrar con apreciable valentía el desenfreno erótico que por las noches inundaba las tabernas de los barrios, donde la prostitución estaba presente sin restricción alguna. De hecho, el personaje de la hermosa prostituta Mary Patterson, que enamora al joven y prometedor Dr. Jackson, es ejemplarizante en ese aspecto; dos caras de una misma mujer, a la que por un lado le gustaría salir de su situación y enamorarse, pero que sigue siendo adicta al "ajetreo nocturno" del cual proviene. Una historia de amor cruel y fascinante como pocas que además desemboca en un final perfecto.
Maravillosa también la caracterización del Dr. Knox a cargo de Cushing, brillante como nunca en su creación del cirujano que ambiciona tanto en su búsqueda científica que no se percata de lo atroz de su comportamiento hasta que es ya tarde. En mi opinión, supera en cierto modo sus míticas interpretaciones del doctor Frankenstein, que ya son leyenda.

Un espléndido fotograma de Hare, pensativo tras asfixiar a una nueva víctima.
Dentro de lo escabroso del asunto, se percibe un lúcido discurso sobre el Juramento Hipocrático, exponiendo los riesgos y límites que la medicina debería permitirse para avanzar en su desarrollo pero sin llegar a condicionar a la frágil ética humana. ¿Vale la pena entonces la vida de un sólo paciente por la salvación de futuras generaciones?...siempre y cuando no sea la tuya, supongo que la respuesta es sí.
Un retrato de los originales Williams
Un exquisito trabajo de actores en general (con excepción del citado Dr.Jackson, que empaña la cinta), secuencias valientes y de estupenda ambientación (la lujuriosa taberna, esas callejuelas sucias de Edimburgo o el oscuro sótano del Dr. Knox, por no hablar de la escena con los cerdos, la más terrorífica de todas) más un sólido guión, encumbran esta adaptación de los asesinatos de West Port y la convierten en la mejor de todas cuantas se hayan filmado.
No deja de ser una pena que haya aspectos menos pulidos en el resultado final, como la insípida sobrina del doctor y el pelma de su novio Mitchell, la ingenua falta de continuidad en las ebriedades de Mary o el poco tenaz uso del cineasta con la cámara (se intentan un par de planos secuencia que no funcionan del todo bien, hay encuadres fallidos, poca luz, etc).
Concluyendo admitiré que se trata de una joyita de terror británica sin el sello de la Hammer pero que bien podría ser una de las mejores de la famosa productora, pues nada tiene que envidiarles al resto de films de similar calado.

http://www.filmaffinity.com/es/film425949.html

1 comentario:

  1. Interesante película, poco conocida y penosamente editada, es cierto. Me ha gustado especialemente su ambientación, nada dulcificada, donde la pobreza tanto física como espiritual de los personajes queda bien patente. Destaca la oscura ambientación de las callejuelas de Edimburgo, el desenfreno en las tabernas, con alcohol y prostituación a raudales; punto verdaderamente chocante, acostumbrados como estamos a unas imágenes menos "reales".

    Grandes actuaciones de la pareja de brutales y desagradables asesinos y no menos la de Cushing, personaje el suyo que dista poco el de un "mad doctor", aun conservando aparentemente su fachada señorial, internamente pone por delante sus planes científicos sin importar el costo humano. Y en cuanto a la parte moral, diríase que hasta el final del todo, se considera por encima de sus compañeros de profesión, permitiéndose el lujo de escribir un artículo donde critica la falta de profesionalidad y conocimientos de un colega, que por error mata a su paciente; mientras tanto él no dudaba en aceptar cuerpos y más cuerpos aun sabiendo perfectamente su oscura procedencia.

    A reivindicar.

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