Como ya demostró previamente en “Vinieron de dentro de…” (Shivers,1975), - donde unas babosas parasitaban a los humanos hasta convertirlos en meros zombies -, o en “Cromosoma 3” (The brood,1979) –jugando con la experimentación clínica que daba como resultado la gestación de prole mutante-, Cronenberg sentía la necesidad de narrar historias extravagantes cercanas a lo grotesco, tonteando con lo pornográfico y con un denominador común, la femineidad y/o maternidad como precursores de todo.
Aquí, el polémico director canadiense muestra como la incesante búsqueda de Max (James Woods) por conseguir imágenes cada vez más impactantes en su vida (no ya tanto para su programa de TV), le hará tropezar de una manera inusualmente accidental con una emisión pirata denominada “videodrome”, que llamará su atención por el alto contenido de violencia y sexo hiperrealista mostrado en pantalla, dentro de un juego perturbador y peligrosamente similar a las denominadas “snuff movies”.
Tras su visionado, Max comenzará a experimentar extrañas y viscerales alucinaciones que le llevarán incluso a fusionarse con la citada cinta y sumergiéndolo definitivamente en un delirante viaje psicológico del que le será imposible escapar.
Conceptualmente, son varias las reflexiones o posibles lecturas que del film se pueden extraer. Por un lado, el visionario punto de vista de Cronenberg a la hora de abordar el fenómeno de la manipulación mediática, adelantándose a su tiempo y profetizando sobre el daño que puede llegar a provocar en el individuo (y que de hecho, ya son comunes en ciertas personas en la actualidad, que padecen alteraciones de conducta, falta de sociabilización, rechazo…).
La peculiar lucidez con la que Cronenberg retrata la condición humana siempre resulta interesante, ya que desdibuja a placer (y a menudo de manera explícita) el poder de la “carne” sobre el individuo, subrayando por ejemplo una atracción sexual desmedida en “Crash”, extremidades fálicas con sed vampírica en “Rabia” o monstruosas vaginas ventrales en la citada “Videodrome” (por cierto, las cintas que se introduce Max debían ser Betamax porque las de un VHS eran demasiado grandes).
Max experimentando alucinaciones |
Como conclusión, me atrevería a decir, sin miedo a equivocarme, que tras varios intentos por definir sus consabidas obsesiones en su filmografía previa (no hay que caer en el error, “Rabia”, “Shivers” y “Cromosoma 3” fueron obras bastante peculiares pero sin duda menores que incluso rozan la mediocridad), Videodrome se erigió como la obra definitiva y definitoria de un ya adulto Cronenberg, que sirvió además como antesala para la que poco después sería, para un servidor, su verdadera obra maestra, “La Mosca” (The fly,1986).
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