"Historias de Fantasmas" (Ghost Stories), film británico con reminiscencias Hammerianas, llevaba más de 1 año paseándose por festivales internacionales, y aunque en breve se edita ya en digital, el festival de Sitges 2018 tuvo a bien proyectarla aquí semanas antes, pues en parte lo merecía.
La película gira entorno a la figura del profesor Phillip Goodman, un televisivo e implacable desenmascarador de farsantes esotéricos, cuyo objetivo es poner en evidencia que son todo trucajes innobles que algunos tienen para jugar con las personas emocionalmente inestables. Cuando se le presentan 3 casos sin resolver que no parecen tener explicación lógica, Goodman entrará en un mundo que pensaba ficticio, descubriendo nuevas verdades que harán desmoronarse sus férreas (quizá demasiado) convicciones.
Homenajeando las míticas y en ocasiones sensacionales producciones de terror divididas en capítulos, Ghost Stories nos absorve en sus primeros minutos con una premisa genial, pues quien más o quien menos empatizará con el protagonista y deseará ver de qué tratan esos extraños casos sin respuesta.
Mientras el hilo narrativo que vertebra el film se desinfla a medida que pasan los minutos (con un Goodman mucho menos incisivo de lo deseado), los 3 capítulos que se nos cuentan destilan ingredientes terroríficos propios, y pueden desgranarse como piezas singulares, con sus aciertos y desvaríos individuales.
La primera historia hace uso de la sempiterna exploración de espacios en la oscuridad con linterna para, haciendo gala de efectismos varios (no todos válidos), adentrarnos en una institución mental abandonada y ahora vigilada de noche por un guarda sin muchos modales.
Lograda hasta cierto punto pero estirada en exceso, no alcanza ni tan siquiera a incomodar, pues aunque produce algún que otro escalofrío, prometía más de lo que acaba por ofrecer.
En el segundo capítulo (sin duda el más estimulante), un chico claramente atormentado vive un calvario de origen satánico mientras se queda tirado en el bosque, con su coche averiado y completamente solo. El uso aquí de las herramientas del terror están más que justificadas, con la única luz de los faros del automóvil y decenas de sonidos a su alrededor, creando una atmósfera idónea para hacernos experimentar momentos poderosos, claramente intrigantes. Su desenlace irá a gustos, pero en mi opinión robustece la cinta y añade empaque al conjunto, añadiendo además una comicidad muy necesaria.
El caso de Simon, el mejor episodio de toda la cinta |
Ya en el último segmento, el de Martin Freeman, el uso del fenómeno poltergeist propone un terror más psicológico, más de sobresalto, analizando sin mucho atino el tormento personal de un ricachón resabiado que a su vez enlazará con el hilo principal, uniendo cabos innecesariamente y terminando donde no debía, en un tercio final para olvidar, con una serie de giros insuficientes que consiguen que naufrague su conjunto (terrible, en el mal sentido del término, todo lo relacionado con el bullying). Pese a todo lo dicho, se deja ver con interés y nos regala una historia intermedia respetable, además de una premisa suculenta. Lástima que no haya fraguado todo lo bien que podía.
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