viernes, 1 de agosto de 2014

SUPERARGO, EL HOMBRE ENMASCARADO (1966)

El pasado 15 de junio del presente año fallecía en su Calabria natal y por causas naturales, el cineasta Nicola Nostro, habiendo cumplido los 83 años y en la más absoluta de las intimidades. Nick, como le conocían en sus círculos cercanos, hacía más de 4 décadas que se distanció de la creación cinematográfica y tan sólo se dedicaba a los negocios, tal vez consciente de que su verdadero talento no estaba tras las cámaras.
Sin embargo, el bueno de Nick Nostro (o Nick Howard, como se quiera), será ya recordado por algunos cinéfilos por sus tímidas aportaciones al spaguetti western de principios de los sesenta, siempre rodeado de féminas acaloradas, sets de oferta y al que se le consideraba, creo que de manera acertada, un mercenario más del cine de la época.
Ese oportunismo comercial fue sin duda la razón principal para que en 1966, Nostro se pusiera al timón de un nuevo proyecto de rentabilidad asegurada, pues había un género de moda entonces en la Italia de la época (gracias al Diabolik de Bava, por supuesto): la historieta cinematográfica o fumetti.
A sabiendas de que el famoso cómic de Kriminal estaba en el horno con intenciones de estrenarse en Navidades de ese año, Nostro y su equipo se apresuraron en filmar las aventuras de Superargo, una insólita mixtura transalpina entre "El Santo" mexicano y The Phantom (aunque algunos ven más un cruce cool entre Batman y James Bond).

Superargo, un misterioso hombre casado y con problemas de conciencia
Atendiendo a su próxima misión, el loco Diabolicus
Sea como fuere, "Superargo, el hombre enmascarado" (Superargo contro Diabolikus) consiguió asaltar las pantallas italianas una semana antes que su compañera, aunque con diferentes resultados en taquilla, como se le podía suponer. El guión corrió a cargo del catalán Jaume Balcázar y el protagonismo recayó en el fornido Giovanni Cianfriglia (de nombre artístico Ken Wood, que quedaba más chulo), antiguo doble de Steve Reeves (y en Hércules, nada menos) además de stunt man en docenas de films.
Al contrario del resto de fumettis donde el héroe juega siempre al margen de la ley, aquí Superargo colabora con el servicio secreto (tras un serio percance que lo aparta de su carrera como wrestler) para tratar de detener al mad doctor de turno, el malvado Diabolikus, quién dice haber encontrado la manera de convertir en oro diferentes metales como el mercurio y amenaza con desestabilizar la economía mundial (...).

¡Cuidado!...esa oliva no es lo que parece....
Superargo adentrándose en la fortaleza del villano y su apetecible acompañante
Esta coprodución italo-española no pretendía otra cosa que sumarse a la moda que imperaba entonces, aprovechándose del tirón de los héroes con mallas y antifaz para así obtener algunos beneficios en taquilla, por lo que como película, obviamente no convence a casi nadie.
El héroe resulta tosco y antipático, y salvo un par de sarcásticos comentarios puntuales, poco aporta en pro del interés del film. Sus féminas de contorno (la catalana Mónica Randall entre ellas) no son esta vez motivo suficiente como para alegrarnos el visionado, pues el film apenas muestra erotismo alguno. Y eso, en un fumetti, es del todo imperdonable.
La idea de que un super wrestler colabore con el servicio secreto para atrapar a un enemigo que pretende dominar el mundo es tan susceptible de salir bien como de salir mal, pero en manos de mercenarios de baja estofa acostumbrados a un cine realizado con prisas en la producción, todo está más que dicho.
Así que tan sólo nos queda aferrarnos a algunos detalles para extraer algo positivo de la experiencia, y que por fortuna, también los hallamos.

Capturado pero sarcástico, como cualquier enmascarado que se precie
Señor, tenemos un soplón en el servicio secreto..
La figura del científico Diabolikus junto a su traicionera amante planeando el dominio del mundo a base de lingotes de oro es simpática, y al menos su relación sufre cambios de rumbo interesantes, no como el anodino del protagonista con su inoperante mujer. También la guarida de éstos, en un islote perdido repleto de cámaras y ¿congeladores, hornos, jaulas....? tiene cierto encanto, así como el delirante artefacto espacial de huida del que dispone el malvado doctor. Un capricho pulp muy propio del mundo de la viñeta.
Los graciosos gadgets a lo James Bond de los que dispondrá Superargo (¡esa oliva en un palillo!) junto con las pruebas físicas que debe pasar para convencer al gremio de sus poderes (entre las que está, como es natural, electrocutarse a placer) quizás sea lo mejor del film, pues nos demuestra que funciona mejor salpicada de comedia que en un tono absurdamente serio.

Nuestra Mònica Randall con peluca y la misma cara de estupefacción que nosotros
El villano siempre sabe más de todo....también de mujeres
Tampoco desmerece el combate inicial entre Superargo y El Tigre, pues ambos hacen gala de unas excelentes aptitudes para las coreografías de lucha y éstas son realmente soberbias, propias de verdaderos profesionales (algunas acrobacias son espeluznantes).
Así pues, el film de Nicola Nostro no fue más que un producto de temporada a medio cocer, de una simpleza técnica abrumadora y escasos recursos que sin embargo, puede resultar agradable visto desde la perspectiva adecuada. Haciendo un esfuerzo por entender la naturaleza de su origen y sin apretarle demasiado las tuercas innecesariamente, esta primera aventura de Superargo (que tendría una secuela 2 años después, bastante superior) supuso un modesto pero fallido intento de fumetti, aunque suficiente como para acordarnos con cariño del desaparecido Nicola Nostro.

Magnífico fotocromo de la época

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