El mal del cinéfago es que ocasionalmente consume un tipo de cine alejado de sus criterios, con esperanzas de despertar en él una pasión inesperada y contentarse con rarezas sorprendentes. En plenas facultades mentales (puedo acreditar pruebas médicas) me puse a visualizar esta propuesta tan escandalosamente dulzona, que discretamente, incluso me resultó consumible.
El último bailarín de Mao es una realización australiana basada en hechos verídicos que narra la experiencia de Li Cunxin, que tras ser elegido por sus condiciones físicas para bailar ballet en Pekín, se acaba convirtiendo, tras durísimos esfuerzos, en uno de los mejores bailarines del mundo. El inflexible régimen de Mao en China por aquél entonces le causó muchos problemas cuando intentó casarse con una estadounidense en una visita a Texas para así quedarse en América, donde disfrutaba de libertad y confort.La temática a priori me transmitía bostezos, y me esperaba un drama lleno de suaves acusaciones políticas repleto de verdades sociales con mensajes claros del contraste entre países libres y los que se encierran en sus selladas estructuras gubernamentales, como es el caso de la China de Mao.
El caso es que aún conteniendo todas y cada una de las arriba mencionadas, la película se aleja de lo aburrido y nos distrae plácidamente hacia una historia sin demasiada complicación, sencilla y concisa.
El ballet se menciona lo justo para no someternos a tortura, y los protagonistas no pecan de sobreactuaciones ni mayores pretensiones, acercándose más a un telefilm de calidad que a otra cosa, otorgándose a si misma la etiqueta de película humilde y de factura controlada. Hemos vivido este tipo de historias desde siempre, ya sea con un jugador de baseball, de fútbol americano o patinaje artístico, pero quizás aquí el relato ofrece más connotaciones humanas, ya que el mero hecho de ser bueno en ballet (que no le gustaba), le da derecho a salir del país para entender que la vida no es lo que le inculcaban en la escuela de pequeño, y que la libertad es un derecho fundamental en la raza humana.
Divertido resulta ver como Li lleva al cine a su novia en las primeras citas...pero ¡¡para ver películas de kung-fú!!, un dato que seguramente sólo a mi me resulte gracioso. El momento de máxima inflexión del film es aquél que, enamorado ya de una americana, Li intenta quedarse en los Estados Unidos por las buenas, yendo a su embajada china en Texas para explicarles su cometido. Allí verá como le encierran en un calabozo, le intentan lavar el cerebro de nuevo y lo tildan de traidor por no querer volver a su país, restándole toda libertad y convenciéndose de nuevo que aquél lugar de oriente no es el apropiado.
Particularmente lo veo como un artefacto honrado y fiel a una vida de sufrimiento y patetismo político, pero el film no deja marca en nuestras mentes y se desvanece tan rápido que no tiene identidad propia, no causa sensaciones emotivas ni llega al lagrimal en ningún momento.
Si a alguien le apetece verla por una buena causa, pues adelante, pero que no se espere una historia compleja de crecimiento personal, tan sólo es un modesto drama biográfico y punto.
Solo te faltaba haber hecho una sesión doble con Billy Elliot y ya hubieras podido ir mañana al trabajo saltando y danzando por la calle...
ResponderEliminarSubestimas el poder de la danza....cuando me clasifique para los nacionales a ver qué cara pones....
ResponderEliminarYa sabes que pagaría por verte vestido de bailarín de ballet y saltando alrededor de una chica con tutú... impagable tío.
ResponderEliminar