Segunda cinta en suelo norteamericano del sobrevalorado cineasta kazajo Timur Bekmambetov (autor de auténticos tostonazos como "Guardianes de la noche", "Guardianes del día" o "Wanted", entre otras innombrables), y que, apoyado aquí en un presupuesto más que mareante, aceptó hacerse con las riendas de una nueva cinta con vampiros de por medio.
Con franqueza, el hecho de situar al distinguido ex-Presidente de los EEUU Abraham Lincoln en plena cacería vampírica es, a priori, una idea tan original como seductora, capaz de abrir un nuevo frente en el fantastique Hollywoodiense y de provocar secuelas como churros. Lástima por eso, que haya caído en las manos equivocadas.
Basada en la novela homónima de Seth Grahame-Smith, el film da comienzo con un Abraham Lincoln en plena niñez, observando aterrorizado como su madre es asesinada por un vampiro llamado Jack Barts, sin que nada ni nadie la pueda ayudar.
Hambriento de venganza y rebosante de rabia, tratará años más tarde (ya hecho todo un muchachote) de dar caza al responsable de aquél homicidio, salvando la vida de milagro gracias a la inesperada intervención de Henry Sturges (un inexpresivo y desacertado Dominic Cooper), que a partir de entonces, se convertirá en su mentor y maestro, enseñándole el arte de la lucha y desvelándole toda la verdad (bueno, no toda, que nos quedamos sin película).
Sturges le encargará misiones nocturnas al joven Lincoln, que mientras estudia derecho y trabaja en una rebotica, irá perfeccionando su arte de cazar vampiros esperando ansiosamente el día en que pueda vengarse de nuevo (Sturges le prohibe pensar en eso para no nublar su juicio).
El vampiro más peligroso de todos, un tal Adán (un más que entonado Rufus Sewell), se interpondrá no sólo en las hazañas nocturnas de Lincoln, sino también en su galopante progresión política.
Si bien el film de Bekmambetov (algún día aprenderé a pronunciarlo) posee cierto encanto gótico en según qué momentos, no resulta del todo convincente a la hora de crear una atmósfera idónea, quedándose a medio camino entre lo falsamente infográfico y un mundo imaginario a lo Tim Burton (aquí, además, en tareas de producción).
Pero sí algo considero imperdonable en el film del kazajo es su incapacidad para ser tan gamberra como su propio título nos hacía pensar, llegando incluso a tomarse en serio a sí misma empalagando con charlatanería patriótica o tratando de encajar piezas biográficas para convencer al respetable, algo que, obviamente, sólo se traduce en rechazo visual por nuestra parte (bueno, por mi parte al menos).
Su estética de videoclip es agotadora a más no poder, con secuencias excesivamente frenéticas, artificiosas e innecesarias (la estampida de caballos o el tren repleto de plata), y que malogran en mayor medida una estimulante propuesta, tan rematadamente ridícula que podría haber llegado casi al simbolismo icónico.
Estos vampiros no aportarán nada nuevo al género (aunque confieso que los que desaparecen no me desagradaron del todo), y el resto de los personajes del film son, en su mayoría, epidérmicos (salvando al despiadado Adán), pero "Abraham Lincoln :Vampire Hunter" esconde en su meridiano unos 30 minutos muy entretenidos y plenamente disfrutables (sus cacerías nocturnas podrían haber sido muchas más), algo que agradecí, y mucho.
Lástima que el film se agote tan rápido, pues decae sin remedio hastiando al personal y provocándonos bostezos a la mínima de cambio (vamos, cuando se toca el tema político y bélico ya está todo el pescado vendido).
Asistir gratuitamente a su pre-estreno merced a los responsables del Festival de Sitges siempre nos sensibiliza y aumenta nuestra dosis de indulgencia, pero llevarte la ingrata sorpresa de un inesperado (y cada vez más odioso) 3D en la proyección equilibra la balanza crítica hasta obligarnos a ser justos con nuestra opinión.
Abreviando, estamos ante un nuevo desatino en la carrera de Burton, que apadrina un proyecto con posibilidades de sobras pero que acaba ofreciendo una aventurilla simplona, tan ruidosa como aparatosa y por desgracia, despojada del suficiente atractivo.
Estoy convencido que, con un personaje tan inusitado como Lincoln y su hacha, en manos más artesanales, hubiese podido crear un mito del fantástico, de mucha mayor envergadura de la que ahora, disfrutará.
Antes de que se me olvide, me honra señalar que pulula por ahí una versión coetánea del film, re-titulada "Abraham Lincoln Vs. Zombies", que como buen ejemplar de serie Z que se precie, se me antoja aberrante (pese a estar dirigida por un cineasta responsable de una cinta interesantísima como fue "The Man from Earth"). Quizás me atreva con ella algún día, tiempo al tiempo.
Con franqueza, el hecho de situar al distinguido ex-Presidente de los EEUU Abraham Lincoln en plena cacería vampírica es, a priori, una idea tan original como seductora, capaz de abrir un nuevo frente en el fantastique Hollywoodiense y de provocar secuelas como churros. Lástima por eso, que haya caído en las manos equivocadas.
Basada en la novela homónima de Seth Grahame-Smith, el film da comienzo con un Abraham Lincoln en plena niñez, observando aterrorizado como su madre es asesinada por un vampiro llamado Jack Barts, sin que nada ni nadie la pueda ayudar.
Hambriento de venganza y rebosante de rabia, tratará años más tarde (ya hecho todo un muchachote) de dar caza al responsable de aquél homicidio, salvando la vida de milagro gracias a la inesperada intervención de Henry Sturges (un inexpresivo y desacertado Dominic Cooper), que a partir de entonces, se convertirá en su mentor y maestro, enseñándole el arte de la lucha y desvelándole toda la verdad (bueno, no toda, que nos quedamos sin película).
Sturges le encargará misiones nocturnas al joven Lincoln, que mientras estudia derecho y trabaja en una rebotica, irá perfeccionando su arte de cazar vampiros esperando ansiosamente el día en que pueda vengarse de nuevo (Sturges le prohibe pensar en eso para no nublar su juicio).
El vampiro más peligroso de todos, un tal Adán (un más que entonado Rufus Sewell), se interpondrá no sólo en las hazañas nocturnas de Lincoln, sino también en su galopante progresión política.
Si bien el film de Bekmambetov (algún día aprenderé a pronunciarlo) posee cierto encanto gótico en según qué momentos, no resulta del todo convincente a la hora de crear una atmósfera idónea, quedándose a medio camino entre lo falsamente infográfico y un mundo imaginario a lo Tim Burton (aquí, además, en tareas de producción).
Pero sí algo considero imperdonable en el film del kazajo es su incapacidad para ser tan gamberra como su propio título nos hacía pensar, llegando incluso a tomarse en serio a sí misma empalagando con charlatanería patriótica o tratando de encajar piezas biográficas para convencer al respetable, algo que, obviamente, sólo se traduce en rechazo visual por nuestra parte (bueno, por mi parte al menos).
Su estética de videoclip es agotadora a más no poder, con secuencias excesivamente frenéticas, artificiosas e innecesarias (la estampida de caballos o el tren repleto de plata), y que malogran en mayor medida una estimulante propuesta, tan rematadamente ridícula que podría haber llegado casi al simbolismo icónico.
Estos vampiros no aportarán nada nuevo al género (aunque confieso que los que desaparecen no me desagradaron del todo), y el resto de los personajes del film son, en su mayoría, epidérmicos (salvando al despiadado Adán), pero "Abraham Lincoln :Vampire Hunter" esconde en su meridiano unos 30 minutos muy entretenidos y plenamente disfrutables (sus cacerías nocturnas podrían haber sido muchas más), algo que agradecí, y mucho.
Lástima que el film se agote tan rápido, pues decae sin remedio hastiando al personal y provocándonos bostezos a la mínima de cambio (vamos, cuando se toca el tema político y bélico ya está todo el pescado vendido).
Asistir gratuitamente a su pre-estreno merced a los responsables del Festival de Sitges siempre nos sensibiliza y aumenta nuestra dosis de indulgencia, pero llevarte la ingrata sorpresa de un inesperado (y cada vez más odioso) 3D en la proyección equilibra la balanza crítica hasta obligarnos a ser justos con nuestra opinión.
Abreviando, estamos ante un nuevo desatino en la carrera de Burton, que apadrina un proyecto con posibilidades de sobras pero que acaba ofreciendo una aventurilla simplona, tan ruidosa como aparatosa y por desgracia, despojada del suficiente atractivo.
Estoy convencido que, con un personaje tan inusitado como Lincoln y su hacha, en manos más artesanales, hubiese podido crear un mito del fantástico, de mucha mayor envergadura de la que ahora, disfrutará.
Antes de que se me olvide, me honra señalar que pulula por ahí una versión coetánea del film, re-titulada "Abraham Lincoln Vs. Zombies", que como buen ejemplar de serie Z que se precie, se me antoja aberrante (pese a estar dirigida por un cineasta responsable de una cinta interesantísima como fue "The Man from Earth"). Quizás me atreva con ella algún día, tiempo al tiempo.
Pues mira que te digo, la de bajo presupuesto aún puede tener un pase gracias a sus bajas pretensiones y que ya te la tomas a cachondeo desde el primer fotograma, pero esta se equivoca del todo con el tono serio que usa. Si se hubiera reído de sí misma, seguramente podría haber sido divertida, una lástima.
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