Nada más y nada menos que 14 años tuvieron que pasar para que "Extraños en un tren" de Alfred Hitchcock se paseara por nuestras pantallas, en ese ya lejanísimo 1965. Particularmente siento una denotada devoción por esos films que suceden en el interior de un tren, con ese incesante vaivén tan característico y unos misteriosos pasajeros dentro de nuestro compartimento complicándonos el trayecto o haciéndonoslo mucho más entretenido. Añadámosle a eso unos crímenes, unas víctimas, algún motivo desconcertante más un psicópata y ya tenemos el cóctel preparado, y si además contamos con la batuta del genio del suspense, pues está todo dicho.
Guy (Farley Granger) es un famoso campeón de tenis que viaja plácidamente en tren hasta que un desconocido llamado Bruno (Robert Walker) le reconoce, y rozando la incomodidad, entablan una peligrosa conversación.
Bruno está al día de la situación matrimonial de Guy, y le propone un crimen perfecto; un doble asesinato cruzado que casi garantizaría una mutua impunidad. Bruno libraría a nuestro joven tenista de su mujer Miriam, la cual no desea concederle el divorcio acordado e impide que Guy siga con su vida al lado de su nueva prometida. A cambio, Guy debería liquidar al padre de Bruno, para que éste se hiciera con la herencia familiar y así poder vivir como a todos nos gustaría, sin dar un palo al agua.
La conversación adquiere un tono inquietante cuando nuestro prudente protagonista se percata que su interlocutor habla más en serio que en broma, y no se esperará que su mujer Miriam aparezca asesinada días más tarde.
Ahora, según creyó acordar Bruno, le toca el turno a Guy de cumplir su trato si no quiere verse implicado como cómplice de un homicidio.
En esta ocasión, el film del cineasta británico está basado en una novela de Patricia Highsmith, y logra de manera sobradamente elegante construir una trama convincente, entretenida y muy bien desarrollada, con personajes perfilados y actuaciones acertadas.
Su mayor logro en mi opinión es el dibujo psicológico del personaje de Bruno, que se nos presenta como un niño rico ciertamente desequilibrado, inteligente y cabal pero lo suficientemente trastornado como para tomarse en serio el asunto del crimen perfecto, sin atenerse a las consecuencias que eso le pueda originar.
Robert Walker da vida a Bruno con personalidad y carácter, casi como si supiera que éste iba a ser su último papel en el cine, pues fallecería meses después con tan sólo 32 años a causa de un efecto adverso a un medicamento. De hecho, y como dato funesto, comentaré que actualmente tan sólo Patricia Hitchcock (hija de Alfred y actriz puntual en Extraños en un tren y Psicosis) es la única superviviente de todo el reparto, a día de hoy con 83 añazos.
Considerada como una obra mayor en la filmografía de su autor y nominada al Oscar por su tratamiento de la fotografía en particular, no puedo evitar tener ciertas discrepancias al respecto. A mi entender (que no es mucho de fiar, todo sea dicho) algunos recursos acertados en la cinta no son suficientes como para resaltar dicho apartado a tales niveles, ya que si bien es cierto que la escena del asesinato reflejado en los cristales de las gafas es estupenda, otras como la del tiovivo final dejan bastante que desear.
Sin restarle méritos a "Extraños en un tren", confieso que mis expectativas aún estaban por encima del acabado final, por culpa quizás de ese argumento tan y tan sugerente que hace volar a tu imaginación o por la presencia de una trama criminal dentro de un tren que acaba ligeramente frustrada (por desgracia, poco más sucede dentro de este). Sin embargo, tras un metraje de indudable calidad técnica y narrativa, se esconde lo que bajo mi criterio es una estructura sencilla, casi de manual, que me hace concebirla como una pieza de valor, sí, pero muy lejos de las mejores películas del orondo inglés.
El film adquiere cuerpo con su versión extendida (hubo una con tijeretazo Hollywoodiense), donde se desarrolla mucho más el comportamiento de Bruno, captando fenomenalmente la esencia de sus macabras intenciones y su desquiciante plan "perfecto".
Mi opinión pues sobre "Strangers on a train" es que aún siendo un film admirablemente construido y con el inconfundible sabor a Hitchcock, no logra esta vez salirse de los cánones establecidos de una época y se adolece de una coraza limitada, casi desaprovechando una grandísima oportunidad. Es un clásico, sin duda, pero no será de mis favoritos.
Una cosa más, prestad atención a la escena del mechero olvidado, ya que se convertirá en un suceso que será imitado en múltiples films posteriores como homenaje al maestro del suspense.
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miércoles, 29 de febrero de 2012
domingo, 26 de febrero de 2012
THE RIVER (2012) - SERIE TV
El Dr. Emmet Cole, muy al estilo del conocido "El cazador de cocodrilos", Steve Irvin |
El árbol con las muñecas... quizás el momento de más mal rollo |
Múltiples cámaras y todo tipo de enfoques y resoluciones... |
Los diálogos no son nada del otro mundo, y este no es realmente un punto donde se haya demostrado una gran creatividad, siendo algunos de ellos de lo más típicos y vistos ya en multitud de películas con situaciones parecidas.
En general los personajes cumplen a pesar de que presentan unas personalidades también bastante previsibles y un tanto estereotipadas, pero esto no llega a ser una molestia insalvable para intentar meterse en la historia; de no ser por uno de ellos, que creo que se hace bastante odioso desde bien al principio, Jahel Valenzuela, nativa del país, que se nos descubre como una gran conocedora de todo tipo de leyendas, signos mágicos y todo lo que se tercie, demasiado oportunamente para la resolución de los misterios planteados en cada episodio, poco creíble y quizás lo que más me ha molestado hasta ahora. La serie está planificada, según se ha dicho, en 8 episodios, asimismo según ha afirmado su creador, la serie va a ir de menos a más en cuanto a mostrar sus cartas y una creciente sensación de desasosiego al internarse cada vez más en lo desconocido. Espero que sea así y logren cerrarla convincentemente, aunque me temo que al final del 8º episodio solo descubriré que esto solo es el comienzo de una larga cuenta de temporadas. Hasta lo que he visto (4 episodios), se le ve cierto potencial, hay cosas positivas como comentaba antes, pero el esquema de episodio es quizás un poco previsible al intentar hacer pequeñas mini historias autoconclusivas en cada uno de ellos, cuando yo personalmente, preferiría una historia más abierta; y siempre parten de algún oportuno descubrimiento en alguno de los vídeos grabados y con la "inestimable" ayuda de la Valenzuela de marras...
Su episodio piloto tuvo acento patrio, al ser dirigido por Jaume Collet Serra, un cineasta que ha ido ganando prestigio gracias a películas como Sin identidad, y al que confiaron el arranque de esta serie y que debía marcar la pauta a seguir para los otros directores encargados del resto de episodios. La serie no ha tenido de momento unos grandes números de audiencia, aunque dependiendo de si logran darle un buen final, puede ser de aquellas que luego muchos espectadores rescaten gracias al efecto boca oreja. Para amantes de los misterios y a los que os guste sufrir y las situaciones tensas, esta puede ser una buena opción para lograr una dosis semanal de subida de adrenalina. Absteneros el resto y los que os mareéis con facilidad.
sábado, 25 de febrero de 2012
MYSTERY MEN (HOMBRES MISTERIOSOS) (1999)
Disfrutable sátira sobre el mundo de los superhéroes basada en los cómics homónimos del inusual Bob Burden, cuyo universo en viñetas se podría describir fácilmente como delirante y original, y que sirve al primerizo Kinka Usher (en su único film hasta la fecha) como timón argumental para presentarnos una propuesta atrevida y absurda, de abrumadora comicidad.
Tres ineptos superhéroes amateurs velan por la seguridad de los ciudadanos de Champion City, lugar con escasa afluencia vandálica y que además ya dispone de héroe, el Capitán Asombroso (idóneo Greg Kinnear), un individuo carismático repleto de espónsors que lleva años garantizando la seguridad en la ciudad.
Debido a la falta de super villanos, la popularidad del Capitán Asombroso se ha visto mermada, por lo que libera insensatamente a un eterno rival del psiquiátrico, el malvado Casanova Frankenstein (un Geoffrey Rush divirtiéndose de lo lindo) para devolverle la relevancia mediática que cree merecer.
Ante tal amenaza, nuestros intrépidos superhéroes de pacotilla deciden aumentar su banda para así ser más poderosos, y de paso, aumentar su popularidad. Roy, el cabecilla del grupo (demencial Ben Stiller), trabaja a desgana en una chatarrería durante el día junto a su mezquina encargada, pero una vez llegada la noche, se transforma en un envalentonado superhéroe llamado Mr. Furioso.
Está convencido que su verdadero poder aparece cuando desata su furia, otorgándole super fuerza y valentía sin límites (o eso creen los que le siguen, que incluso le animan con embustes de hazañas pasadas).
El segundo miembro del grupo es Jeffrey (Hank Azaria), un exótico lanzador de tenedores apodado El Rajá Azul que durante el día no sale de su cuarto ante la preocupada mirada de su madre, que no se imagina las aventuras nocturnas de su hijo, todo un presunto virtuoso de la puntería con cubertería.
Por último tenemos a Eddie (William H.Macy), un hombre casado y con un hijo que desalienta a su mujer con sus continuas salidas vespertinas, donde se hace llamar El Zapador, por su gran manejo de la pala.
Estos tres incomprendidos superhéroes tratarán de impartir justicia al precio que sea, bajo la supervisión del enmascarado Esfinge y con la inestimable ayuda de otros héroes, con poderes de índoles bien distintas (flatulencias insoportables, indemostrable invisibilidad o lanzando bolas de bowling customizadas).
La película peca de "amiguismo" en su concepción (alrededor de la figura del carismático Stiller sobre todo), pero consigue no desacreditar a nadie en absoluto y lograr un acabado estético-interpretativo más que apreciable. De hecho, esa atmósfera de complicidad se palpa en un metraje divertido a rabiar que sólo se tambalea por su excesiva duración, ya que con unos minutos menos, hubiese funcionado aún mejor.
Las interpretaciones, sin excepción, son fabulosas. Exageradas pero no sobreactuadas, estrambóticas aunque sobrias, y con un alto grado de ingenio argumental que logra dotar al conjunto de un poderoso magnetismo cómico, de notable resultado final.
Ese desfile de caras conocidas se convierte en un llamativo reclamo publicitario, tal vez buscado, pero quizás no tan pretendido como pueda parecer, y que sin duda, no molesta ni por un segundo en el desarrollo del film. Celebridades como el cineasta Michael Bay (vestido de universitario), el grupo de rap Goodie Mob (haciendo casi de sí mismos y rimando sin parar), Pras (del grupo Fu-Gees) o del propio director de la misma son la guinda a un film que, en mi opinión, merecía mayor repercusión mediática en nuestro país, pues la considero una joyita en toda regla y pienso que ha sido injustamente tratada. Momentos cumbre como ese delirante cásting de superhéroes (impagable el bailarina-man, la familia cara lápiz o el loco de los gofres), las pseudo-hazañas del grupito tratando de parecer amenazadores o los enfrentamientos entre héroes y villanos aquí excelentemente ideados, convierten a Mystery Men en quizás, la mejor comedia sobre superhéroes modernos que haya concebido el cine en la última década (con el permiso de Kick-Ass, Super y Defendor) y sin lugar a dudas, se lleva el premio a la más desmadrada de todas.
Curiosamente, los puntos fuertes del film de Usher también son su talón de Aquiles, pues contiene tanta cantidad de bromas que acaba por abrumar, perdiendo en su primer visionado parte de su encanto (necesitaría dos visionados para percibir todo su potencial).
Recomendada a los amantes de los cómics en general y de superhéroes en particular, esta película funciona muy bien en buena compañía (en un festival y en pantalla grande sería un gran gozo) y está planteada de manera desvergonzada y libre, por lo que ...huid, críticos deslenguados, que aún estáis a tiempo, ¡¡esta no es vuestra película!!
Buenas dosis de poderes absurdos, arquitecturas propias de Gaudí (el castillo de Casanova está inspirado en el genio catalán) y un reparto asombroso convierten a Hombres Misteriosos en una excelente y certera decisión a la hora de elegir una comedia diferente y original.
A nivel de anécdota me gustaría comentar que el actor Hank Azaria, "El Rajá Azul", es en realidad la voz de diversos personajes de Los Simpsons en USA, tales como Wiggun, Apu o Moe, sin duda, un hombre hecho para la comedia en cualquiera de sus formas.
Tres ineptos superhéroes amateurs velan por la seguridad de los ciudadanos de Champion City, lugar con escasa afluencia vandálica y que además ya dispone de héroe, el Capitán Asombroso (idóneo Greg Kinnear), un individuo carismático repleto de espónsors que lleva años garantizando la seguridad en la ciudad.
Debido a la falta de super villanos, la popularidad del Capitán Asombroso se ha visto mermada, por lo que libera insensatamente a un eterno rival del psiquiátrico, el malvado Casanova Frankenstein (un Geoffrey Rush divirtiéndose de lo lindo) para devolverle la relevancia mediática que cree merecer.
Ante tal amenaza, nuestros intrépidos superhéroes de pacotilla deciden aumentar su banda para así ser más poderosos, y de paso, aumentar su popularidad. Roy, el cabecilla del grupo (demencial Ben Stiller), trabaja a desgana en una chatarrería durante el día junto a su mezquina encargada, pero una vez llegada la noche, se transforma en un envalentonado superhéroe llamado Mr. Furioso.
Está convencido que su verdadero poder aparece cuando desata su furia, otorgándole super fuerza y valentía sin límites (o eso creen los que le siguen, que incluso le animan con embustes de hazañas pasadas).
El segundo miembro del grupo es Jeffrey (Hank Azaria), un exótico lanzador de tenedores apodado El Rajá Azul que durante el día no sale de su cuarto ante la preocupada mirada de su madre, que no se imagina las aventuras nocturnas de su hijo, todo un presunto virtuoso de la puntería con cubertería.
Por último tenemos a Eddie (William H.Macy), un hombre casado y con un hijo que desalienta a su mujer con sus continuas salidas vespertinas, donde se hace llamar El Zapador, por su gran manejo de la pala.
Estos tres incomprendidos superhéroes tratarán de impartir justicia al precio que sea, bajo la supervisión del enmascarado Esfinge y con la inestimable ayuda de otros héroes, con poderes de índoles bien distintas (flatulencias insoportables, indemostrable invisibilidad o lanzando bolas de bowling customizadas).
La película peca de "amiguismo" en su concepción (alrededor de la figura del carismático Stiller sobre todo), pero consigue no desacreditar a nadie en absoluto y lograr un acabado estético-interpretativo más que apreciable. De hecho, esa atmósfera de complicidad se palpa en un metraje divertido a rabiar que sólo se tambalea por su excesiva duración, ya que con unos minutos menos, hubiese funcionado aún mejor.
Las interpretaciones, sin excepción, son fabulosas. Exageradas pero no sobreactuadas, estrambóticas aunque sobrias, y con un alto grado de ingenio argumental que logra dotar al conjunto de un poderoso magnetismo cómico, de notable resultado final.
Ese desfile de caras conocidas se convierte en un llamativo reclamo publicitario, tal vez buscado, pero quizás no tan pretendido como pueda parecer, y que sin duda, no molesta ni por un segundo en el desarrollo del film. Celebridades como el cineasta Michael Bay (vestido de universitario), el grupo de rap Goodie Mob (haciendo casi de sí mismos y rimando sin parar), Pras (del grupo Fu-Gees) o del propio director de la misma son la guinda a un film que, en mi opinión, merecía mayor repercusión mediática en nuestro país, pues la considero una joyita en toda regla y pienso que ha sido injustamente tratada. Momentos cumbre como ese delirante cásting de superhéroes (impagable el bailarina-man, la familia cara lápiz o el loco de los gofres), las pseudo-hazañas del grupito tratando de parecer amenazadores o los enfrentamientos entre héroes y villanos aquí excelentemente ideados, convierten a Mystery Men en quizás, la mejor comedia sobre superhéroes modernos que haya concebido el cine en la última década (con el permiso de Kick-Ass, Super y Defendor) y sin lugar a dudas, se lleva el premio a la más desmadrada de todas.
Curiosamente, los puntos fuertes del film de Usher también son su talón de Aquiles, pues contiene tanta cantidad de bromas que acaba por abrumar, perdiendo en su primer visionado parte de su encanto (necesitaría dos visionados para percibir todo su potencial).
Recomendada a los amantes de los cómics en general y de superhéroes en particular, esta película funciona muy bien en buena compañía (en un festival y en pantalla grande sería un gran gozo) y está planteada de manera desvergonzada y libre, por lo que ...huid, críticos deslenguados, que aún estáis a tiempo, ¡¡esta no es vuestra película!!
Buenas dosis de poderes absurdos, arquitecturas propias de Gaudí (el castillo de Casanova está inspirado en el genio catalán) y un reparto asombroso convierten a Hombres Misteriosos en una excelente y certera decisión a la hora de elegir una comedia diferente y original.
A nivel de anécdota me gustaría comentar que el actor Hank Azaria, "El Rajá Azul", es en realidad la voz de diversos personajes de Los Simpsons en USA, tales como Wiggun, Apu o Moe, sin duda, un hombre hecho para la comedia en cualquiera de sus formas.
sábado, 18 de febrero de 2012
MIDNIGHT IN PARIS (2011)
Personalmente, siempre he considerado al bueno de Woody Allen como a un tipo de enorme talento con un incontestable legado cinematográfico a sus espaldas. Un modesto intelectual que nos ha dejado bellísimas películas y que ha creado un estilo de concebir y pautar un cine propio, con diálogos entrecruzados de ritmo endiablado, ironía meticulosa e inteligente, situaciones increíbles y retratos apasionantes de su Nueva York natal, a la que ha pincelado en tantas ocasiones. Su más reciente periplo europeo está resultando mucho más endeble de lo esperado, con incluso algún que otro film mediocre (Vicky Cristina Barcelona) y siendo indebidamente encumbrado por culpa de las engañosas críticas positivas hacia sus trabajos, sin duda, de los menos inspirados de su filmografía.
Su labor cinematográfica siempre ha sido mejor recibida en nuestro continente, y quizás por eso mismo, se le ha tratado con poca objetividad, alabándolo en exceso cuando menos se lo merecía.
Sus tres producciones ambientadas en Londres (Match Point, Scoop y El sueño de Cassandra) filmadas los años 2005, 2006 y 2007 respectivamente (recordad que Allen filma una película por año) no constarán entre sus mejores trabajos, pero desgraciadamente, su posterior cinta ambientada en Barcelona (Vicky Cristina Barcelona, 2008) sí que puede optar a ser su peor trabajo, y es triste que haya sido filmada cerca nuestro (en mi caso, a escasas manzanas, ya que hay escenas rodadas en Esplugues).
De todas maneras, el film que hoy rescato es el primero (¿y último?) que el neoyorkino rueda en la capital francesa, y que pienso, no ha sido lo poético que en principio se pretendía, visto lo visto.
Gil, un escritor/guionista americano soñador y bohemio (Owen Wilson) acompaña a su futura mujer y a sus futuros suegros en un viaje de negocios en Paris. Mientras él paladea el lugar en su esencia histórica (y sobre todo, literaria) e incluso pretende quedarse a vivir allí, el resto tan sólo merodean como los típicos turistas adinerados, aburriéndose en tan atractivo lugar.
Sus gustos y los de su prometida Inez (Rachel McAdams) cada vez se distancian más, en parte debido a la presencia de un antiguo profesor de ella, un pedante intelectual que estaba de paso dando conferencias y del que ella está platónicamente enamorada (o quizás, no tan platónicamente).
Un día, mientras Gil pasea en solitario por la noche parisina, caerá en un extraño hechizo pasadas las 12 que le hará viajar en el tiempo hasta épocas pasadas, donde se topará con renombrados artistas, pintores o incluso directores de cine de antaño.
Conversaciones de bar con un temperamental Ernest Hemingway, un servicial T.S.Elliot, un ingenuo Luis Buñuel o un histriónico Salvador Dalí (por cierto, Adrien Brody no era el adecuado para ese papel, creo yo) serán parte del sueño que parece vivir cada noche, en soledad y casi de manera inconfesable, nuestro encantador protagonista, al que nadie (o casi nadie) parece entender. Comenzará así un viaje a través de los tiempos parisinos, pasando por diferentes épocas (incluso la Belle Epoque) y conociendo a sus maestros de literatura, arte o música, de los cuales aprenderá más de lo que jamás habría pensado o encontrando cierta inspiración sentimental en una bella joven, que a su vez piensa también que tiempos pasados fueron mejores.
Reflexiones sobre lo realmente importante en la vida, de cómo afrontarla siendo uno mismo en nuestro presente y sobre todo, con quién eliges vivirla, serán aprendidas por el bueno de Gil, el cual acabará por tomar decisiones relevantes en su vida, incluso en el terreno sentimental.
La idea de Allen de hacer un recorrido temporal por una ciudad de indudable riqueza histórica como París es brillante, encantadora e incluso mágica, de no ser porque en esta ocasión, parece no haberse plasmado en pantalla toda la pasión que el maestro quiso reflejar.
Para empezar, se aleja un poco de su estilo narrativo (que no hay nada de malo en ello, evidentemente), pero acaba perdiendo profundidad y banaliza según que partes del guión, que flojea en demasiadas ocasiones. Sus brochazos argumentales no ayudan a captar la esencia filosófica del ensayo, que a buen seguro seria mucho más disfrutable sobre el papel que en pantalla. Personajes históricos casi garabateados (un Picasso de risa o un Dalí desajustado) se presentan de manera embarullada, aglomerándose todos en un mismo lugar y perdiendo presencia en pantalla.
El personaje principal parece una sombra de las gestualizaciones y tics del Woody Allen actor, con un Owen Wilson literalmente imitando sus neuras y nerviosismo tan característicos, incluso copiándole el encantador tartamudeo al director americano. En mi opinión, no encuentra en ningún momento el estilo que busca, quedándose en una caracterización borrosa de alguien inseguro pero valiente que necesita encontrarse a sí mismo navegando entre sueños. De hecho, su nominación en los Globos de Oro 2012 es una de esas cosas que no comprendo, entre muchas otras.
El resto del reparto no merece más atención, a excepción de la siempre impecable Kathy Bates, aquí de nuevo demostrando sus grandes capacidades y ese carisma tan innato o de una anecdótica Carla Bruni en un diminuto papel como guia turística.
Si bien es cierto que reflexiona con agudeza sobre el pasado de la ciudad, nuestra percepción de las cosas en el tiempo presente y lo absurdo que resulta vivir pensando que antes todo era mejor, también creo que no llega a construir una idea pulida de lo que realmente expone, y se le acaba yendo de las manos al realizador americano, que no consigue plasmar su idea base con suficiente credibilidad. Seguramente, se quede en un mero viaje cinematográfico entre la vieja historia europea, que en tierras americanas será, por una vez, más apreciada que aquí, tal vez por motivos culturales (nosotros vemos claramente un trazado imperfecto de estos artistas).
Por contra, logra un bonito retrato de la bella París, casi de postal turística, y repleta de calles emblemáticas y edificios fantásticos, sin abusar, como cabría esperar, de la mítica torre Eiffel.
Una sintonía central muy adecuada acompaña toda la cinta, llegando incluso a pecar de repetitiva, pese a su calidad.
En definitiva, un film emotivo, cargado de cariño por el arte y la cultura en general (claro está, Hemingway tiene más diálogo que nadie por el simple hecho de ser americano) y que respira un aire fantástico, en su vertiente más cinematográfica, pero que acaba siendo un mero reflejo de lo que podría haber sido, teniendo tantas armas a su favor. Estamos pues, ante un inconsistente film del gran Allen, que parece haber perdido fuelle en los último años y que tal vez eleve el vuelo con su siguiente propuesta para el 2012, "Nero Fiddled" rodada esta vez en Roma y retomando un papel en el reparto, lo que en mi opinión, enriquecerá el proyecto (aunque se haya colado Penélope Cruz en él).
Nominada a 4 estatuillas (director, película, guión original y dirección artística), de las cuales pienso no merece ninguna, o como máximo, el premio al guión, por su alcance cultural.
Su labor cinematográfica siempre ha sido mejor recibida en nuestro continente, y quizás por eso mismo, se le ha tratado con poca objetividad, alabándolo en exceso cuando menos se lo merecía.
Sus tres producciones ambientadas en Londres (Match Point, Scoop y El sueño de Cassandra) filmadas los años 2005, 2006 y 2007 respectivamente (recordad que Allen filma una película por año) no constarán entre sus mejores trabajos, pero desgraciadamente, su posterior cinta ambientada en Barcelona (Vicky Cristina Barcelona, 2008) sí que puede optar a ser su peor trabajo, y es triste que haya sido filmada cerca nuestro (en mi caso, a escasas manzanas, ya que hay escenas rodadas en Esplugues).
De todas maneras, el film que hoy rescato es el primero (¿y último?) que el neoyorkino rueda en la capital francesa, y que pienso, no ha sido lo poético que en principio se pretendía, visto lo visto.
Gil, un escritor/guionista americano soñador y bohemio (Owen Wilson) acompaña a su futura mujer y a sus futuros suegros en un viaje de negocios en Paris. Mientras él paladea el lugar en su esencia histórica (y sobre todo, literaria) e incluso pretende quedarse a vivir allí, el resto tan sólo merodean como los típicos turistas adinerados, aburriéndose en tan atractivo lugar.
Sus gustos y los de su prometida Inez (Rachel McAdams) cada vez se distancian más, en parte debido a la presencia de un antiguo profesor de ella, un pedante intelectual que estaba de paso dando conferencias y del que ella está platónicamente enamorada (o quizás, no tan platónicamente).
Un día, mientras Gil pasea en solitario por la noche parisina, caerá en un extraño hechizo pasadas las 12 que le hará viajar en el tiempo hasta épocas pasadas, donde se topará con renombrados artistas, pintores o incluso directores de cine de antaño.
Conversaciones de bar con un temperamental Ernest Hemingway, un servicial T.S.Elliot, un ingenuo Luis Buñuel o un histriónico Salvador Dalí (por cierto, Adrien Brody no era el adecuado para ese papel, creo yo) serán parte del sueño que parece vivir cada noche, en soledad y casi de manera inconfesable, nuestro encantador protagonista, al que nadie (o casi nadie) parece entender. Comenzará así un viaje a través de los tiempos parisinos, pasando por diferentes épocas (incluso la Belle Epoque) y conociendo a sus maestros de literatura, arte o música, de los cuales aprenderá más de lo que jamás habría pensado o encontrando cierta inspiración sentimental en una bella joven, que a su vez piensa también que tiempos pasados fueron mejores.
Reflexiones sobre lo realmente importante en la vida, de cómo afrontarla siendo uno mismo en nuestro presente y sobre todo, con quién eliges vivirla, serán aprendidas por el bueno de Gil, el cual acabará por tomar decisiones relevantes en su vida, incluso en el terreno sentimental.
La idea de Allen de hacer un recorrido temporal por una ciudad de indudable riqueza histórica como París es brillante, encantadora e incluso mágica, de no ser porque en esta ocasión, parece no haberse plasmado en pantalla toda la pasión que el maestro quiso reflejar.
Para empezar, se aleja un poco de su estilo narrativo (que no hay nada de malo en ello, evidentemente), pero acaba perdiendo profundidad y banaliza según que partes del guión, que flojea en demasiadas ocasiones. Sus brochazos argumentales no ayudan a captar la esencia filosófica del ensayo, que a buen seguro seria mucho más disfrutable sobre el papel que en pantalla. Personajes históricos casi garabateados (un Picasso de risa o un Dalí desajustado) se presentan de manera embarullada, aglomerándose todos en un mismo lugar y perdiendo presencia en pantalla.
El personaje principal parece una sombra de las gestualizaciones y tics del Woody Allen actor, con un Owen Wilson literalmente imitando sus neuras y nerviosismo tan característicos, incluso copiándole el encantador tartamudeo al director americano. En mi opinión, no encuentra en ningún momento el estilo que busca, quedándose en una caracterización borrosa de alguien inseguro pero valiente que necesita encontrarse a sí mismo navegando entre sueños. De hecho, su nominación en los Globos de Oro 2012 es una de esas cosas que no comprendo, entre muchas otras.
El resto del reparto no merece más atención, a excepción de la siempre impecable Kathy Bates, aquí de nuevo demostrando sus grandes capacidades y ese carisma tan innato o de una anecdótica Carla Bruni en un diminuto papel como guia turística.
Si bien es cierto que reflexiona con agudeza sobre el pasado de la ciudad, nuestra percepción de las cosas en el tiempo presente y lo absurdo que resulta vivir pensando que antes todo era mejor, también creo que no llega a construir una idea pulida de lo que realmente expone, y se le acaba yendo de las manos al realizador americano, que no consigue plasmar su idea base con suficiente credibilidad. Seguramente, se quede en un mero viaje cinematográfico entre la vieja historia europea, que en tierras americanas será, por una vez, más apreciada que aquí, tal vez por motivos culturales (nosotros vemos claramente un trazado imperfecto de estos artistas).
Por contra, logra un bonito retrato de la bella París, casi de postal turística, y repleta de calles emblemáticas y edificios fantásticos, sin abusar, como cabría esperar, de la mítica torre Eiffel.
Una sintonía central muy adecuada acompaña toda la cinta, llegando incluso a pecar de repetitiva, pese a su calidad.
En definitiva, un film emotivo, cargado de cariño por el arte y la cultura en general (claro está, Hemingway tiene más diálogo que nadie por el simple hecho de ser americano) y que respira un aire fantástico, en su vertiente más cinematográfica, pero que acaba siendo un mero reflejo de lo que podría haber sido, teniendo tantas armas a su favor. Estamos pues, ante un inconsistente film del gran Allen, que parece haber perdido fuelle en los último años y que tal vez eleve el vuelo con su siguiente propuesta para el 2012, "Nero Fiddled" rodada esta vez en Roma y retomando un papel en el reparto, lo que en mi opinión, enriquecerá el proyecto (aunque se haya colado Penélope Cruz en él).
Nominada a 4 estatuillas (director, película, guión original y dirección artística), de las cuales pienso no merece ninguna, o como máximo, el premio al guión, por su alcance cultural.
jueves, 16 de febrero de 2012
NO HABRÁ PAZ PARA LOS MALVADOS (2011)
Me tengo que remontar a diez años atrás para encontrar otra interpretación de José Coronado que me quedara grabada en la retina, fue en la durísima La vida de nadie dirigida por Eduard Cortés, en la que daba vida a un padre de familia que llevaba una doble vida haciendo ver que trabajaba, mientras en realidad se dedicaba a estafar a amigos y familiares y vivir del dinero que les sacaba, y cuyo personaje acababa cayendo en una espiral autodestructiva sin salida. De cara a la próxima edición de Los Goya, No habrá paz para los malvados es una de las películas que cuenta con más candidaturas (14 nada menos), después de verla, me parece bastante plausible pensar que el galardón a mejor actor pueda recaer merecidamente en sus manos. La historia nos presenta a Santos Trinidad (Coronado), gran policía en el pasado pero venido a menos a raíz de un suceso trágico que le marcó profundamente, en la actualidad malvive en el departamento de personas desaparecidas, donde a duras penas es capaz de cumplir con sus responsabilidades. Una noche a altas horas de la madrugada y volviendo de una más de sus borracheras, para a mear en un polígono industrial, las casualidades de la vida hacen que vea las luces encendidas en un local llamado Leidys (un puticlub de carretera, vamos), donde decide entrar a tomar una "última" copa.
Una vez dentro, las circunstancias acaban desembocando en un tiroteo donde Santos termina con la vida de los tres presentes: una chica que estaba detrás de la barra, un matón y el amo del local (quien pocos momentos antes le había soltado esta frase: "Todos podemos tener un mal día", y vaya si tenía razón...). Viendo la que acaba de liar, decide limpiar toda prueba que pueda llegar a incriminarle, registrando de arriba a bajo el puticlub y llevándose el vídeo de la cámara de vigilancia. Sin embargo una cuarta persona estaba escondida y logra huir antes de que pueda acabar con ella. A partir de ese momento se abren dos frentes que marcan el desarrollo del film: por un lado la investigación que lleva a cabo nuestro protagonista para poder localizar al último testimonio de la matanza, cargárselo y poder pasar página a este triste suceso; mientras que en el segundo tenemos el caso del triple asesinato que empieza a ser investigado por otra unidad de la policía dirigida por la juez Chacón, y que poco a poco va estrechando el cerco para atrapar al culpable. Por si todo esto no fuera suficiente, ambas líneas argumentales se ven reforzadas con una sorpresa que otorga una mayor profundidad a la trama, yendo más allá de lo que parecía el típico caso de tráfico de drogas, con un tema de mucha actualidad en los últimos años, y sobre el que no diré nada para evitar que el que no la haya visto me maldiga mientras grita: Spoiler!!! Por cierto, el nombre de nuestro protagonista me parece que guarda un cierto guiño hacia esta tercera línea argumental... ya me diréis si también os lo parece.
El film estaría enmarcado dentro del thriller policíaco, pero teñido con algunos toques de cine negro muy característicos: de esas historias en las que se nos presenta a un personaje que ha sido maltratado por la vida y que está de vuelta de todo, que hace tiempo ha perdido el rumbo, un policía desaliñado y acostumbrado a tratar con lo peor de la sociedad, que vive en un cuchitril, habitual de los bares más grises a cualquier hora del día, donde si no se toma un cubata no puede enfrentarse a su día a día, y que por casualidades de la vida se encuentra en medio de un fregado del que, de entrada, parece complicado que se vaya a librar. Así pues, con todos estos ingredientes, lo único que hacía falta era un guión que supiera jugar bien sus bazas y sacar provecho de un actor que con su sola presencia en pantalla, nos tiene ganada la partida desde buen comienzo. Afortunadamente el guión es bastante solvente y logra sacar adelante con elegancia, de la mano del director Enrique Urbizu, lo que acaba siendo un buen entretenimiento en el que el ritmo general no decae, pero en el que a veces se echa de menos algo más de garra para resultar más contundente.
Hay que agradecer que ha sabido evitar el efectismo vacío que muchas producciones americanas suelen meter con calzador en este tipo de obras. Aquí en cambio tenemos pocas escenas de acción, pero bien hechas, bastante creíbles y bien distribuidas a lo largo del metraje. En cuanto a las actuaciones, todos cumplen de forma correcta, a excepción de Coronado que sobresale por encima y que con su aspecto dejado, una mirada dura y la imagen que nos ofrece su personaje, logra despertar en nosotros toda una serie de emociones encontradas, desde la repulsión por ver los métodos de alguien que ha caído muy bajo a una cierta compasión en ciertos momentos. Una lograda caracterización por su parte, de lo mejor de su carrera. Si tengo que buscarle algún otro aspecto negativo, quizás sería el hecho de no desarrollar los personajes más allá de lo imprescindible, quedándome la sensación de que perfilando alguno de ellos un poco más, el conjunto habría ganado algunos enteros, aunque tampoco es algo que llegue a afectar en gran manera mi apreciación final.
Un buen film de cosecha nacional, claramente por encima de la media, para todos aquellos que disfrutéis degustando un thriller duro, amargo y sin concesiones, tenéis una cita con Santos Trinidad.
Una vez dentro, las circunstancias acaban desembocando en un tiroteo donde Santos termina con la vida de los tres presentes: una chica que estaba detrás de la barra, un matón y el amo del local (quien pocos momentos antes le había soltado esta frase: "Todos podemos tener un mal día", y vaya si tenía razón...). Viendo la que acaba de liar, decide limpiar toda prueba que pueda llegar a incriminarle, registrando de arriba a bajo el puticlub y llevándose el vídeo de la cámara de vigilancia. Sin embargo una cuarta persona estaba escondida y logra huir antes de que pueda acabar con ella. A partir de ese momento se abren dos frentes que marcan el desarrollo del film: por un lado la investigación que lleva a cabo nuestro protagonista para poder localizar al último testimonio de la matanza, cargárselo y poder pasar página a este triste suceso; mientras que en el segundo tenemos el caso del triple asesinato que empieza a ser investigado por otra unidad de la policía dirigida por la juez Chacón, y que poco a poco va estrechando el cerco para atrapar al culpable. Por si todo esto no fuera suficiente, ambas líneas argumentales se ven reforzadas con una sorpresa que otorga una mayor profundidad a la trama, yendo más allá de lo que parecía el típico caso de tráfico de drogas, con un tema de mucha actualidad en los últimos años, y sobre el que no diré nada para evitar que el que no la haya visto me maldiga mientras grita: Spoiler!!! Por cierto, el nombre de nuestro protagonista me parece que guarda un cierto guiño hacia esta tercera línea argumental... ya me diréis si también os lo parece.
El film estaría enmarcado dentro del thriller policíaco, pero teñido con algunos toques de cine negro muy característicos: de esas historias en las que se nos presenta a un personaje que ha sido maltratado por la vida y que está de vuelta de todo, que hace tiempo ha perdido el rumbo, un policía desaliñado y acostumbrado a tratar con lo peor de la sociedad, que vive en un cuchitril, habitual de los bares más grises a cualquier hora del día, donde si no se toma un cubata no puede enfrentarse a su día a día, y que por casualidades de la vida se encuentra en medio de un fregado del que, de entrada, parece complicado que se vaya a librar. Así pues, con todos estos ingredientes, lo único que hacía falta era un guión que supiera jugar bien sus bazas y sacar provecho de un actor que con su sola presencia en pantalla, nos tiene ganada la partida desde buen comienzo. Afortunadamente el guión es bastante solvente y logra sacar adelante con elegancia, de la mano del director Enrique Urbizu, lo que acaba siendo un buen entretenimiento en el que el ritmo general no decae, pero en el que a veces se echa de menos algo más de garra para resultar más contundente.
Hay que agradecer que ha sabido evitar el efectismo vacío que muchas producciones americanas suelen meter con calzador en este tipo de obras. Aquí en cambio tenemos pocas escenas de acción, pero bien hechas, bastante creíbles y bien distribuidas a lo largo del metraje. En cuanto a las actuaciones, todos cumplen de forma correcta, a excepción de Coronado que sobresale por encima y que con su aspecto dejado, una mirada dura y la imagen que nos ofrece su personaje, logra despertar en nosotros toda una serie de emociones encontradas, desde la repulsión por ver los métodos de alguien que ha caído muy bajo a una cierta compasión en ciertos momentos. Una lograda caracterización por su parte, de lo mejor de su carrera. Si tengo que buscarle algún otro aspecto negativo, quizás sería el hecho de no desarrollar los personajes más allá de lo imprescindible, quedándome la sensación de que perfilando alguno de ellos un poco más, el conjunto habría ganado algunos enteros, aunque tampoco es algo que llegue a afectar en gran manera mi apreciación final.
Un buen film de cosecha nacional, claramente por encima de la media, para todos aquellos que disfrutéis degustando un thriller duro, amargo y sin concesiones, tenéis una cita con Santos Trinidad.
martes, 14 de febrero de 2012
MALPERTUIS (1971)
Desconcertante film del belga Harry Kümel, que contó con un Orson Welles en el reparto casi en forma de reclamo (en realidad, Kümel era fan de Welles) y una sugerente puesta en escena difícil de etiquetar.
Adaptando la exuberante novela homónima de Jean Ray (el llamado Poe belga), Kümel arranca el film presentando a un joven marinero llamado Jan, que es requerido por su tío Cassavio (Orson Welles) para que se haga cargo de su inmensa fortuna y de su laberíntica mansión "Malpertuis", ya que está agonizando en sus últimos días de vida y necesita un heredero adecuado.
El efebo marinero (inexpresivo pero magnético) vivirá una experiencia indescriptible, totalmente onírica, en el amplio significado de la palabra.
Dentro del caserón, todo parece un sueño, desde el servicio hasta sus familiares, pasando por un "encamado" Cassavio, pura esencia divina en toda regla.
Nadie tiene el beneplácito del tío moribundo, pero su cordura es tan abrumadora y su presencia tan escalofriante que sólo es propia de un ser superior, como si del mismísimo Todopoderoso se tratase.
Muchos esperan la muerte de Cassavio cual buitres la carnaza, pero cuando el albacea redacta el testamento en cuestión, todos descubrirán un horroroso secreto que les obligará a replantearse sus vidas tal y como las conciben. Entraremos entonces en una espiral de pesadilla, donde lo imprevisible se hace realidad y la cordura coral da paso a la locura más insana, dentro de un marco sutilmente terrorífico y emocionalmente confuso (de hecho, se roza el incesto y la perversión).
Seremos testigos de lo que esconde el ser humano en su interior, de que todos tenemos un pecado capital que cometer para salvar nuestros intereses, por cínicos que estos sean y lo que podamos llegar a hacer para salvaguardarlos, aunque haya que cometer algún que otro crimen. Indescriptible pero inteligente en su concepción, este film es un extraordinario pasaje hacia otra realidad, hacia un mundo de fantasmales individuos que bailan entre la verdadera percepción de las cosas y el onirismo, un ejercicio fílmico tan fascinante como confuso que trasladará al atrevido espectador a una mansión tan misteriosa como laberíntica. Un viaje astral de nuestros sentidos cinéfilos. Aquí, personajes y actores se fusionan de manera extraña, y me impide realizar un desglose interpretativo de carácter cualitativo, sino más bien, de carisma presencial. Orson Welles irradia divismo y divinidad a partes iguales, y tan sólo el cabezal de su enorme lecho en forma de aureola le otorga un minimalista recurso para ultimar su personaje, ya de por sí, inigualable.
Actrices que hacen 5 papeles diferentes, actores con excesiva libertad creativa o un desfile de sobreactuaciones permitidas otorgan un crédito surrealista a la dirección artística, que de peculiar resulta atractiva. Y persuade, sin duda.
Especial mención a la fotografía, casi plasmada al óleo y con una gama de colores tan sencilla como perfecta en su composición, de una belleza sin igual y con un alto manejo de la sensibilidad en imágenes, de sublime factura.
Espiritual, lúgubre, erótico y arriesgado, Malpertuis es un cine muy diferente que necesita una integración intelectual fuera de lo habitual en la retina actual, como si un indigesto plato exótico estuviéramos degustando y del que no sabemos muy bien sus ingredientes. Un fabuloso (y muy inesperado) tercer acto nos acaba de perturbar sin compasión, redondeando una historia bella e hipnótica pero muy alejada de lo comercial, por lo que abstenerse el público menos temerario.
La manera de plasmar realidades convergentes junto con ese argumento (tremendamente original cuando acuña la mitología) son sus mejores bazas, pero por contra, se intuye cierta desorientación actoral y un tufillo de improvisación escénica que enturbia su resultado final, muy estimulante pero algo borroso.
Sin duda alguna, estamos ante un film que pasó muy desapercibido por todo el mundo (pese a llevarse el premio al mejor guión en Sitges de 1973) de manera inmerecida, y que empujo a rescatarlo por su sabor tan singular. La esencia de un cine tan desconocido como interesante, una manera muy peculiar de enfocar el terror, siendo más psicológico que efectista. Sin duda, un descubrimiento muy enriquecedor.
Adaptando la exuberante novela homónima de Jean Ray (el llamado Poe belga), Kümel arranca el film presentando a un joven marinero llamado Jan, que es requerido por su tío Cassavio (Orson Welles) para que se haga cargo de su inmensa fortuna y de su laberíntica mansión "Malpertuis", ya que está agonizando en sus últimos días de vida y necesita un heredero adecuado.
El efebo marinero (inexpresivo pero magnético) vivirá una experiencia indescriptible, totalmente onírica, en el amplio significado de la palabra.
Dentro del caserón, todo parece un sueño, desde el servicio hasta sus familiares, pasando por un "encamado" Cassavio, pura esencia divina en toda regla.
Nadie tiene el beneplácito del tío moribundo, pero su cordura es tan abrumadora y su presencia tan escalofriante que sólo es propia de un ser superior, como si del mismísimo Todopoderoso se tratase.
Muchos esperan la muerte de Cassavio cual buitres la carnaza, pero cuando el albacea redacta el testamento en cuestión, todos descubrirán un horroroso secreto que les obligará a replantearse sus vidas tal y como las conciben. Entraremos entonces en una espiral de pesadilla, donde lo imprevisible se hace realidad y la cordura coral da paso a la locura más insana, dentro de un marco sutilmente terrorífico y emocionalmente confuso (de hecho, se roza el incesto y la perversión).
Seremos testigos de lo que esconde el ser humano en su interior, de que todos tenemos un pecado capital que cometer para salvar nuestros intereses, por cínicos que estos sean y lo que podamos llegar a hacer para salvaguardarlos, aunque haya que cometer algún que otro crimen. Indescriptible pero inteligente en su concepción, este film es un extraordinario pasaje hacia otra realidad, hacia un mundo de fantasmales individuos que bailan entre la verdadera percepción de las cosas y el onirismo, un ejercicio fílmico tan fascinante como confuso que trasladará al atrevido espectador a una mansión tan misteriosa como laberíntica. Un viaje astral de nuestros sentidos cinéfilos. Aquí, personajes y actores se fusionan de manera extraña, y me impide realizar un desglose interpretativo de carácter cualitativo, sino más bien, de carisma presencial. Orson Welles irradia divismo y divinidad a partes iguales, y tan sólo el cabezal de su enorme lecho en forma de aureola le otorga un minimalista recurso para ultimar su personaje, ya de por sí, inigualable.
Actrices que hacen 5 papeles diferentes, actores con excesiva libertad creativa o un desfile de sobreactuaciones permitidas otorgan un crédito surrealista a la dirección artística, que de peculiar resulta atractiva. Y persuade, sin duda.
Especial mención a la fotografía, casi plasmada al óleo y con una gama de colores tan sencilla como perfecta en su composición, de una belleza sin igual y con un alto manejo de la sensibilidad en imágenes, de sublime factura.
Espiritual, lúgubre, erótico y arriesgado, Malpertuis es un cine muy diferente que necesita una integración intelectual fuera de lo habitual en la retina actual, como si un indigesto plato exótico estuviéramos degustando y del que no sabemos muy bien sus ingredientes. Un fabuloso (y muy inesperado) tercer acto nos acaba de perturbar sin compasión, redondeando una historia bella e hipnótica pero muy alejada de lo comercial, por lo que abstenerse el público menos temerario.
La novela original |
Sin duda alguna, estamos ante un film que pasó muy desapercibido por todo el mundo (pese a llevarse el premio al mejor guión en Sitges de 1973) de manera inmerecida, y que empujo a rescatarlo por su sabor tan singular. La esencia de un cine tan desconocido como interesante, una manera muy peculiar de enfocar el terror, siendo más psicológico que efectista. Sin duda, un descubrimiento muy enriquecedor.