PAGES

martes, 8 de noviembre de 2011

UN CONDENADO A MUERTE SE HA ESCAPADO (1956)

Alejándome de mis habituales elecciones cinéfilas, me dejé convencer para ver una cinta mítica del cine francés de la década de los 50, con la intención de conseguir hacer un poco de terapia de choque y enfrentarme a nuevos retos.
El reputado director francés Robert Bresson realizó una trilogía carcelaria que comprendía en primer lugar "Un condenado a muerte se ha escapado" (1956), le siguió Pickpocket (1959) y por último "El proceso de Juana de Arco" (1962), todas ellas con un trasfondo presidiario que le tocaba de cerca, ya que el mismo Robert fue aprisionado y encarcelado durante la Segunda Guerra Mundial.
Esta vez nos detendremos en la primera realización de esta trilogía para analizarla un poco más de cerca. Se trata del relato autobiográfico de André Devigny, un preso real que narró su hazaña de fugarse de la prisión de Montluc a pocos días de ser fusilado por los nazis. Una historia repleta de momentos críticos donde tu vida pende de un hilo a cada segundo que pasa y donde muy pocos consiguen armarse del valor suficiente como para intentar la fuga en tales circunstancias.
El relato comienza con el teniente Fontaine (miembro de la resistencia francesa en la Segunda Guerra Mundial) tratando de huir sin éxito del vehículo que lo conduce preso hasta la cárcel de Montluc, ante la inoperante mirada de sus acompañantes, estáticos y sin ánimo alguno ya de conseguir la libertad.
Una vez en su celda, Fontaine comienza a elaborar un arriesgado plan de fuga que le obligará a rascar las gruesas maderas de su portón con una cuchara afilada durante largas horas, crear una cuerda resistente con los alambres de su viejo somier o fabricarse un gancho lo suficientemente seguro con el que poder escalar.
Horas antes de su ineludible fusilamiento, le obligan a compartir celda con un nuevo preso, del que no sabe nada en absoluto y se debate entre desconfiar de él o contarle forzosamente sus planes de fuga.
La adaptación cinematográfica de los hechos no podía ser más veraz. Actores no profesionales, misma cárcel de Montluc donde estuvo André, misma vestimenta y una filmación extremadamente sobria y seria como pocas hemos visto. Un cine en estado "puro", donde no hay ni rastro de artificios, ningún efecto de realización posterior y ni tan siquiera una orquestación musical que adorne el producto. Ciertamente es un cine alejado de lo comercial, con una narración pausada, casi desquiciante, pero que esconde un sentido cinematográfico sin discusión, hecho que si se consigue degustar apropiadamente nos traslada sin remisión a ese castigo psicológico que era estar en esa situación.
Lo primero que me viene a la mente es que se ha conseguido por encima de todo una sensación de realismo enmudecedor, una capacidad increíble de acercarnos a esa agobiante prisión a través de una lente que no está para florituras ni trucos. Todo lo que vemos y vivimos es exactamente lo mismo que vivió André, ya que el maestro Bresson así lo exigió. Veracidad y adaptación de los hechos por encima de los demás factores.
Como puntos menos brillantes del film (que no malos), podríamos nombrar la inexpresividad de su protagonista, un inexperto actor que no alcanza a dibujar las desdichas de alguien con temor continuo a morir y que procura luchar por su vida. Sinceramente creo que se podrían haber conseguido más matices con alguien más experto en la profesión. El uso del blanco y negro en esta ocasión, pese a ser un recurso necesario y efectivo, no logra sorprendernos ni fascinarnos. Se limita a cumplir una función de índole empírica y huye de la pedantería cinematográfica, empequeñeciendo ligeramente mi apreciación (creo que con un uso impresionista hubiera quedado genial).
Su exquisitez se la achaco a ese punto tan formal del que hace gala y que la convierte en una pieza de una sensatez extrema, que obliga a alabarla como merece sin compasión.
Animo a espectadores de paladares exigentes que devoren esta joya del cine vecino, porque una vez acabada y bien digerida (importante, ya que se entiende mucho mejor después de unas horas de reflexión) se convierte en un fantástico ejemplo de cine sin millones de por medio, tan sólo un excelente trabajo de profesionales del cine.

3 comentarios:

  1. A mí me encantó, la lentitud y sobriedad de puesta en escena son imprescindibles para desnudar de todo tipo de artificio la historia mostrándola tal cual era (y en este caso el toque expresionista la hubiera falseado) y poder reflejar la realidad allí dentro con un ritmo de vida sin alicientes, lento, desilusionante. De cárceles hace años que te digo que tienes que ver La evasión (Le trou) de Beckett, desde mi punto de vista superior a esta (la tengo en dos ediciones, incluida la de Criterion si recuerdo bien). Como curiosidad te diré que tengo que escribir la crónica de una de carceles de mujeres (Sin remisión) y que sin saber que estabas viendo esta de Bresson, yo empecé la de Pickpocket, o sea que en breve estará aquí también. Me gusta que te atrevas con este tipo de cine, cualquier día me sorprendes con algún clásico del neorrealismo italiano... El limpiabotas sería un buen inicio.

    ResponderEliminar
  2. Antes debes vértelas con Pink Flamingos...que no sea yo sólo el osado....Yo creo que la hubiera vuelto más profunda ese toque expresionista, como acabar de meternos en un estado de ánimo. De la otra manera peca un pelín incluso de documentaloide.

    ResponderEliminar
  3. Mira Le Trou y hablamos, yo por mi parte me acabare Kin Dza Dza un dia de estos, que no es poco... ves montandote el dia 25 para el phenomena...

    ResponderEliminar