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jueves, 10 de noviembre de 2011

BEDLAM, HOSPITAL PSIQUIÁTRICO (1946)

Nos situamos en Londres en el año 1761, durante un paseo en carroza, Lord Mortimer (Billy House) acompañado de la joven Nell Bowen (Anna Lee), encuentran cortado su camino. Uno de los reclusos del hospital mental St. Mary’s of Bethlehem acaba de caer de una de las ventanas al intentar escapar de allí y la muchedumbre se agolpa para saber que ha pasado. Al acercarse para echar un vistazo descubren con sorpresa que el muerto no es realmente uno de los internados allí, sino un afamado poeta londinense llamado Colby que acababa de ser contratado por el mismo Lord Mortimer para amenizar una fiesta que estaba preparando.
Ante tal desgracia y por haber perdido 20 Guineas que había adelantado por su trabajo, Lord Mortimer hace venir al director del centro, un tal George Sims (Boris Karloff), para pedirle explicaciones. Este se excusa haciendo gala de una gran labia con una historia un tanto extraña acerca de lo que pasó realmente durante el accidente, no acabando de convencer a Nell que empieza a sospechar de este taimado personaje. A modo de compensación, Sims les ofrece visitar el sanatorio y un espectáculo durante la fiesta de Lord Mortimer haciendo representaciones con algunos de sus enfermos mentales. Durante la fiesta, estos acaban siendo objeto de burla y mofa continua por todos los invitados, a excepción de Nell, que empieza a ser consciente en toda su magnitud de la precariedad de condiciones con la que deben vivir estas personas en manos de un sádico sin escrúpulos como Sims. Desde ese momento el objetivo de Nell será intentar mejorar las condiciones de vida de los internos, cosa que le enfrenta al director del centro que ve amenazada su cómoda posición, y que urde un plan para intentar deshacerse de ella de la forma más definitiva que uno pueda pensar, logrando que la ingresen por loca en su centro.
La película sirve como crítica histórica a las lamentables condiciones de vida y el brutal tratamiento que sufrían las personas recluidas en el centro de salud mental de St. Mary’s of Bethlehem, el primer hospital de Inglaterra que trató enfermos mentales, y que a pesar de crearse con toda la buena intención del mundo, con el paso del tiempo las condiciones de vida allí dentro fueron degenerando hasta límites insospechados. Por aquel entonces los propios ciudadanos de Londres deformaron el nombre del hospital por el de Bedlam, que vendría a ser algo como "confusión" y que puede dar una idea de su mal funcionamiento y dejadez, llegando a permitir que cualquiera que quisiera pudiera entrar allí a reírse de los ingresados por el mísero pago de dos peniques. Asimismo podemos ver los tribunales que se organizaban para juzgar si mentalmente una persona estaba cuerda o no, dejando bien claro que si alguien te quería encerrar, con algunos comentarios malintencionados y un pequeño soborno, lo podías tener muy peliagudo, cosa que queda bien clara aquí. Si bien su arranque es prometedor, no termina de funcionar todo lo bien que era de esperar por una falta de ritmo en algunos pasajes al combinar escenas supuestamente de terror con otras más bien cómicas que acaban por restar seriosidad a la producción. Para mí, su punto más flaco es el no conseguir trasladar de una forma más punzante el teórico mal ambiente que se vivía en Bedlam, es aquí donde las escenas carecen de la dureza necesaria para que nos creamos lo que nos están contando. Es una lástima que al interior del sanatorio no se le diera un aspecto más lúgubre y permitirnos ver escenas con algunos de los residentes siendo maltratados o percibir mejor su enajenación, eso habría hecho mejorar mucho mi consideración.
Lo mejor de todo es el personaje de Karloff, inteligente pero desagradable a la vez, que con su sola presencia hace que la película gane enteros cada vez que aparece, permitiéndonos disfrutar con el seseo tan característico de su voz mientras hace uso de sus argucias argumentales para manipular a los que le rodean y lograr sus objetivos. Son estos diálogos con Lord Mortimer y con la joven Nelly lo más interesante, y me habría gustado que tuvieran aún más minutos de enfrentamientos verbales.
Una obra sencilla pero que no carece de interés para volver a comprobar la gran profesionalidad de todo un referente como Karloff, capaz de meterse en multitud de papeles a lo largo de su carrera, normalmente, eso sí, como el malo de la función.

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