Regina (Audrey Hepburn) disfruta de unas vacaciones en la nieve mientras reflexiona pedirle divorcio a su marido de vuelta a París. Casualmente, se topará con un apuesto caballero (Cary Grant), que llamará su atención y conseguirá despertar en ella un sutil interés.
Ya en París, Regina descubre que su casa está misteriosamente vacía y que su marido ha sido asesinado. Según parece, estaba involucrado en asuntos muy peligrosos y tenía en su poder una gran cantidad de dinero del que ella parece no tener conocimiento.
La mujer comienza entonces a sufrir un fuerte acoso por diferentes individuos que creen firmemente que ella esconde el botín.
Por un lado, tres hombres que asisten al funeral de su marido parecen demasiado interesados en recuperar su parte del dinero y comenzarán una incesante persecución hacia Regina, amenazándola incluso a punta de pistola.
La repentina aparición del apuesto galán en casa de ésta y su súbito interés en esos turbios asuntos, también harán levantar sospechas, acompañado además de sus continuos engaños y cambios de identidad .
Y por último, el responsable de la embajada americana, Hamilton Bartholemew (Walter Matthau) que parece estar detrás de todo el entramado de manera sospechosa.
Las confusas pistas sobre el asesinato de su marido y su desconocido pasado convertirán la vida de Regina en una continua e intrigante espiral de muertes y malentendidos de los que ella trata de huir desesperadamente.
Nadie es lo que parece a su alrededor, y la desconfianza de la parisina crece hasta lo indecible, pero deberá descubrir quién está de su lado para salir con vida. Un film de intriga con toques de humor y vertiente romántica que sabe sacar a relucir lo mejor de estos dos reconocidos intérpretes, con una química incontestable en pantalla y una destacable labor actoral.
Cary Grant (con casi 60 años) está fabuloso en su papel de misterioso y atractivo Peter Joshua (entre otros nombres), con muchas y diferentes caretas que despistan al espectador tanto como lo está la Hepburn a lo largo de la película.
Audrey por su parte, y sin ser muy admirador de su persona, también borda su caracterización de esposa desencantada e ingenua que enamora a quién la observa, dejando a la cámara prendada de su belleza casi tanto como al espectador.
El séquito de secundarios de lujo tampoco desentona en absoluto, destacando a un genial Walter Matthau, divertido y locuaz; a un entregado y sobrio James Coburn o a un peligroso homicida con la mano metálica encarnado hábilmente por George Kennedy.
La trama resulta simpática a la vez que interesante, con notables diálogos y buenas secuencias dignas de los mejores thrillers, adornada con giros de guión oportunos (¿tal vez demasiados?) y una buena pero delatora fotografía, resaltando expresamente los modelitos lucidos por nuestra protagonista durante todo el metraje.
Algunos enamorados llegaron a catalogar esta obra de la siguiente manera:
- Es el mejor film de Hitchcock que no hiciera Hitchcock.
Y cierto es que se respira la esencia del maestro como si de una película suya se tratase.
Por otro lado, el título "Charada" hace referencia directa a un pasatiempo muy extendido en Francia que trata de adivinar palabras con algunas pocas pistas, ajustándose aquí hábilmente al lenguaje cinematográfico, donde con información algo dispersa y confusa, se ha de descubrir el entuerto. Uno de los inconvenientes de producción fue la diferencia de edad entre los protagonistas (25 años entre ellos), por lo que Grant exigió unos pequeños cambios hacia su personaje.
En primer lugar, suavizaría su relación con Audrey para no resultar ciertamente inoportuna, siendo ella la que le persuada más a él para evitar malentendidos indeseados.
En segundo lugar, bromearía sobre su edad para así restarle importancia y haría más consecuente la relación, del todo atrevida para la época.
El resultado es una obra que sabe jugar bien sus cartas y hace de su visionado un agradable viaje a una época muy emblemática, a una París fantásticamente inmortalizada (sus mercados filatélicos, estaciones de metro, sus calles, la verdadera embajada americana...), que acoge una historia de amor, espías y asesinos como pocas veces se ha logrado.
Tuvo un remake algo indigno en el 2002 llamado "La verdad sobre Charlie" y protagonizado por un inapropiado Mark Wahlberg, que sólo consiguió agrandar la leyenda de ésta, que con diferencia, le gana por goleada.
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