PAGES

miércoles, 24 de agosto de 2011

MATINEE (1993)

En plena crisis con los misiles cubanos, un cineasta de películas de terror de serie B llega a Cayo Hueso, Florida, donde hay una base naval americana, para estrenar su nuevo film Mant, medio hombre, medio hormiga.
Incorpora novedades dentro del espectáculo cinematográfico, como el Rumblerama (aquí lo llaman Retumbarama) o el Atomovisión, que intentan meter (literalmente) al espectador dentro de la película.
Sus métodos son provocar pequeñas descargas en los asientos en momentos clave de la película, firmar un documento antes de entrar a ver el film por si falleces de miedo, hacer coincidir explosiones reales con las de la proyección o simplemente, hacer entrar en escena a un verdadero hombre con cabeza y manos de hormiga.
El cineasta en cuestión es Lawrence Woolsey, un showman de Hollywood que aprovecha el temor por un posible bombardeo a la ciudad para provocar terror de verdad, yendo más allá de lo que la gente espera.
Claramente inspirado en William Castle, un cineasta muy peculiar que emulaba a Hitchcock con su puro y su silueta, además de por garantizarse sus cameos en todos sus films. Responsable de grandes películas como House on Haunted Hill (1959) o The Tingler (1959) ambas con Vincent Price y que inventó justamente el truco de las descargas, lo llamó Tingler.Joe Dante supo dirigir con soltura este tributo a las cintas de terror de serie B de los 50 donde, por desgracia, tampoco faltan los romances adolescentes.
La historia del director Woolsey es interesante, irónica y sobriamente interpretada por un inspirado John Goodman, pero se ve rodeado de pequeñas tramas de menor calibre enfocadas para un público más tiernecito.
Las relaciones del grupito adolescente sobran, sobre todo la del poeta ex-novio de la chica que acaba organizando el desmadre, o la chica defensora de los derechos humanos, inclasificable de paliza que llega a resultar.
Aún entorpecida por estas subtramas, la película sostiene el encanto y me declaro defensor de su causa, al intentar unir a un público adolescente con un tipo de cine gratificante de re-descubrir, procurando ofrecer al espectador de los 90 una dosis de alegría y terror fantástico de aquella época. Detalles destacables hay varios, ya que es un constante homenaje a esos años (que me encantan, como habéis podido observar) y nos regala escenas como esa película dentro de la película, Mant, donde surgen actores míticos de aquellos días como Kevin McCarthy o cuando los niños escuchan a escondidas vinilos con "improperios" considerados fuertes en la época de los 50. La aparición de Dick Miller ya no es sorpresa en las películas de Dante (¿saldrá en todas?) y los guiños cinéfilos campan a sus anchas en esta encomiable filmación que no traspasa nuestra retina pero si se acomoda en nuestras mentes con facilidad, dejándonos un sabor tan agradable que con el tiempo repetiremos.
Me declaro defensor de la idea de aproximar al público a la película, y creo firmemente que el siguiente paso después del 3D (aún sin conseguir, según mi opinión) será el de meternos de lleno en la situación que proponga el film, como bien aventuró William Castle hace tantos años.
Matinee pues, es una película que cada uno valora según su bagaje, ya que si no disfrutas ningún homenaje, te parecerá incluso ridícula.



2 comentarios:

  1. Las historias de adolescentes dentro de este film están justificadas, y sin ninguna duda...eso es amor, y no lo que nos quieren vender ahora.
    Fíjense en las escenas de las parejas, como se miran, como hablan, y sobre todo la escena del final, con los títulos de crédito. A tí te pueden parecer fuera de contexto, o sobrantes, pero no lo son. Es un homenaje al primer amor, o a nuestro amor de juventud. Maravillosa además la música del gran Jerry Goldsmith.

    ResponderEliminar
  2. Por fin una argumentación de cierta solidez tras un análisis, estaba desesperado. Es concebible que te recuerde al primer amor y que la consideres un homenaje, pero mi realidad es tan diferente que todo me parece teatral y de alguna manera, fingido. No detecté miradas ni conversaciones que significaran gran cosa. Sin duda alguna ahí radica el encanto del cine, cada uno ve y detecta algo diferente y lo que para ti es un homenaje para mi fue un engorro. No recuerdo a Goldsmith hacerlo mal nunca, un genio.

    ResponderEliminar