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viernes, 26 de agosto de 2011

AIR DOLL (MUÑECA DE AIRE) (2009)

Que una muñeca hinchable cobre vida es, de entrada, un tema que me llama la atención. Si además sucede en pleno Tokyo, no cabe duda que contiene elementos de sobra para mantenerme pegado a ella. La situación es justamente esa, un ciudadano japonés de mediana edad tiene como acompañante a una muñeca hinchable llamada Nozomi que inesperadamente cobra vida y descubre un mundo nuevo.
El film pretende ser un canto a la vida, una situación surrealista que nos obliga a entender realmente lo importante en nuestras vidas, a valorar detalles básicos que ella descubre por primera vez y que siguen teniendo una magia especial, aunque nosotros ya no se la sepamos ver.
El transcurso del film es pretendidamente lento, logrando unas imágenes llenas de poesía y de una belleza muy elegante, por desgracia alejada del ojo occidental, que la puede considerar tediosa e incluso aburrida.
En cualquier caso, la idea del film es tramposa. Considerando que hubiese podido funcionar igual de bien con un maniquí, un muñeco de trapo o incluso con un jarrón con ojos, el director se las ingenia para despertar en el ojo masculino un aliciente sexual.
La muñeca hinchable ha sido una elección trampa debido a que el sexo no interviene apenas, y la frustración por la escasez de escenas tórridas nos deja confusos, a la espera de que ocurra algo subido de tono. A mi entender, lamentablemente es para todos los públicos.
Yo hubiese agradecido el mismo mensaje pero con más influencia sexual, ya que es el verdadero timón de cualquier sociedad, incluida la japonesa.
Las escenas para el recuerdo son varias, como cuando ella descubre su caja original y mira su precio, cuando sufre un corte y se va desinflando rápidamente, el descubrimiento por parte de su dueño de su vida paralela, o sobre todo, cuando entra en su juego amoroso intentar desinflar a su amante (escenas llenas de esplendor asiático).
Seguramente sea mejor interpretada en tierras niponas, donde tendrá más lecturas que aquí, pero yo me quedo con ese encanto inocente de su protagonista (aunque la actriz no me acabe de convencer), ese contraste entre lo real y lo irreal y la capacidad de mostrarnos con conceptos primarios los elementos más despreciables de la sociedad actual.
También que parte de la acción suceda en un videoclub japonés, con comentarios cinéfilos incluidos convierten a esta película en una experiencia, como mínimo interesante y agradable a la par de disfrutable si se sabe cómo.
Con eso me quedo, con las sanas intenciones del director, que jugando sus simples cartas, ha creado un bello cuento de hadas repleto de ternura y sofisticación oriental, sin entrar en la ofuscación cultural.

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