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domingo, 7 de agosto de 2011

EL DRAGÓN DEL LAGO DE FUEGO (1981)

Un descubrimiento tremendamente gratificante, una verdadera joya de su tiempo que no entiendo que se me haya escapado tantos años, pues su puesta en escena y efectos son una relamida maravilla.
Su deliciosa historia empieza cuando un gentil aprendiz de un maestro hechicero presencia la muerte de su mentor al mismo tiempo que se escuchan augurios de épocas oscuras. Son tiempos donde la magia era considerada un arte sin igual, las espadas se blandían diariamente y los dragones eran seres amenazadores que atemorizaban a los pueblos sin tregua.
Un rey ha conseguido pactar con un dragón la paz de su pueblo a cambio de ofrecerle vírgenes cada cierto tiempo. La llegada de Galen (el aprendiz) junto a un grupo de valientes hombres (y no tan hombres), al reino provocará que se despierte el dragón enfurecido porque va a ser retado.
La magia que éste ha adquirido por las enseñanzas de su maestro no parecen ser suficientes contra el enorme dragón, que pese a estar supuestamente cansado y viejo, conserva suficientes energías como para atemorizar y destruir poblados enteros.
Esta es, sin duda, una película familiar, ya que no contiene sangre, sufrimiento, ni torturas, pero que emana tanta magia de sus imágenes que encandila a cualquier espectador con un mínimo de sensibilidad cinematográfica, convirtiéndose bajo mi criterio en una película de preciado culto, de sublime factura y enorme talento por parte de los guionistas. Maravillosa escenografía, magníficos paisajes (filmados en el precioso marco del Norte de Gales y las escenas finales en la isla de Skye, en Escocia), deliciosa ambientación y un cuidado exquisito de las secuencias, que acompañada de un excelente trabajo de guión, hacen de esta fábula un verdadero cuento de aventuras, donde el modesto pupilo de mago debe salvar a la princesa de las garras del temible dragón, que aún sonando como la historia de Sant Jordi (Saint George) se concibe con una alta dosis de profesionalidad y entereza visual poco común incluso para nuestros días. Son evidentes las continuas semejanzas al señor de los anillos, con vestimentas estilo Hobbit, un mago gris y luego blanco muy sabio, un dragón en una guarida (Smaug) o las fiestas estilo Hobbiton con magia incluida. Los efectos del dragón son espléndidos, impropios de su época y tan elogiables que se agotan los adjetivos, pues son todavía muy válidos en nuestra época, horriblemente plagada de efectos CGI que tanta magia restan a los films actualmente. Fue el debut cinematográfico de Peter McNicol's (el bizcochito de Ally Mcbeal) que sorprendentemente ni tan siquiera incluye el film en su historial, pues reniega de él por causas que desconozco. En fin, un film pequeño y singular que planta cara a grandes producciones sin desmerecer y siendo magistral en todos los sentidos, fascinante en su condición de producto familiar (Disney) y a su vez, embriagadora para el amante del género. Una adquisición difícil en DVD que lamentamos no incluyera nada extra, ya que cualquier contenido adicional hubiese sido bienvenido. Su título original "DragonSlayer" goza de varias versiones en videojuegos, novelas y registros varios, siendo una gallina de los huevos de oro con total merecimiento. Bien seguro estoy que alguien estará pensando en su remake, del todo innecesario, pero que como mínimo pueda servir para destapar esta fascinante obra de 1981.
Una delicia para el cinéfilo y para el amante de lo fantástico en particular. Como dirían los americanos... Highly recommended!!

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