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sábado, 1 de diciembre de 2012

HOLY MOTORS (2012)

Resulta innegable que Holy Motors suscita reacciones bien contrarias a su paso. También es cierto que invita a un gran número de espectadores a quedarse irresistiblemente atrapados por su naturaleza surrealista hasta el límite de venerarla, aunque para eso, deba renunciar al grueso de público menos receptivo, que la considerará un mero ejercicio egocéntrico fruto de un cineasta embriagado de su propia sombra. Holy Motors, el ansiado quinto film de Leos Carax (recordemos, un anagrama de su verdadero nombre Alex Oscar) provoca gran cantidad de estímulos diferentes debido en buena medida a su estructura poliédrica y su disparidad conceptual, hechos que la apartan comercialmente de una mayor recepción popular.
Intencionadamente indómita e insolente como su autor, Holy Motors consigue desmarcarse dentro del panorama cinematográfico actual por transmitir un espíritu de liberación sensitiva, siendo una verdadera experiencia fílmica de gran sugerencia visual.
La película narra una jornada laboral en la vida de Oscar (un inconmensurable Denis Lavant), un tipo de mediana edad al que, de buena mañana, recogen en una blanca y lujosa limusina. Su chófer y a su vez secretaria personal, le proporciona entonces los denominados "eventos" para ese día, compuestos por una docena de actos de auténtica metamorfosis personal, donde Oscar deberá interpretar vidas distintas dentro de un juego surrealista y multicultural.
Carax filma de esta manera su 'tour de force' más personal, una montaña rusa con tintes autobiográficos donde, a su peculiar manera, nos cuenta sus éxitos y fracasos de otrora. De entrada, el personaje de Oscar comienza su andadura por Paris disfrazándose de viejecita encorvada que pide limosna en un puente, en clara alusión a la estrepitosa bancarrota de su film maldito, "Los amantes del Pont-Neuf"(Les amants du Pont-Neuf, 1991), que provocó un punto de inflexión en su carrera cinematográfica, ganándose así el rechazo del gremio para sus futuros proyectos.
Seguidamente, Oscar se enfunda un traje de "motion capture" para algún tipo de plataforma informática sin determinar, y nos sorprende con unas habilidades marciales dignas de un ninja. Acto seguido, y aún con intenciones infográficas, se aparea con una apetecible contorsionista en una escena de gran atractivo formal, mostrando un palpitante erotismo como ya hiciera en su film finisecular "Pola X".


La caída en barrena de su carrera se nos muestra aquí a través del personaje de Monsieur Merde (señor mierda), a quien ya pudimos "disfrutar" en aquél inolvidable capítulo dentro del film multiautoral "Tokyo"de 2008, y que representa la amoralidad personificada, un ser sin escrúpulos ni ética que sale de las alcantarillas tan solo para provocar el caos más absoluto (o lo que es lo mismo, un comportamiento digno de un -enfant terrible-, tal y como se ha tildado a Carax en más de una ocasión). El señor mierda no desaprovecha la oportunidad para secuestrar a una modelo / maniquí, inexpresiva y huera (Eva Mendes, contenida como nunca) a la que utiliza como un símbolo de una sociedad paralizada y adormecida, sin principios ni ideales, y que se deja manipular sin cuestionarse nada, de una obediencia indigna de una cultura presuntamente avanzada.


Tras un tiempo de reflexión intelectual en la vida del autor (plasmado en el film como un concierto virtuoso de acordeones dentro de una iglesia, donde debería reinar el silencio), Carax muta de piel (esa secuencia del auto-asesinato), se reinventa profesionalmente, se deshace de sus enemigos (matando al banquero) y resurge de sus cenizas más vivo que nunca (ese anciano que muere y revive).
En contraposición al énfasis provocativo del film, Leos no renuncia a plasmar momentos de mayor convencionalismo social, como cuando recoge a su propia hija de la fiesta (que aprovecha para regalarle sus principios morales) o cuando comparte momentos divertidos con su inestimable compañera de viaje, a la que habla como si fuera su propia consciencia.
El encuentro fortuito con Eva (Kylie Minogue) en el último tercio del film, augura ya un futuro incierto en la carrera de Carax, ya que por un lado desprende cierta condolencia personal (su mujer en la vida real falleció durante el rodaje) y por otro, cierta liberación emocional para dar pie a una nueva interpretación de su vida.


A mi juicio, el esfuerzo evocado por parte de Leos Carax en esta obra maestra titulada Holy Motors es encomiable, y consigue traducir ese grito de auxilio de un autor incomprendido en una voz de mayor afinidad comercial de manera formidable. Una manera tan primitiva (secuencias intercaladas de los orígenes del cine) como actual (ese momento motion capture) de plasmar imágenes en movimiento, sin ataduras ni límites preconcebidos y que ojalá suscite, y eso espero, otras producciones de similar naturaleza, por el bien del cine en común.

2 comentarios:

  1. Muy de acuerdo, es un espectáculo visual que yo vi con ojos muy virginales, en su estreno para prensa en Sitges y sin referencias de ningún tipo. Por lo que me dejé llevar en este atractivo y peculiar viaje a lo largo de una jornada laboral de Oscar... Por cierto, otro guiño al cine que hace Carax en este film, nos llega de la mano de la actriz Edith Scob, aquí en el papel de chofer de la limusina. Y que en la escena final aparece ataviada con una máscara que le cubre la cara como en la última foto que has puesto. Pues bien, esto es una clara alusión a la película "los ojos sin rostro" de Georges Franju, donde interpretaba a la chica protagonista y que lleva siempre puesta esa máscara.

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  2. Desconocía ese dato, y es muy interesante. Seguro que se nos escapan infinidad de ellos, sin duda. También me gustaría recalcar que Carax, defensor aún de las formas de la nouvelle vague, siempre acude a intérpretes reconocidos en sus films como respeto a un cine que lo formó. En esta ocasión, el maestro Piccoli.

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