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miércoles, 22 de agosto de 2012

EL ÚLTIMO GUERRERO (DEATHSTALKER) (1983)

Como no podía ser de otra manera, el éxito cosechado por la excelente Conan, El Bárbaro (John Milius, 1982) despertó el interés de cineastas de segunda (y de tercera y de cuarta) fila para realizar films puramente exploitation.
El astuto Roger Corman (siempre de por medio este hombre) vio más rápido que nadie dicho filón y se puso manos a la obra con su creación en forma de réplica barata (o serie B). Contrató al recién graduado y demasiado novato James Sbardellati para que se encargara de la dirección y a un elenco de actores anónimos (de series de TV) que dieran el pego en esta discreta historia de heroicidades fantásticas.
Así nació Deathstalker, una coproducción entre EEUU y Argentina de 1983 que hoy rescato con orgullo para intentar revalorizarla como creo, merece.
La vieja hechicera Toravia tentará al indómito guerrero Deathstalker (el fornido Rick Hill) para que se haga con el "poder supremo", que sólo conseguirá si logra unir los denominados "tres poderes de la creación".
Dichos poderes (el amuleto de la vida, la espada de la justicia y el cáliz de magia) no deben caer en manos del malvado brujo Munkar (Bernard Erhard), ya que podría provocar efectos devastadores (aunque visto lo visto, el tipo sólo monta orgías, torneos, fiestas... no sé yo quién es el malvado...).
Una vez conseguida la espada justiciera, nuestro héroe se dirigirá a los dominios de Munkar para participar en un violento y sanguinario torneo que decidirá quién es el más poderoso del lugar, y por lo tanto, quién merece ser el sucesor al trono (el tirano Munkar insiste que le queda poco de vida).
Durante el trayecto, se le unirán otros viajeros de distintas procedencias (el antiguo guerrero que custodiaba la espada, un joven valeroso con aires de grandeza y una despampanante walkiria algo ligera de cascos).
El autoproclamado monarca Munkar, a su vez, mantiene secuestrada a la verdadera princesa (el rey vive destronado en los bosques), y piensa ofrecerla a sus invitados sin concesión alguna (la escena del monstruo-cerdo acercándose para beneficiársela no tiene desperdicio).
Deathstalker pues tendrá en sus manos la oportunidad de vencer al brujo Munkar, ganar el torneo, obtener los tres ansiados poderes y rescatar a la humillada hija del rey, ahí es nada.
Para un servidor, esta Deathstalker no tan solo funciona como cinta de aventuras al uso, ni por ofrecer sus alborotadas dosis de acción, ni tan siquiera por sus fantasías de héroes y princesas, sino que va más allá y consigue algo inaudito. Para nuestra sorpresa, crea una enorme empatía hacía el espectador, que pronto se olvida del crítico que lleva dentro y le obliga a disfrutarla con el humor que la caracteriza (hay un par de momentos estupendos, como el del secuaz convertido en princesa o el primer "interruptus" de nuestro lustroso guerrero).
Endiabladamente entretenida y repleta de personajes sugerentes (hay orgías, monstruos-cerdo, enanos, luchas de barro, mujeres semi-desnudas, orcos, mascotas imposibles, etc...), el film únicamente flaquea en su aspecto técnico y de realización (incluso su música tiene un pase).


Podemos comprobar que su guión, sin ser una maravilla, es más que digno y no hace uso únicamente de los tópicos del género (aunque los hay). También percibimos que sus intérpretes, aún siendo de tercera regional e ir con pelucones (el del protagonista no tiene nombre), salvan la papeleta y no irritan lo más mínimo, siendo incluso entrañables unos cuantos de ellos.
Lamentablemente, todo lo demás deja bastante que desear como es normal, empezando por unas coreografías de andar por casa, unos efectos de cartón piedra o unos errores demasiado evidentes en vestuario y maquillaje (el tatuaje de Munkar no tiene un lado de la cara fijo, o errores de raccord en según qué momentos del relato).
De todas maneras, no es ninguna tontería el reconsiderarla como una pieza de mini culto a la serie B de espada y brujería de los 80, y ya va siendo hora de que se le haga justicia y se la recupere para un renovado análisis cinematográfico más acorde con su significado conceptual


Fácilmente tildada de subproducto, tan sólo por el mero hecho de tener menos presupuesto que algunas grandes producciones (hecho tristemente injusto), fue víctima de su propio márketing.
Vendida en un envoltorio direct-to-video y presentada con unos dibujos cercanos al Conan original (incluso el doblaje en España fue el mismo que el del film de Milius), la cinta de John Watson (nombre artístico para su primerizo director), destaca por no intimidarse ante su modelo a seguir y aportar aire fresco al género pese a tener todo el viento en contra.
Por mi parte, seguiré su trayectoria (tuvo 3 secuelas, visto el éxito) para ver qué más aventuras nos depara el "gallardo guerrero de fuerza hercúlea" (si la veis lo entenderéis....) y os seguiré informando.

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