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sábado, 24 de marzo de 2012

NADIE PUEDE VENCERME (1949)

Stoker Thompson (un inspirado Robert Ryan) es un boxeador mediocre que ya ha rebasado los 35 años, como muchos otros siempre pensó que el siguiente combate sería el que le permitiría llegar a lo más alto, sin embargo los años han ido pasando con más pena que gloria, se acerca el final de su carrera y esos planes cada vez quedan más en el pasado, como uno más de esos sueños nunca alcanzados. Lo único que busca ahora es ir ganando algún combate para solventar su precaria situación económica junto a su mujer. Peleando para satisfacción de un público ávido de sangre y emociones fuertes en un triste cuchitril donde se ofrecen tanto espectáculos de boxeo entre púgiles más o menos desconocidos, como algunas veladas en que estos son sustituidos por los aún más lamentables combates de lucha libre. Tan clara es su decadencia, que su propio mánager Tiny, decide pactar a sus espaldas con Little Boy, un mafioso que está intentando lanzar la carrera de Tiger Nelson, un joven prometedor que necesita ganar unos cuantos combates seguidos para empezar a hacerse un nombre dentro de este mundillo, y de paso asegurarse el resultado en las apuestas y sacar una buena tajada. El único problema en este sencillo plan es la cabezonería de Stoker, que si algo tiene es una decisión y profesionalidad fuera de toda duda y al que sería complicado hacer que aceptara amañar el combate.


Convencido de que su estado de forma no le permitirá plantar cara al joven Nelson, su mánager decide no decirle nada confiando que las cosas sigan el curso normal que todo el mundo prevé, pero Stoker ha marcado este combate como una de sus últimas oportunidades, después de que incluso su mujer Julie se haya opuesto abiertamente a que siga boxeando. Con una duración de tan solo 72 minutos, esta película nos muestra en tiempo real poco más de una hora de una velada pugilística en la que nos sumergimos en los entresijos que rodeaban el boxeo a mediados de los años 40. La ambientación es excelente, alejándose del "glamour" presente en el boxeo actual o en otros títulos más modernos alrededor de este deporte. Por su parte Nadie puede vencerme desnuda la realidad de tantísimos boxeadores anónimos que peleaban por unos míseros dólares sin falsearla intentando mostrar como en tantas otras ocasiones una realidad idealizada donde el sueño americano prevalece; a la vez que deja bien patente la corrupción existente con amaños y tongos convenidos por mánagers sin escrúpulos que vendían a sus boxeadores a cambio de sacar un porcentage de los beneficios de las apuestas, así como de mafiosos que no dudaban en aprovecharse o amenazar a quien hiciera falta con tal de salirse con la suya.



Por delante nuestro desfila toda una suerte de púgiles de segunda que llevan la palabra "perdedor" marcada a fuego o personajes claramente marginales (como el ayudante del rincón de Stoker, un tipo desagradable a la vista, a la vez que una alimaña cobarde) que solo se pueden entender en un ambiente como el del boxeo de segunda fila.
El hecho que comentaba que la película muestre en tiempo real desde los prolegómenos de la pelea de Stoker hasta la finalización de la misma, otorga un gran ritmo y credibilidad de unas imágenes que trasmiten mucha fuerza, desde las geniales escenas en el vestuario (más destartalado imposible), donde vemos prepararse a los siguientes que deben subir al ring como los que llegan hechos trizas tras acabar el suyo; o esos personajes del público que piden sangre a gritos, con unos cuantos ejemplos del tipo de calaña que se daba cita en esos locales (el ciego que con cara de sádico escucha como su amigo le describe el sufrimiento de uno u otro y los golpes que reciben, la mujer que exige más violencia y que el árbitro no se meta, el tipo que gesticula imitando los golpes de los púgiles con cara de emoción o el gordo que solo hace que engullir mientras se mete con ambos rivales...).
Las imágenes están muy cuidadas (gran fotografía y uso del blanco y negro), tanto en las escenas de lucha como en el resto de metraje, destacando el travelling inicial en el que la cámara viaja desde el piso de nuestro protagonista hasta la puerta del local de boxeo, o las finales con el estadio ya vacío y esa música estridente de fondo. Si a todo esto le unimos un guión solvente con unos buenos toques de cine negro para ganar interés, como resultado tenemos un perfecto entretenimiento del mejor cine clásico que uno pueda rescatar de un dvdteca. Una ocasión perfecta para todos los amantes del cine de boxeo o del buen cine, sin más, para descubrir uno de los mejores títulos del género de la mano de Robert Wise, y que demuestra que en esa época se realizaban grandes obras con presupuestos muy ajustados (como han cambiado las cosas hoy en día...). Él mismo dirigiría a posteriori otro título clave del pugilismo como es el de Marcado por el odio (1956) contando con una gran actuación de Paul Newman como protagonista.


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