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miércoles, 21 de diciembre de 2011

LA SOGA (1948)

Primer largometraje en color del maestro Hitchcock y una de las cinco películas "perdidas" que el cineasta británico no pudo estrenar en la fecha que tocaba por problemas de distribución, de hecho, esta vio la luz en 1984, más de 30 años después.
La velada da comienzo en un apartamento de Nueva York, donde Brandon y Philip (unos amigos que comparten una sutil y escondida tendencia homosexual) se autoproclaman intelectualmente superiores y creen tener licencia para acabar con la vida de su compañero David, al que ahogan con una soga y lo encierran en un arcón por pertenecer al desdichado grupo de "mentes mediocres".
Tras cometer el asesinato perfecto (según ellos, porque resulta de una simpleza insultante) se atreven a celebrar una pequeña fiesta momentos después del crimen usando además el viejo arcón como mesa para los aperitivos, para demostrarse a sí mismos la perfección de su planteamiento criminal.
Los invitados van llegando poco a poco y entre ellos nos encontramos con el padre y la tía del difunto David, su actual novia Janet, un antiguo compañero de clase y el profesor Rupert (un James Stewart por debajo de sus consabidas capacidades), el cual ha sido erróneamente precursor del crimen por culpa de sus ideales. Rupert sostiene frívolamente que unos pocos elegidos, intelectualmente superiores, deberían poder escoger a sus víctimas y así ir eliminando a mentes inferiores a su antojo (menuda demagogia, ¿verdad?). El caso es que Brandon y Philip aplican a rajatabla esa lógica y se la juegan esa noche, al límite de poder ser descubiertos. El creciente nerviosismo y ciertas incongruencias en los comportamientos de los dos jóvenes (el tartamudeo delator de uno y la obvia intranquilidad del otro) hacen sospechar al astuto profesor que algo turbio ha sucedido, además de ser testigo de la tardanza de David, del que no hay noticia alguna.
Empezará así un esfuerzo por parte de Rupert por unir todos los cabos sueltos y descubrir qué ha pasado en realidad con David y el porqué tanto misterio con el maldito arcón.
Esta cinta de intriga y humor negro es una obra peculiar dentro del cine de Alfred, ya que nos ofrece ingredientes de innegable calidad, como un argumento interesantísimo, un guión virtuoso y unas interpretaciones solventes, pero que contra todo pronóstico, desemboca en una catarsis más negativa que positiva hacia el espectador, dispersándose por derroteros indeseados.
Filmada con 10 brillantes planos secuencia, la película se desarrolla en todo momento en el interior del apartamento neoyorkino, con diálogos ininterrumpidos y una buena dosis de suspense por ver si se descubre a los asesinos o no. Nos veremos inmersos en un apetitoso juego de intriga como pocos, y nos iremos revolucionando a medida que avanza el metraje hasta encontrarnos con momentos inesperadamente tediosos, que echan a perder una impresionante galería de aciertos.
Su corta duración juega a su favor por no estar adornada con paja innecesaria, pero pone en clara evidencia algunas carencias en su tensión narrativa, insostenible en ocasiones. No llega al aburrimiento, pero sí puedo decir que el tono de teatralidad y exagerada gestualidad (sobre todo con la tía de David) no le hace ningún favor, sino todo lo contrario (mucho me temo que en la obra original de Patrick Hamilton era de obligación interpretativa, pero aquí en el film, perjudica más que engalana).
A mi entender, el hecho de que un profesor vea sus atrevidas conclusiones criminológicas llevadas a cabo por dos fanáticos estudiantes me parece soberbia, y estaba ansioso por encontrarme con una obra maestra indiscutible del séptimo arte. Puede ser cierto que mis expectativas, una vez más, me hayan influenciado en mi posterior análisis, pero me debo a mis desgastadas funciones neuronales y tengo que confesar la verdad y nada más que la verdad, y es que en esta ocasión, salgo algo decepcionado con Hitchcock.
Una bonita instantánea del set de rodaje
Es obvio que la galería técnica del film es asombrosa (pese al mejorable skyline ), y el hecho de que Alfred toque temas tabú en aquellos años como la homosexualidad, asesinatos crueles o el sexo (Janet parece algo ligerita de cascos, o al menos eso he interpretado yo) con su peculiar sentido de la sutileza le hace ganar enteros, pero se desvanece irremediablemente en la retina del espectador, que, tal vez cegado por la mitomanía hacia Hitchcock, pase por alto algunas carencias que dislocan y mucho, una valoración final notable.
Con todo y con eso, ofrece una velada de intriga e ironía bastante considerable, con un actor de talla (aunque no esté al máximo de sus capacidades, tal vez por la dificultad de esos planos secuencia interminables) y suficientes ingredientes como para agradar, pero no para entusiasmar, como en mi caso. Levemente sobrevalorada y sin el esperado cameo de Alfred en ella (en realidad, salía en el parque en la primera escena, pero fue suprimida), se alza como una película de fácil visionado y perfecta realización, pero que se pierde en su propia inmensidad y no aborda el asunto como nos hubiese gustado.
Recomendable sí es, pero de ahí a ser de las mejores del londinense.....

2 comentarios:

  1. Pues yo le tengo un cariño especial a esta película, me la descubrió mi abuelo de pequeño, supongo que fue la primera de Hitchcock que vi y me pareció fascinante toda ella, en una época en que me hacía ver pelis que me abrieron los ojos al mejor cine de todos los tiempos y donde quizás nació mi pasión por el séptmo arte, con títulos como El golpe, El puente sobre el río Kwai, Dos hombres y un destino, etc... Muy aprecidada por mí, le daría un 7,5 sin despeinarme.
    Por cierto te recomiendo que le eches un vistazo a "Impulso criminal", con un gran Orson Wells haciendo de abogado, seguro que verás claramente las influencias de "La soga". La vi ahora hace un tiempo y nunca he encontrado el momento para hacer la crítica en el blog, pero sería un buen ejercicio de comparación entre ambas. Ya me dirás que te parece la que te recomiendo...

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  2. Pues ya me he puesto a la búsqueda y captura de esa adaptación con Welles, a ver qué me depara. Con ganas la devoraré....

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