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viernes, 24 de junio de 2011

LA GATA SOBRE EL TEJADO DE ZINC (1958)

El desavenido matrimonio formado por Brick (Paul Newman) y la sensual Maggie (Elizabeth Taylor) se trasladará a la gran mansión que la familia tiene en el sur del país, con motivo de la celebración del aniversario del padre de Brick, el patriarca de la acomodada familia, al que todos llaman Big Pappa (Ives Burl).
A la fiesta también asiste su otro hijo Gooper (Jack Carson), un abogado de personalidad más bien insulsa y su insoportable mujer Mae (Madeleine Sherwood) junto a 5 niños odiosos como pocas veces se hayan podido ver en el cine.
Sin embargo no todos tienen los mismos motivos para celebrar esta reunión, pues la sospecha de que su padre está a punto de morir a causa de una grave enfermedad, harán que Gooper, guiado por la detestable Mae, se lancen ambiciosamente para intentar asegurarse la futura herencia.
La película está basada en una obra de teatro de Tennessee Williams, autor de varias obras que fueron llevadas a la gran pantalla, convirtiéndose en clásicos del séptimo arte. A destacar entre ellas además de la que estamos comentando: Un tranvía llamado deseo (1951) dirigida por Elia Kazan o Dulce pájaro de juventud (1962), con el denominador común de tener situaciones donde la tensión y una sensación de agobio impregnan la gran pantalla.
Lo mejor de la película es el guión, con diálogos en algunos casos directos como un gancho en la mandíbula y otros de una genial sutileza, pero en ambos casos contundentes y llenos de genio. Los diferentes enfrentamientos verbales nos servirán para ir conociendo poco a poco a unos personajes que sufren y que se detestan, pero no sabemos el porque. La acción transcurre practicamente de puertas adentro (siendo una adaptación teatral) y eso consigue crear un ambiente claustrofóbico que se va caldeando poco a poco, con una cierta calma al principio pero llegando a punto de ebullición a medida que van pasando los minutos.
Preguntas como: ¿Qué ha pasado entre Brick y Maggie para que el primero se haya dado a la bebida y la ignore completamente? ¿Qué será lo siguiente que hagan Gooper y Mae para decantar la balanza a su favor? ¿El por qué de la fría relación entre Big Pappa y su mujer (Judith Anderson)?, nos las iremos haciendo y con paciencia acabaremos por tener las respuestas.
Una buena historia y una mano firme en la dirección quedarían cojas si el nivel de interpretación no estuviera a la altura, pero afortunadamente no es así y en conjunto el reparto está a un gran nivel. Si acaso (y tal vez muchos no estén de acuerdo), la interpretación de Newman en la primera parte de la película me resultó un tanto simple y plana, limitándose a cojear con su muleta y a sostener un vaso de whisky, solo en la parte final y por fin sacando lo que lleva dentro, consigue convencernos en su cara a cara con su padre. Elisabeth Taylor está a un gran nivel por un lado intentando salvar a su matrimonio pero siempre atenta a las continuas insinuaciones maliciosas y zancadillas que Mae le irá poniendo en su camino, demostrando una personalidad muy fuerte en su interpretación (hay que comentar que durante el rodaje recibió la noticia de la muerte de su marido en un accidente aéreo).
La actriz Madeleine Sherwood borda su papel como insufrible y detestable manipuladora con un egoismo que no tiene límites, haciendo que cada escena en la que vemos su cara, se nos retuerzan las tripas y la lleguemos a odiar un poco más, del mismo modo que el conjunto de sus hijos con sus continuas cancioncitas y actuaciones forzadas por su madre, hagan que la tensión aumente y nuestra antipatía hacia ellos también. Para acabar en este apartado, decir que Ives Burl como Big Pappa está fenomenal interpretando a un hombre que se ha hecho a sí mismo, levantando un imperio que ha sido y es su verdadera razón de vivir. Cada vez que abre la boca es para soltar una puñalada sin piedad, pues es el único que no disimula ni finge lo que no es. Su papel es crucial para sostener la historia y cada vez que aparece en escena se come a todo aquel que esté a su lado. Un gran drama familiar en el que se tocan temas como la ambición, la hipocresía, los celos, las relaciones-paternofiliales e incluso la insinuación de la homosexualidad en la crisis de pareja que sufren Brick y Maggie. Otro de los clásicos que se deberían ver al menos una vez en la vida.

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