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miércoles, 29 de junio de 2011

FRENESÍ (1972)

La faceta que más me gusta de Alfred Hitchcock es la manera de tratar temas escabrosos con un tono incluso cómico, desviándose de modo efectivo hacia el libre pensamiento y la abierta interpretación, sin insistir en matices innecesarios. El caso de esta Frenesí es uno de estos ejemplos. Nos despierta un interés inicial con la primera aparición de un cadáver flotando en el Támesis de una mujer desnuda claramente estrangulada con una corbata, y acto seguido nos presenta a Richard Blaney, un tipo singular al que acaban de despedir por tomarse ciertas licencias en su trabajo.
La ex-mujer de Blaney, Brenda, recibe la visita del impetuoso marido en su consulta matrimonial, y pese a discutir como es costumbre, ella incluso le esconde dinero en su abrigo en un acto de permanente cariño. Horas después, Brenda sufre el ataque sexual del asesino de las corbatas, que resulta ser un amigo en común y que aprovecha el descanso de su secretaria para colarse dentro.
Una serie de coincidencias desafortunadas harán creer que el responsable de ese homicidio es el propio Richard, que intentará escapar mientras averigua quién es el verdadero culpable. Cuenta con algunas pruebas incriminatorias difíciles de explicar, tales como su aparición en la escena del crimen, dinero de su ex en el abrigo o incluso el haber discutido previamente.
Estamos ante un ejemplo claro de película de asesinos en serie, salpicados de intriga, suspense y lo que es más importante, sentido del humor, todo bajo la batuta del maestro inglés más importante de todos los tiempos. Contiene escenas imborrables, destacando cuando sucede el primer homicidio, con ese memorable momento donde Brenda es violada, y el asesino parece disfrutar tanto con el sexo como con su inminente muerte, un comportamiento desequilibrado que hiela la sangre. Tan sólo repitiendo las mismas palabras que dice antes de cometer este crimen, nos dará a entender su siguiente acto, sin mostrárnoslo ni una vez más. Además fue el primer film de Alfred que contenía desnudos, refiriéndose a los senos de Brenda (era una doble) y al trasero de otra víctima (también era una doble).
El desarrollo de la película es impecable, con ese característico toque británico que tanto adorna la cinta y que hace que nos sintamos en pleno Londres desde el primer plano, sobrevolando el Támesis  para luego perdernos por sus calles y mercados.
El hecho diferencial con otras producciones similares es que conoceremos la identidad del asesino muy temprano, y conseguirá, pese a ello, hipnotizarnos todo el metraje. El asesino, por cierto, resulta muy creíble y provocará incluso nuestra empatía al protagonizar secuencias de humor (en el camión y las patatas, una escena verdaderamente divertida), inmortalizando un serial-killer de lo más peculiar.
El dato negativo quizás provenga del cruce de los hilos argumentales, donde la historia "secundaria" -la del asesino- nos resulta siempre más interesante que el teórico relato principal, donde nuestro protagonista no cae tan en gracia.
Bien actuada y sobre todo estupendamente filmada, esta Frenesí ofrece muchas garantías para entretener y satisfacer paladares complicados, y demuestra la posibilidad de ver cine clásico con un imperecedero sentimiento de proximidad cultural, al no notarse el paso del tiempo.
Especial mención a diferentes aspectos del juego de cámara, donde nos enseña que con un poco de imaginación, algunos artificios sobran, como por ejemplo el tercer asesinato, donde vemos como entra la víctima en la habitación del agresor pero la cámara retrocede en silencio las escaleras hasta llegar a la calle de nuevo, quedando a nuestra imaginación el suceso mortal sin necesidad de mostrarlo ni regodearse de nuevo.
Significó la vuelta de Hitchcock a su Londres natal, tras su magnífica trayectoria americana donde desarrolló sus mejores trabajos, pues se disponía de más medios.
El DVD contiene un maravilloso documental sobre la película de gran interés que recupera al reparto muchos años después y desvela secretos del rodaje interesantes. Como por ejemplo, el hecho de que nuestro acusado protagonista se llame Blaney resulta un juego de palabras simpático, proveniendo del inglés (blame me), que viene a significar -échame la culpa-, del todo acertado. Un placer señores.

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