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miércoles, 13 de abril de 2011

EL MUELLE DE LAS BRUMAS (1938)

Jean es un desertor del ejército francés que es recogido por un camionero mientras camina durante la noche en medio de la niebla por una oscura carretera. Huyendo, llega a Le Havre con la intención de poder embarcarse allí y escapar en barco. Por casualidad y de la mano de un simpático borrachín, irá a parar al local del viejo Panamá, un destartalado garito situado en la zona del puerto. La llegada a la puerta del local de unos jóvenes mafiosillos de la zona, harán que Jean conozca a la joven Nelly, quien también parece huir de algo... Entre ambos surgirá enseguida una complicidad y un profundo amor que parece condenado a fracasar tanto por su condición de fugitivo como por los problemas de Nelly. Una película que desprende mucha melancolía y tristeza, y que tiene algunas de las imágenes y diálogos más bonitas que he visto en mucho tiempo, tanto las de la pareja en medio del puerto, como las de Jean abofeteando (¡que bofetadas le pega!) a uno de los mafiosos en los autos de choque o las del coche de mafiosos llegando fuera del local de Panamá.
Todos los personajes tienen un encanto especial, algunos como los protagonistas Jean (Jean Gabin) y Nelly (Michèle Morgan), ambos fantásticos, los veremos durante toda la película, otros que saldrán menos, pero también están perfectamente dibujados y cuadran a la perfección en el conjunto. El joven gángster, el tutor de Nelly, el viejo Panamá, el melancólico pintor, el borracho... son piezas que encajan sin ninguna fisura. La ambientación de los decorados del puerto, las calles, el local de Panamá y la neblina que siempre está presente, dan un toque triste y necesario para dibujar lo que sienten los personajes. La película tiene unas imágenes en un blanco y negro precioso inundado por esa niebla (ojo, hablo de la edición en DVD de Criterion, que seguro que hay versiones sin restaurar que dejan mucho que desear). Muy aconsejable para ver una historia de amor sincera y que funciona sin edulcorantes artificiales como, por desgracia, suelen hacerse hoy en día.

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