PAGES

sábado, 23 de abril de 2011

DESAYUNO CON DIAMANTES (1961)

Recuperé este conocido clásico de los sesenta cuyo visionado siempre se me había escurrido y jamás conseguía sentarme a verlo en condiciones. Pues puedo decir que tras aguantar el tipo en sus casi 2 horas de fotogramas me ha dejado con cara de indiferencia, y desde aquí proclamo mi oportunidad para desmitificarlo y así quedarme a gusto de una vez por todas.
Empecemos por la historia porque tiene tarea : Una señorita extravagante y de vida alegre (Audrey Hepburn tan sobrevalorada como hermosa) llamada Holly vive en la Gran Manzana haciendo una vida muy extraña, pues parece vivir como una "escort" de alto standing, similar a una chica de compañía sin licencias íntimas para el cliente, ya me entendéis. A su vez, un escritor se instala en su mismo edificio, y resulta llevar una vida similar e igual de confusa (George Peppard, conocidísimo por ser Hannibal Smith en El Equipo A) y el cruce de sus respectivas vivencias es el desencadenante para su inestable historia de amor.
El título hace mención a los continuos desvaríos de la Hepburn, que desayuna habitualmente frente a la conocida joyería porque le da seguridad y calma (signo de insultante demostración de status social) cuyo resultado no hace más que inyectar más sangre por las venas oculares de este advenedizo crítico que soy.
La historia está basada en una novela de Truman Capote, y de lo poco que sé de dicho personaje y después de ver esta película, intuyo que sutilmente critica aspectos sociales norteamericanos como el qué dirán o el éxito y el fracaso, apartando a este aparentemente lúcido espectador hacia el aburrimiento y la fácil distracción.
Hay cosas buenas a destacar, por supuesto, pero lamentablemente hay muchas negativas que no esperaba y menos en una filmación de tanto eco y renombre.
He aprendido que las comedias románticas elegantes y distinguidas se me hacen tediosas, pues el comportamiento de ambos en esta ocasión es demasiado irracional, rozando lo absurdo sin llegar a ser cómico, siendo para mí una incógnita intelectual, (o no la entiendo en su contexto, o es que es así de simple y boba). La intervención de Mickey Rooney como vecino japonés es penosa, desacertada y nada graciosa, el gato acróbata de Holly con sus continuas monerías se hace del todo inaguantable, y los desprecios de la pareja protagonista son impertinentes e intolerables.
Hay frases del estilo, - ¡Te quiero y me perteneces!- que proclama Paul (el escritor) sin despeinarse u otras tantas maleducadas de la fémina protagonista que te hacen sentir como si faltara sentido común en general.
Habiendo descargado parte del enfado inicial, me toca repasar los aciertos. En este apartado diría que la forma de explicar la trama es deliciosa, creando un ambiente romántico con tan solo pequeñas miradas o movimientos corporales, sin llegar a nada sexual, se respira en la atmósfera buena química en el dúo principal, sin duda. Técnicamente el maestro Blake Edwards (fallecido recientemente en diciembre 2010) otorga su toque distintivo y juega sabiamente con la ciudad de Nueva York, que da cobijo y significado al desnivelado ritmo de vivencias que llevan ambos, alimentando la cinta de su caos y stress. Destacar también al galán protagonista, aguantando el tipo excelentemente por el mítico Peppard y entendiendo que en sí, este filme, aunque no esté hecho para mi paladar, está diseñado para muchos otros, que seguro, encontraran en ella una cinta dulce, divertida y entrañable.

Antes de terminar mi análisis, me gustaría nombrar un par de detalles que anoté al verla, y que resultaron curiosos. En una llamada telefónica que hacen a un prestigioso abogado al terminar la película, éste nos enseña sutilmente sus adelantos tecnológicos de aquella época, como la cama automática reclinable o el sorprendente "teléfono autónomo", o como lo llamaríamos hoy día, el manos libres.
Otra era mientras los dos enamoradizos viajan en un taxi, minutos antes de acabar,  y se puede ver la ciudad pasar a través del interior del taxi (recurso que siempre se usaba en aquella época, porque en realidad el coche estaba parado). Pues bien, en los minutos que dura esa escena, que no son pocos, el taxi jamás se detiene, está en constante movimiento. (cosa improbable en una ciudad repleta de semáforos como Nueva York) viéndose a la legua que el montaje sufría de carencias, ajenas al director y su buen pulso.
Recomendable entonces a personas con gusto sofisticado o de edad madura con ganas de comicidad suave y mitomanía  Seguro que es una joya para personas como Boris Izaguirre o Garci, pero que por ésta vez no comparto.


1 comentario:

  1. Pienso que la película da para la polémica (sobre todo el final de la historia), sin embargo hay que reconocer que Audrey merece un 10 en actuación.

    ResponderEliminar