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miércoles, 30 de marzo de 2011

CABALLERO SIN ESPADA (1939)


Me la había recomendado una persona que considero que tiene bastante criterio a la hora de elegir los dvds que se compra y también a la hora de hacer balance una vez vista, y el hecho de que insistiera más de una vez con esta en concreto, y viendo que también estaba muy bien considerada tanto por la crítica como por el público en general, acabaron por convencerme para agenciarme el DVD y sentarme tranquilamente a verla y así poder valorarla en su justa medida. La narración arranca con la repentina muerte de un senador con el que un grupo de personas contaban para apruebar sin ninguna traba una ley en el Senado de Washington. Con la necesidad de que sus planes no se vean alterados, deciden eligir deprisa y corriendo a un joven e idealista americano como su sucesor, con la firme creencia de que será fácilmente manipulable y acatará todas las órdenes que reciba. Sin embargo no cuentan con que ha elegido al hombre equivocado, pues se trata de todo un idealista y defensor de los principios y valores que deberían ser el día a día de los políticos (honradez, ganas de servir al pueblo, etc…), cosa que los que vivimos en el planeta Tierra por desgracias sabemos que no suele abundar o al menos no nos queda esa sensación a medida que se van destapando escándalo tras escándalo.
Pero vamos a volver a la película que me estoy desviando... Inicialmente este nombramiento y el hecho de poder estar en Washington participando de las decisiones políticas del país, se presenta como la culminación por parte del joven Senador, Jefferson Smith (James Steward) a sus metas como político, per bien pronto se percata de que la realidad no es para nada como él creía: el poder de la política e incluso el de la prensa, son facilmente corrompibles y más de uno intenta beneficiarse muy a su pesar, y lo que es peor, queriendo utilizarle a él para lograr sus objetivos. Para sorpresa de todos, Jefferson toma una increíble iniciativa con la intención de evitar que esto sea así, aun sabiendo que es una lucha de David contra Goliat.
La película destaca sobretodo por la gran actuación de un jovencísimo James Steward y por mostrarnos el funcionamiento del Senado de los Estados Unidos hace 70 años. Ciertas normas de funcionamiento me han resultado muy curiosas, una manera de funcionar en el día a día que ahora nos parecería imposible; como ver que el público podía acceder al senado para ver que se trataba en cualquier sesión, como había niños que eran usados de mensajeros o para hacer sentarse a los senadores en su sitio cuando debían votar, como se conseguía el derecho a hablar o se perdía, etc…
Peca un poco en algunos momentos de vender demasiado la idealidad y los valores “americanos” casi por encima de todos, como si en otros países los mismos valores no existieran, pero obviando esto en su llegada a Washington y antes de afrontar el tramo final, tenemos una muy buena película, con un grandísimo discurso de J. Steward, que acapara la atención en todo momento y una buena sensación al acabar de verla.
Interesante tanto cinematográficamente como documento histórico de como se movían los entresijos dentro del Senado.



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