Pues bien, lo cierto es que una vez dejas de asombrarte por la sugerente aunque inocua y muy estudiada belleza de sus encuadres, todos impecables hasta el delirio, sus milimétricas vestimentas de época o su clásico dinamismo teatral (los actores se mueven rígidos, casi como si estuviesen en un tablero), y pensamos en despojar la película de sus aparentemente fabulosos aspectos formales, descubrimos que nos queda un relato algo raquítico, seguro basado en alguna leyenda milenaria intocable por esos lares, pero carente de mayor entidad más allá de jugar a enseñar valores de parvulario.
Impacta comprobar como, en una impecable paleta de colorido visual tan de quirófano, incomprensiblemente añaden un gato negro digital, el demoníaco del título, que más bien nos recuerda al de la serie Sabrina, aquél minino deslenguado de nombre Salem. Ese hecho, por tonto que parezca, nos saca de la película a cada momento, pues la trama gira entorno al pequeño felino, que a causa de unos sucesos muy, pero que muy extraños, acaba siendo poseído por el único testigo de un misterioso asesinato.
A lo largo de sus más de dos horas de relato, por momentos muy cuesta arriba, descabalgué de la película varias veces, pues aunque sí contenga minutos de interés debido a que abre una investigación por un homicidio, los Holmes y Watson asiáticos de postín (aquí un monje japonés y una suerte de poeta pelmazo), nunca llegan a conectar con el espectador, que jamás es cómplice de la trama.
Es más, vivimos la pseudo-aventura desde la lejanía, sin apenas aclararnos con lo que allí acontece, solo boquiabiertos por su espectacular belleza formal, pues el tejido conceptual es tal, que ocasiona un verdadero caos narrativo, desembocando en un popurrí de datos cruzados solo al alcance de las mentes más despiertas. No parece ser mi caso. Y menos en la sobremesa.
Así pues, estamos ante un proyecto con un envoltorio precioso que, a pesar de la densidad intelectual de la que alardea, se siente más como un quiero y no puedo, un producto que peca de ambicioso y se trastabilla en el intento. Más aburrida que conseguida y mucho más vacía de lo que parece, pese a tener un concept art realmente soberbio
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