Cada año, gracias a la inabarcable oferta del festival de Sitges (casi 300 trabajos audiovisuales de diferente índole), se hallan pequeñas gemas de autor, películas muy pequeñas, a veces diminutas, que sin embargo consiguen instalarse en tu cabeza y parasitar tus pensamientos durante un tiempo, si tienes la suerte de encontrarlas. De muchas de ellas ya nunca vuelves a oír hablar; de muchos autores ya no sabes nada más; y aunque el cine es libre, abierto, tolerante e infinito en sus posibilidades, en ocasiones también resulta implacable y desmoralizador.
En mi caso, y tras varios días de haber visionado "Dhogs", la ópera prima de Andrés Goteira, financiada por crowdfunding, rodada en gallego y de presupuesto muy modesto, creo tener la certeza de haber topado con una de esas joyas escondidas, un rara avis que activa las mentes y sacude tu intelecto, además de provocar una enorme diversidad de reacciones. Y eso, con el uso de tan sólo unos pocos elementos a su alcance.
Presencié como la gran mayoría de la sala rebuznaba lo lenta y mala que había sido, la pérdida de tiempo que les había supuesto y la tomadura de pelo que, en principio, creían haber vivido. No puedo estar más en desacuerdo. Me sentí frustrado al comprobar como muchos depositaban sus votos en la casilla del 1 a la salida, en caliente y quizás desbordados por el reto mental al que habían sido sometidos, ya que sin duda, el viaje que propone Goteira no tenía intención de ser placentero y plácido, sino más bien todo lo contrario.
Dividida en 3 enigmáticos capítulos (Taxi, Perros y Dhogs), con cierto sabor surrealista todos ellos y entrelazados de manera magistral, Dhogs cuenta sucesos extraordinarios de gente ordinaria. Un taxista, un ejecutivo desmotivado, una mujer solitaria, un cazador al borde del desquicio o un joven impulsivo y desequilibrado entre otros, componen este relato de ritmo pausado y crípticas intenciones, donde el espectador se bate en duelo contra la lógica, lo ingrato que supone la incoherencia y el reto de tratar de encajar las piezas, algo que puede desesperar a alguno si no se enfoca correctamente.
Yo en ella vi un peculiar y complejo juego de espejos, dando al público lo que siempre ansía dentro de un festival como éste (es decir, sexo, carnaza, locura, violencia y humor) pero desde un ángulo de perversa ironía, arrojándonos sutilmente (o no tanto), casi como si de un ritual de ofrenda se tratase, todos esos ingredientes a la cara como el que alimenta a un león en una jaula. Tratando de hacernos ver hasta dónde llega la simpleza de nuestra mirada como espectadores y con qué poco se nos satisface.
En "Dhogs" hay un poco de Lynch, Dupieux, Carax o Warmerdam, quizás no buscado de un modo intencionado sino más casual, pero por fortuna contiene trazas de pura esencia autoral, obviamente no apta para todos los paladares, pero por supuesto ya se ha ganado la de unos pocos.
Que un film tan pequeño logre hacernos ir tan lejos, que se convierta en un rompecabezas casi imposible de descifrar y que además tenga una puesta en escena sin petulancias (lo que agradezco enormemente), merece como mínimo un respeto; y si además, tanto los diálogos como las secuencias están repletas de un extraño clima tan surrealista como fascinante, la convierten en una chiquitita joya a reivindicar, que debería levantar mucha más atención de la que seguro provocará. Aunque de algún modo, ella ya es perfectamente consciente de su condición y sabe que su trayectoria vital será breve, lamentablemente (o no, y ocurre el milagro).
(Redactado por el incansable Jesús Álvarez).
La proyección de The Farthest contó con la presencia de Emer Reynolds,
su directora y guionista de origen irlandés, que comentó a grandes
trazos lo que significó el proyecto de las sondas Voyager, así como el
sueño que fue para ella poder rodarla y ver todo el recorrido que
está teniendo. La película ya ha sido proyectada con muy buena acogida en
The Tribeca Film Festival, Festival Parisciencie, Edinburgh
International Film Festival, entre otros.
Aprovechando que se
celebra el 40 aniversario del lanzamiento de las sondas Voyager 1 y 2 en
su investigación en Júpiter, Saturno, Urano y
Neptuno, y de sus lunas; el documental de corte científico repasa desde
la concepción del proyecto a nivel teórico hasta nuestros días, ya que
ambas sondas siguen viajando por el espacio. En el año 1977 el
presidente de Estados Unidos era Jimmy Carter, pero quien dio luz verde
en una primera instancia al proyecto fue Richard Nixon, aunque el
escándalo del Watergate le impidió seguir al mando cuando las sondas
fueron lanzadas. El montaje nos presenta a los protagonistas del
proyecto, con entrevistas actuales donde repasan toda la concepción y
desarrollo de una misión que duró más de una década desde su
lanzamiento, así como el inserto de vídeos de esos años e imágenes de
archivo de ambas Voyager que nunca habían sido vistas.
El
documental brilla, tanto des del punto de vista de montaje y técnico,
como por una narración que emana una emotividad gracias a sus imágenes, pero también por la grandiosidad de ese viaje y por cómo el espectador
va viendo como su lugar en el Universo es insignificante y meramente
anecdótico.
Las imágenes de archivo desvelan una pasión por el
desarrollo y descubrimientos que fueron llegando a lo largo del tiempo
por parte de la comunidad científica y los periodistas, que casi nos
remite a la ilusión de los niños cuando descubren por primera vez el
mundo que les rodea; y es que la misión de las Voyager significó eso
para la humanidad, poder conocer los planetas exteriores del Sistema
Solar, de los que hasta ese momento sólo se sabía que existían por la
observación a través de los telescopios.
Además de los componentes
del equipo que estuvo encargado de la misión, el documental cuenta con
intervenciones del mítico Carl Sagan o su hijo, quien puso su voz en
uno de los mensajes grabados en los discos de oro que contienen
información sobre la Tierra y la humanidad, que ambas Voyager cargan en
su interior. Si bien la probabilidad de que alguna vida extraterrestre
llegue a encontrarlas nunca es más bien remota, las Voyager se han
convertido en el primer y único invento del hombre hasta la
actualidad que ha logrado escapar de nuestro
Sistema Solar y entrar en el espacio interestelar.
Una película
didáctica pero poética y a la vez entrañable, lo que no suele ser muy
habitual en este tipo de documentales. Muy recomendable.
(Redactado por Marc Ventura).
Como ya sabéis, William Friedkin ha venido al Festival de Sitges 2017, y entre otros menesteres seguro que más apetecibles para él, también aprovecha y conmemora el 45º aniversario de su obra cumbre "El Exorcista". Casualidades o no, otros cineastas de más discreto renombre muestran sus trabajos sobre la temática de las posesiones demoníacas y sus rituales de curación, ya sea porque sigue siendo un subgénero fértil en sí mismo o porque la figura del cura que exorciza siempre estará presente hasta el fin de nuestros días.
Sea como sea, entran en parrilla varios films de corte similar y hoy hemos presenciado uno de los más relevantes. Se trata de "El Habitante", del uruguayo Guillermo Amoedo, colaborador habitual del omnipresente Eli Roth y que nos avanzaba en su intervención que era la première mundial, ni él mismo había visto el resultado final, pues apenas habían terminado la post-producción hacía unas horas.
Tras visionarla, pienso que adolece de un serio tropiezo desde la base de marketing, y es el hecho de anticiparnos, ya desde su propia sinopsis comercial, que la niña atrapada en el sótano de la casa (mientras 2 ladronas aficionadas entran a robar), está de hecho, endemoniada.
Ese giro argumental, a ciegas, hubiera tenido muchísima más gracia que la de saberlo ya con anterioridad, pues nuestro interés por el robo y sus pormenores pasan desde un principio a un tercer plano, y sólo queremos que bajen al sótano a comprobar cómo es ese dichoso demonio.
Así, en su media hora inicial (casi como un prólogo) el film nace ya debilitado, y rápido detectamos carencia de medios, un trabajo de fotografía televisivo y diálogos someros, amén de unos intérpretes desacertados, que no malos.
El transcurrir de los acontecimientos venideros no nos depara tampoco ninguna sorpresa valiosa, aunque sí posee cierto ritmo narrativo, detalles muy acertados o momentos curiosos (la secuencia de la hermana pequeña en la bañera, algunos tics de la poseída o su empeño en confundirnos en su último tercio). No se trata de una película insignificante, pero sí irrelevante, pues su aportación tanto al terror como al subgénero al que hace referencia no es útil y la textura de telefilm frena el discurso propuesto. Mención especial, y con esto acabo, al inapropiado minuto final. Sonrojante es quedarse muy corto. Amén.
(Teclado aporreado por Jesús Álvarez).
Curvature es una pequeña película de bajo presupuesto que
explota un tema tan interesante como peligroso: el de los viajes espacio
temporales. Su atractivo es innegable y a poco que la película sepa
jugar mínimamente bien los típicos elementos del género y no caer en
incoherencias demasiado evidentes, los espectadores del festival siempre
están receptivos a estas propuestas. Esta producción británica plantea la
historia desde un punto de vista científico "serio", donde existe un
proyecto científico que investiga la posibilidad de viajar en el tiempo,
quedando fuera de juego tramas estilo Terminator, por mentar una de las más conocidas.
El
arranque nos presenta a Helen, quien acaba de perder a su pareja el
Dr. Wells, pionero de un experimento para lograr
desarrollar una tecnología experimental que permitiera viajar en el
tiempo. Aun con las secuelas por la reciente pérdida, una mañana se
despierta desconcertada al darse cuenta que ha pasado una semana y no
sabe qué ha pasado en todo ese tiempo. Si el shock por asimilar lo que
está pasando no fuera suficiente, recibe una misteriosa llamada que le
alerta de que en pocos segundos van a venir a capturarla y la ayuda a
dar esquinazo a su persistente perseguidor. Helen no da crédito a la voz
que ha oído por teléfono, ¿era ella misma?
A partir de aquí el
desarrollo intenta mantener el misterio de si realmente ha existido tal
viaje espacial o todo puede ser fruto de la imaginación de una mente que
no atraviesa su mejor momento, y en líneas generales se puede decir que
más o menos cumple su propósito siendo una película entretenida, donde
han logrado que el planteamiento, desarrollo y la dosificación de pistas
no hagan que las carencias de grandes efectos
especiales o escenarios potentes sean un inconveniente.
No obstante, lo que realmente
llega a lastrar la película son sus
personajes, todos ellos nos trasmiten muy poco o nada, falta intensidad dramática y sobra algo de sensiblería, lo que hace que nuestra
implicación en su devenir, ya sean los buenos o los malos de la
función, sea más bien nula. Otro punto que juega en su contra es el innecesario subrayado para que todo
quede claro al terminar su visionado. La típica historia con algunas
ideas interesantes, que se deja ver, no supone una pérdida de tiempo,
pero que está bastante lejos de poder perdurar en la memoria colectiva mucho
tiempo.
Como curiosidad, decir que la película regala un par de guiños cinéfilos
relacionados con los viajes temporales, como son la presencia de la ya
veterana Linda Hamilton en un pequeño papel (demasiado pequeño) o que el impulsor del proyecto se llama Wells, como H.G.Wells, quien escribió La máquina del tiempo en 1895.
(Redactado por Marc Ventura).
Veo que se lo está pasando bien...eso es genial.
ResponderEliminarBueno, me apunto esa primera cinta que comenta, junto a la de los viajes temporales.
Un saludo