De vuelta al Nocturna, y una vez más sudando para conseguir nuestras entradas, estrenamos la sala 2 con el pase del documental ¡Zarpazos! Un viaje por el Spanish Horror, del agotador Víctor Matellano, responsable también de Wax, que más tarde padeceríamos.
Si bien es un género que nos apasiona y creemos que hay que reivindicar a toda costa, este repaso del terror español que lanza Matellano apenas araña la superficie del asunto, repasando muy por encima los principales autores, montando algunas entrevistas (entre ellas, Jack Taylor, Caroline Munro, Carlos Aguilar, Eugenio Martín...) y repasando, en definitiva, lo de siempre.
Su documental poca cosa aporta al conocedor del spanish horror, aunque nos deje para el recuerdo la que seguramente fue la última entrevista del autor catalán José Ramón Larraz (fallecido en septiembre de 2013), las (por costumbre) lapidarias opiniones de nuestro admiradísimo Carlos Aguilar o algunas anécdotas simpáticas del género. Desafortunadamente, el film se autolimita a ser un mero ejercicio de autocomplaciencia autoral que nos deja a ambos un regusto de indiferencia (estoy seguro que su libro homónimo nos procura más sorpresas).
Sin embargo, el plato fuerte del día era la recuperación en 35mm de uno de los mejores films del gran Eugenio Martín, Una vela para el diablo. El prolífico autor español, allí presente junto a su guapísima esposa Lone Fleming, presentaron su película con clase y brevedad, aclarando que no la veían desde hacía más de 20 años.
La historia de dos hermanas que regentan un hostal en la España profunda, y que se quitan de en medio a las "indecentes" extranjeras descocadas que no respetan los límites de su decencia, es mucho más que un pequeño ejercicio de fantaterror ibérico.
Eugenio Martín, un autor para todos los géneros, como diría Carlos Aguilar |
Una cinta muy reivindicable que, por supuesto, merece estar en el altar de nuestro cine fantástico-terrorífico, con incluso muestras de cierto sentido del humor (esos pueblerinos que de tontos no tienen un pelo..) y algunas escenas de un simbolismo realmente inusual en nuestro cine (la cama sin hacer, impulsos "voyeurs", ese "placentero" zarzal...).
Orgulloso de haber estrechado la mano del cineasta que filmó la fabulosa Pánico en el Transiberiano, de haber tenido esa breve conversación con él y de que me dedicara su libro. Un momentazo impagable, sin duda.
La excelente respuesta por parte del público augura futuras ediciones del festival |
La historia de un insoportable reportero encerrado en el museo de cera barcelonés en busca de experiencias sobrenaturales, resultó ser un aburrido ejercicio de terror bastante mediocre. Un relato sin fuerza que hace uso de los peores recursos del género (abuso de cámaras de vigilancia, repetitivos planos subjetivos sin gracia o escenas estáticas y sin ritmo), que sólo emerge intermitentemente merced a las escenas de Taylor, que dignifica como puede la cinta de Matellano.
El corto que precedía al visionado de Wax, "la ropavejera", de Nacho Ruipérez y protagonizado por la mítica Ana Torrent (ambos presentes), se saldó con un resultado más o menos satisfactorio pero poco convincente. Media hora de una historia que se podría contar en 15 minutos, una fotografía en blanco y negro con pretensiones atmosféricas que no enamora y una trama que se debilita a medida que avanza, son síntomas de un producto fallido. Me ha dado la impresión que más que de un cortometraje dilatado, se trataba de un largo comprimido y desdibujado, más un mediometraje sin demasiado alcance que no desagrada del todo pero que crea indiferencia.
Una figura de cera de Jack Taylor presidía el hall de los cines Palafox. |
Destacar el nivel de pechuga (que tan bien sienta de madrugada), la presencia de un asesino violentísimo y algo depravado y algún que otro acierto técnico que disfraza un producto de serie B en uno de mayor entidad, conviertiendo a Pinup Dolls on Ice en una divertida atracción cinematográfica con simpático regusto macabro, idóneo para este festival y para esos horarios.
Tuvimos ocasión también de conversar con su encantadora co-directora, Melissa Mira, que figura también como una más entre las hermosas víctimas de su propio film.
Así pues, la noche de nuestro segundo día se cerró aquí, con un balance positivo en líneas generales, y en gran parte gracias al entrañable maestro Eugenio Matrtín. Mañana más.
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