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lunes, 17 de diciembre de 2012

REBELDE SIN CAUSA (1955)

Jim (James Dean) llega bajo arresto a una comisaría de Los Ángeles, donde esperará a que sus padres le recojan, ya de madrugada. Su evidente embriaguez incomoda a la joven Judy (Natalie Wood), una adolescente que aguarda allí sentada a ser interrogada, tras escaparse de su casa en un infructuoso acto de rebeldía. Ambos comparten plano un instante. Un pequeño instante que, sin embargo, es más que suficiente para que sintamos su fuerte química dentro y fuera de la película.
Tras una emotiva confesión por parte de Judy al comisario Fremick, seremos testigos de un ejemplar uso de la profundidad de campo en la pantalla. A su derecha, y pese a estar separados por dos cristaleras, se observa de nuevo a Jim, que sigue ganándose reprimendas de los oficiales mientras está tendido sobre el sillón del limpiabotas. Acto seguido, y gracias a un extraordinario plano donde el scope deviene fundamental, descubrimos como ambos se perciben, se miran y se calibran, siempre dentro del mismo cuadro pero en distintos espacios, como enjaulados.
La entrada en escena de un joven llamado Platón (Sal Mineo) tampoco es casual. Un chico tímido que ese mismo día, el de su cumpleaños, ha decidido coger un arma y matar a unos indefensos perritos. Sus padres están divorciados y él se siente totalmente desatendido, con la única compañía de su cuidadora.
No es de extrañar pues, que en la escena en la que Jim le ofrece su chaqueta para que no pase frío, Platón se sitúe en medio de la acción, con Judy a su espalda, tras el cristal, y Jim delante, simbolizando en cierta manera, el calor de unos padres que nunca están.
El primer acto de “Rebelde Sin Causa” (de un total de 5 que comprenden el film) presenta a estos 3 personajes en una comisaría de madrugada, todos arrestados por conflictos paterno filiales y con un alto componente emocional de por medio.

 
El entrecruzado de sus historias se hace evidente gracias a unos planos compartidos, donde en un mismo marco se nos muestra a los tres jóvenes interactuando en diferentes espacios pero en un mismo instante (excelente cuando observamos desde el interior de la oficina a Judy, con Jim a su derecha y Platón a su izquierda).
En apenas 15 minutos de secuencia dentro de la comisaría, el director Nicholas Ray hace un uso espléndido de gran cantidad de planos diferentes, desde el plano detalle (el espejo que olvida Judy en su asiento) al plano general, pasando incluso por el plano a través de una mirilla, aprovechando el CinemaScope en toda su dimensión. De esta manera se consigue captar nuestra atención a tres historias que suceden en un mismo instante, mostrando en un sólo encuadre mucha información sobre el trío protagonista.
A partir de ese momento, sus historias coincidirán ya en el instituto, donde acompañaremos a Jim en su relación sentimental con Judy (tan apresurada e impulsiva como la época lo exigía), en sus continuos enfrentamientos con sus padres (frustrado por la figura de su progenitor, un hombre sometido a su mujer) o su especial ternura con Platón, al que trata casi como a un hermano menor. Tampoco faltarán sus conflictos con el típico grupo de gamberros, que tras llamarlo "gallina" (la censura no permitió que el término fuera "marica") lo metan de nuevo en problemas, como lleva haciendo desde hace algún tiempo, obligando a su familia a mudarse una y otra vez.
 
 
 
Trifulcas con navajas, carreras de coches y posesión de armas son algunos de los asuntos tratados en esta película icónica de Nicholas Ray, que catapultó a un afeminado James Dean (por eso lo llaman gallina, no porque parezca un cobarde) al nivel de actor de culto (aunque en mi opinión, es ciertamente exagerado, pues ni me parece tan buen actor como se suele decir, ni tan influyente como pudo serlo Marlon Brando).
De todas formas, sí es cierto que desprende un carisma bien peculiar, con una actitud entre ingenua y rebelde que justifica en parte su figura de icono generacional, transmitiendo un aire despreocupado que despertó a los adolescentes de los 50, convirtiéndose en un referente a imitar (role model). Con sólo 24 años, el llorado actor falleció un mes antes de su estreno en un accidente de coche, convirtiendo este film en un trágico presagio (impagable el contenido adicional del DVD donde, en plan anuncio, Dean alerta de no conducir rápido por la autopista...).Planteada en un principio en blanco y negro (con carácter económico, no artístico), finalmente se rodó en color (más concretamente en "WarnerColor"), hecho que el director de Johnny Guitar (1954) utilizó con maestría, acudiendo como siempre hacía, al fuerte rojo en fondos negros (los labios y abrigo de Judy, la chaqueta de Jim, las ropas negras de los gamberros..)
En sí, el film plantea 3 enfoques distintos de la paternidad y sus dificultades. En Jim el problema recae en la figura desdibujada de su padre, un tipo sometido a su mujer y sin una opinión propia (incluso le ponen un delantal florido para que nos demos cuenta), que queda bien lejos de lo que el chico necesitaría como modelo a seguir.En el caso de Judy, ella no encuentra el cariño necesario en su padre, un señor que ignora su acercamiento amoroso (eso sonaría algo extraño en nuestros días) e incluso la insulta, diciéndole "¡¡pareces una cualquiera!!". El caso de Platón es el más complejo de los tres, pues pese a ser un chico de familia adinerada y vivir más cómodamente que ninguno, se encuentra sin amigos, con una ausencia paterna importante y bajo las órdenes de una señora sobreprotectora (y algo cansina).
Su obsesión por la figura de Jim alcanza un nivel preocupante, diríase casi homosexual, y desemboca en un suceso trágico, como era de suponer.
Destacar que el film está meticulosamente cuidado a nivel técnico (pese a diminutos errores de raccord), y nos deja un plano fenomenal a mitad de cinta digno de mención. En una escena en la que Jim se recuesta en el sofá, con la cabeza boca abajo, se nos muestra un plano de 360º (foto inferior), siguiendo la mirada de Jim, que se reincorpora y da lugar a la escena más dramática de la cinta, como si ese cambio de visión no sólo afectara a la cámara, sino también a nuestros protagonistas.
Pero también hay tiempo para lo menos acertado. De entrada, las edades del reparto levantan algunas sospechas, pues no cuadra con sus perfiles. Jim está en el instituto (Dean tenía 24 años), Judy más de lo mismo (ella tenía 17), y el "pequeño" Platón, 16, algo un poco forzado si nos ponemos quisquillosos.
 
 
En tan sólo 2 días, Judy perderá a su novio, la arrestarán y se enamorará perdidamente de Jim (lo ama locamente en menos que canta un gallo), pero no parece ser coherente en sus actos (llora por una discusión pero no derrama ni una lágrima por su recientemente fallecido novio).
Jim aparece borracho en la primera escena, pero se le pasa en pocos minutos, volviendo a un estado de intermitente embriaguez en el transcurso de la escena. Además se pasa el resto del film bebiendo leche, algo que no es demasiado propio de un "alcohólico"que digamos.
Tampoco sería justa la escena de la carrera de coches, donde hay que saltar del mismo antes de llegar al barranco, pero la distancia entre los automóviles no deja el suficiente espacio para que uno de ellos salga ileso (de hecho, así es).
Así pues, "Rebelde sin causa" es un film más conservador y moralista de lo que parece, y su telaraña argumental, aunque muy bien trazada, está algo desfasada hoy en día. Aún manteniendo su esencia muy vigente (la rebeldía, huir de casa, el amor incauto..), no significa ya nada parecido a lo que sugirió en su día, perdiendo mucho fuelle.
 

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