El último de los films sobre Frankenstein que filmara la factoría Hammer también significó el testamento cinematográfico del más excepcional de sus directores, el maestro Terence Fisher (el británico fallecería 9 años después a causa de un ataque al corazón sin haber filmado oficialmente nada más).
Tras media docena de películas sobre el monstruoso ser (siempre junto a su inseparable Peter Cushing, con el que coincidió en 14 films), Fisher acabaría tan desencantado y ¿frustrado? del resultado que finalizaría su carrera profesional como cineasta (y también porque siendo septuagenario ya no estás para muchos trotes).
El film arranca presentándonos al Dr. Simon Helder (un impertérrito Shane Briant), esperando a que le traigan un nuevo cadáver exhumado del cementerio, con el que (a su manera) prosigue los escritos del famoso Barón Frankenstein, al que considera un genio. Por desgracia para él y para su fiel proveedor, en esta ocasión la policía los descubre y Helder acabará en manos de la justicia acusado de brujería, nada menos.
¿Su condena?, pasar 5 años recluido en el Manicomio Estatal para delincuentes psicóticos, donde no será muy bien recibido que digamos (para mi, él es sin duda el más cuerdo del lugar) y ni tan siquiera el director del sanatorio demuestra estar en sus cabales (resulta ser un tipo inestable, depravado, alcohólico...etc). Para sorpresa de Helder, un misterioso doctor llamado Carl Victor es el responsable del área médica, comenzando así una estrecha colaboración profesional que irá más allá de lo que nuestro estupefacto doctorcillo podría llegar a pensar.
No tardaremos en descubrir que el genuino Doctor Frankenstein se esconde tras ese falso nombre de Carl ni que, evidentemente, prosigue con sus atroces experimentos al margen de su nuevo oficio, agenciándose partes de sus desequilibrados pacientes y usándolos en beneficio de sus no menos desquiciadas investigaciones.
Así pues, ambos doctores (con la ayuda de una enmudecida belleza llamada Sarah) compartirán un mismo propósito: dar vida a una criatura con distintas partes de finados reclusos (el cuerpo y por consiguiente la fuerza de un paciente propio del neolítico, las manos de un prodigioso artesano y finalmente, el cerebro de un brillante profesor).
La película de Fisher invita al espectador a adentrarse en un ejercicio de permisible amoralidad, donde los experimentos (realmente descabellados) de nuestro emblemático doctor, no son más que una excusa para presentar un nuevo monstruo en pantalla, esta vez en forma de hombre de las cavernas.
Dicha criatura, mitad gorila mitad franciscano jorobado (por momentos, parece Flo disfrazado), es una de las más extrañas que he visto nunca en un film, ya que incita más a la risotada que al terror, (que por cierto, aquí brilla por su ausencia, etiquetándola consecuentemente en un solo género, el fantástico), pero escondiendo tras de sí a un actor de culto, el gigantón David Prowse, más conocido por dar vida a Darth Vader en la famosa trilogía galáctica.
Sus 45 minutos iniciales están a un gran nivel técnico y narrativo, filmados con elegancia y estilo, resultando entretenidos a la par que prometedores. Pasados esos minutos (y casualmente coincidiendo con la aparición del cavernícola con manos de artesano), la trama decae irremediablemente hasta acabar según marcan los cánones, es decir, sin apenas emoción.
El film no malgasta metraje en cerrarnos algunos cabos sueltos (el incoherente funcionamiento del centro, las normas del mismo o el innombrable delito que comete el director), sino que tan sólo se centra en las maniobras quirúrgicas de los colegas doctores y sus perturbadores resultados (realizan unas intervenciones al paciente dignas de Martes y trece en fin de año).
Tampoco la maqueta exterior del sanatorio nos convence lo más mínimo (por mucha ambientación y poca luz que nos vendan), y deberemos acogernos a nuestros recursos más cinéfilos para valorar una obra que, de principio a fin, pareció maldita (fue vapuleada por crítica y público, siendo un fracaso en todos los sentidos).
No es para nada un film indigno, pero si que de alguna manera malgasta unas posibilidades muy altas de base (el triunvirato Fisher/Cushing/Frankenstein), que en tantas ocasiones había funcionado maravillosamente bien.
A nivel de reparto, destacar por encima de todos (y me aferro, esta vez sí, a mi cinefilia) al enorme Peter Cushing, un actor que proporcionaba tanta solidez a su personaje que inundaba la pantalla por sus cuatro aristas. Su gran presencia, su mirada penetrante y sus inquietantes facciones dieron vida a tantas figuras de renombre que ya es todo un incunable del cine mundial (ha sido, entre otros, Van Helsing, Sherlock Holmes, el Doctor Frankenstein...) por lo que su papel en esta "Frankenstein and the monster from hell", no es una excepción (su aparición en el film es mágica y cautivadora).
Su continua lucha entre el bien y el mal abarcó casi toda su filmografía (no cuenta su fantástico cameo en "Top Secret"), pero también tuvo tiempo para dejarnos algunas colaboraciones con directores españoles, como fueron "Pánico en el Transiberiano", de Eugenio Martín, o "Misterio en la isla de los monstruos", del llorado e infravalorado Piquer Simón.
Para terminar, comentar que el film se censuró a su paso por nuestro retrógrado país y que la versión "uncut" que yo tuve el placer de visualizar, contiene imágenes explícitas de cerebros, ojos fuera de sus órbitas y demás gazmoñerías (hecho que, como ya debéis saber, me entusiasmó).
Tras media docena de películas sobre el monstruoso ser (siempre junto a su inseparable Peter Cushing, con el que coincidió en 14 films), Fisher acabaría tan desencantado y ¿frustrado? del resultado que finalizaría su carrera profesional como cineasta (y también porque siendo septuagenario ya no estás para muchos trotes).
El film arranca presentándonos al Dr. Simon Helder (un impertérrito Shane Briant), esperando a que le traigan un nuevo cadáver exhumado del cementerio, con el que (a su manera) prosigue los escritos del famoso Barón Frankenstein, al que considera un genio. Por desgracia para él y para su fiel proveedor, en esta ocasión la policía los descubre y Helder acabará en manos de la justicia acusado de brujería, nada menos.
¿Su condena?, pasar 5 años recluido en el Manicomio Estatal para delincuentes psicóticos, donde no será muy bien recibido que digamos (para mi, él es sin duda el más cuerdo del lugar) y ni tan siquiera el director del sanatorio demuestra estar en sus cabales (resulta ser un tipo inestable, depravado, alcohólico...etc). Para sorpresa de Helder, un misterioso doctor llamado Carl Victor es el responsable del área médica, comenzando así una estrecha colaboración profesional que irá más allá de lo que nuestro estupefacto doctorcillo podría llegar a pensar.
No tardaremos en descubrir que el genuino Doctor Frankenstein se esconde tras ese falso nombre de Carl ni que, evidentemente, prosigue con sus atroces experimentos al margen de su nuevo oficio, agenciándose partes de sus desequilibrados pacientes y usándolos en beneficio de sus no menos desquiciadas investigaciones.
Así pues, ambos doctores (con la ayuda de una enmudecida belleza llamada Sarah) compartirán un mismo propósito: dar vida a una criatura con distintas partes de finados reclusos (el cuerpo y por consiguiente la fuerza de un paciente propio del neolítico, las manos de un prodigioso artesano y finalmente, el cerebro de un brillante profesor).
La película de Fisher invita al espectador a adentrarse en un ejercicio de permisible amoralidad, donde los experimentos (realmente descabellados) de nuestro emblemático doctor, no son más que una excusa para presentar un nuevo monstruo en pantalla, esta vez en forma de hombre de las cavernas.
Dicha criatura, mitad gorila mitad franciscano jorobado (por momentos, parece Flo disfrazado), es una de las más extrañas que he visto nunca en un film, ya que incita más a la risotada que al terror, (que por cierto, aquí brilla por su ausencia, etiquetándola consecuentemente en un solo género, el fantástico), pero escondiendo tras de sí a un actor de culto, el gigantón David Prowse, más conocido por dar vida a Darth Vader en la famosa trilogía galáctica.
Sus 45 minutos iniciales están a un gran nivel técnico y narrativo, filmados con elegancia y estilo, resultando entretenidos a la par que prometedores. Pasados esos minutos (y casualmente coincidiendo con la aparición del cavernícola con manos de artesano), la trama decae irremediablemente hasta acabar según marcan los cánones, es decir, sin apenas emoción.
El film no malgasta metraje en cerrarnos algunos cabos sueltos (el incoherente funcionamiento del centro, las normas del mismo o el innombrable delito que comete el director), sino que tan sólo se centra en las maniobras quirúrgicas de los colegas doctores y sus perturbadores resultados (realizan unas intervenciones al paciente dignas de Martes y trece en fin de año).
Tampoco la maqueta exterior del sanatorio nos convence lo más mínimo (por mucha ambientación y poca luz que nos vendan), y deberemos acogernos a nuestros recursos más cinéfilos para valorar una obra que, de principio a fin, pareció maldita (fue vapuleada por crítica y público, siendo un fracaso en todos los sentidos).
No es para nada un film indigno, pero si que de alguna manera malgasta unas posibilidades muy altas de base (el triunvirato Fisher/Cushing/Frankenstein), que en tantas ocasiones había funcionado maravillosamente bien.
A nivel de reparto, destacar por encima de todos (y me aferro, esta vez sí, a mi cinefilia) al enorme Peter Cushing, un actor que proporcionaba tanta solidez a su personaje que inundaba la pantalla por sus cuatro aristas. Su gran presencia, su mirada penetrante y sus inquietantes facciones dieron vida a tantas figuras de renombre que ya es todo un incunable del cine mundial (ha sido, entre otros, Van Helsing, Sherlock Holmes, el Doctor Frankenstein...) por lo que su papel en esta "Frankenstein and the monster from hell", no es una excepción (su aparición en el film es mágica y cautivadora).
Su continua lucha entre el bien y el mal abarcó casi toda su filmografía (no cuenta su fantástico cameo en "Top Secret"), pero también tuvo tiempo para dejarnos algunas colaboraciones con directores españoles, como fueron "Pánico en el Transiberiano", de Eugenio Martín, o "Misterio en la isla de los monstruos", del llorado e infravalorado Piquer Simón.
Para terminar, comentar que el film se censuró a su paso por nuestro retrógrado país y que la versión "uncut" que yo tuve el placer de visualizar, contiene imágenes explícitas de cerebros, ojos fuera de sus órbitas y demás gazmoñerías (hecho que, como ya debéis saber, me entusiasmó).
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