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sábado, 10 de diciembre de 2011

MEDIANOCHE (1939)

De nuevo el dúo de guionistas Wilder-Brackett en plena efervescencia de sus facultades narrativas, pero en esta ocasión bajo la batuta del hábil Mitchell Leisen
La película "Midngiht" relata la historia de Eve Peabody (Claudette Colbert), una chica despreocupada y aventurera que llega en tren a París desde Montecarlo, donde había perdido hasta sus maletas en las apuestas. Sin un dólar en el bolsillo pero con una enorme ilusión por triunfar en la capital francesa, enreda a un amigable taxista para que le ofrezca viajar remunerándole más adelante, cuando ella consiga algún trabajo (mucho me temo que hoy en día no sería tan sencillo convencer a nadie de esa manera).
Tras visitar algunos clubs de la ciudad (incluido el Moulin Rouge) sin encontrar una oportunidad de empleo, el caballeroso taxista Tibor (Don Ameche) la invita a cenar y le sugiere que pase la noche en su casa, ya que está siendo una lluviosa tarde en París y ella pensaba quedarse en la estación pasando frío.
                                Eve prefiere declinar su "honrada" oferta y acaba colándose en una fiesta de alto copete gracias a una falsa entrada. Es ahí cuando se hará pasar por la Baronesa Czerny (el apellido del taxista, de origen húngaro) y entrará incluso a jugar una timba de póquer junto a varios millonarios. Gracias a la ayuda del señor Georges Flammarion (John Barrymore, un actor espléndido pero de incurable alcoholismo), su mala suerte habrá terminado, pues inesperadamente tendrá chófer, habitación en el Ritz y dinero para gastar. Sólo habrá una condición, que es seducir a Jacques Picot, amante de la Sra. Flammarion y pesadilla del bueno de Georges.Mientras tanto, el enamorado taxista Tibor decide buscarla por toda la ciudad para tenerla entre sus brazos, convencido que es el amor de su vida. Esta comedia de enredos de finales de los años 30 me ha sorprendido muy gratamente, y ya no sólo por un incontestable encanto cinéfilo o una atractiva historia romántica (nada empalagosa, todo sea dicho), si no también por esa magia tan difícil de conseguir en el cine y que se debe a una soberbia realización y a un general estado de gracia.
Recordará mucho al cuento de la Cenicienta, pero aquí narrado desde un prisma más adulto y saltándose las patrañas infantiloides que adornaban ese cuento, que sin duda, dotan a esta cinta de una personalidad muy estimable, de auténtico clásico cinematográfico.
La Colbert aquí está excelente, dejando joyas a su paso como la escena del sillón en la fiesta, de soberbia gestualización e increíble comicidad o lo divertida que está cuando juega al cortejo con el señor Picot, rendido a sus pies antes de tiempo.
El actor John Barrymore, pese a sus descarados altercados con el alcohol que entorpecieron el rodaje, nos deja una magnífica interpretación, repleta de énfasis mesurado y control de las emociones, una clase magistral de un individuo con las facultades mermadas por su enfermedad. Una de las anécdotas más divertidas de la realización del film es, según cuenta Wilder, los pormenores que sufrieron con los productores de la Paramount.
Una vez acabado y enviado el guión a los productores pertinentes, les dijeron que era necesario retocarlo, pues tenía pequeños matices que debían cambiarse. Lo curioso viene cuando los escritores encargados de la reescritura, sin saberlo la Paramount, eran los mismos Wilder-Brackett, que lo pasaron a limpio y presentaron exactamente igual, teniendo entonces el beneplácito de sus productores. Un absurdo criterio puesto en evidencia.
Podemos decir entonces, que esta Medianoche, es una comedia inteligente con toques sofisticados (grrr..) pero de incunable valor. Una espléndida película que debe verse en versión original, y no únicamente para comprobar los diferentes acentos ingleses de la sociedad francesa, sino por evitar bajo cualquier circunstancia, el paupérrimo sonido en castellano que lleva el DVD, repleto de ruidos confusos y maltratado hasta el hartazgo.

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