Peters, fue condenado gracias a toda una serie de pruebas circunstanciales y sin ningún testimonio que le pudiera incriminar. Solo el gran trabajo del fiscal Roy Thompson (Philip Bourneuf) para convencer al tribunal jugando hábilmente con las teóricas pruebas, lograron finalmente convencer al jurado para que dictaminaran el veredicto de culpabilidad. Austin lucha desde sus páginas contra la pena capital, y siempre que puede no da tregua en sus columnas a un fiscal que considera que con sus casos busca llegar al puesto de gobernador. Por su parte Tom le propone en principio ponerse a escribir un libro acerca de este tema, pero al tratarse de una obra de ficción el veterano Austin no cree que tenga la repercusión necesaria como para cambiar nada. No obstante, en una conversación posterior, Tom plantea una hipotética y verosímil situación a su compañero de debate, ¿podría un inocente acabar condenado a muerte simplemente por unas pruebas incriminatorias? Creyendo ambos que sí podría darse el caso, planean buscar un caso en el que la policía no tenga ninguna pista sólida para tenderles una trampa y hacer aparecer a Tom como posible culpable, de manera que sea juzgado y poder demostrar si al final es condenado que el sistema falla, por lo que debería dejar de aplicarse la pena de muerte.
A los pocos días la fortuna les sonríe y aparece en los periódicos el caso de una bailarina llamada Patty que ha aparecido asesinada y de la que la policía no tiene más pistas que una vaga descripción del último hombre con quien la vieron. Convencidos de que esta es su oportunidad, a partir de ese momento empiezan a plantar toda una serie de pruebas incriminatorias que puedan llevar a la policía hasta él, pero siempre guardándose información para poder demostrar que todo ha sido una farsa para desprestigiar al sistema. Con la detención de Tom y su posterior enjuiciamento arranca un plan milimetricamente planeado, ¿pero existe el plan perfecto?...
El maestro Fritz Lang en su etapa americana tocó varias veces el tema de los juicios y la condena de inocentes, como en Furia (1936), por ejemplo. En esta ocasión y dirigiendo la que sería su última obra en tierras americanas, su crítica va un poco más allá al tomarla con la pena capital y la indefensión que puede legar a sufrir un inocente a la hora de demostrar su no culpabilidad a pesar de no contarse con pruebas irrefutables para condenarle "más allá de toda duda", como siempre acaba diciendo el fiscal. La película tiene un gran y atractivo planteamiento inicial, desde la primera y dura escena con la ejecución de Peters, y toda la concepción posterior del plan para llevar a cabo una mascarada que evidencie los fallos del sistema. Con un desarrollo bastante sencillo, lineal pero interesante, efectivo y muy dinámico a la vez, logra captar nuestro interés sin ningún problema, ¿a quién no le gustan las buenas cintas de juicios? .
Durante la mayor parte de su metraje parece evidente su devenir, pero siempre hay alguna que otra sorpresa que nos reservan para los que nos habíamos relajado demasiado (habrá
quien dirá que se ve venir de lejos, pero un servidor no se lo esperaba hasta que casi lo tuvo delante de los morros).
Con una duración de 80 escuetos minutos, podríamos decir que la primera hora es excelente en todos sus aspectos, por desgracia la parte final flojea un poco por intentar hacer quizás demasiados malabarismos con el guión (que no se pueden revelar para no estropear a nadie el desenlace de la película) perdiendo parte de la credibilidad y autenticidad que hasta entonces había tenido el film y el juicio, incluyendo incluso una escena pobremente rodada, indigna de Lang.Cuesta entender como no supo sacarle mayor partido a una historia que podía haber concluído magistralmente de haberse esforzado más. Es una lástima esos últimos minutos, que tal vez empañan la apreciación final de ella, aún con todo es más que notable y me ha parecido un dignísimo entretenimiento de cine negro. A nivel de actuación tenemos un muy buen trabajo por parte de todos los actores principales, cada uno desarrollando convincentemente su rol, personalmente me ha gustado mucho el estilo del fiscal interpretado por Philip Bourneuf. Así mismo es curioso ver la aparición de las cámaras en el juicio o la retransmisión en un medio tan novedoso entonces como era el televisor de los resúmenes diarios del juicio.
Interesante drama judicial que sin ser una obra redonda es claramente superior al remake que se rodó bajo el mismo título en el 2009 con Michael Douglas como fiscal, en una película que fracasó tanto en taquilla como a nivel de crítica, y es que un Fritz Lang a medio gas sigue dándole una buena paliza a muchos directores.
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