Osmund (Eddie Redmayne) es un joven cura de un monasterio que vive con una terrible lucha interior, por un lado su devoción hacia Dios le ha llevado a vestir los hábitos, pero su amor por Averill (Kimberley Nixon), una chica del pueblo, ha hecho que rompa con sus votos pecando para estar junto a ella. El pueblo donde viven está asolado por la enfermedad y solo es cuestión de tiempo que Averill se infecte, por lo que decide marcharse hasta el apartado bosque de Denwitch para intentar evitar el contagio. Por mucho que el corazón le pide a Osmund dejarlo todo e ir con ella, finalmente opta por permanecer en el monasterio. Poco después llega allí un grupo enviado por el obispo, comandado por Ulric (Sean Bean), quien le explica al abad del monasterio que a su superior le han llegado rumores de una aldea que no está infectada por la peste, y que sospechan que es gracias a la obra maléfica de un nigromante que está cometiendo toda clase de actos demoníacos e incluso canibalismo. La complicada ubicación del pueblo, en medio de unos vastos pantanos cercanos al bosque de Denwitch, hacen que Ulric pida un guía que le oriente. Viendo la oportunidad de reunirse de nuevo con su amada, será Osmund el que se ofrezca voluntario para acompañar al grupo en su misión de llevar ante la justicia al culpable de brujería.
De entrada tengo que reconocer que es una película de la que me esperaba más bien poco y que finalmente ha resultado ser un correcto entretenimiento que huye de los arquetipos más comunes de hoy en día. Con esto me refiero a que se trata de una historia sobria y que no incluye artificios efectistas en su desarrrollo, olvidaros de giros argumentales para alargar innecesariamente el film o para hacer que nuestro protagonista se convierta en un héroe, tampoco unos efectos especiales con los que deleitarse, ni personajes secundarios graciosos
que aparezcan cuando hay problemas para arreglarlo todo, ni grandes batallas cuidadosamente coreografiadas. Esto que comento me ha parecido muy honrado por su parte, al ceñirse simplemente a contar una historia ambientada en esa época oscura y donde salen a relucir algunos temas como la crisis de la fe en Dios (pues algunos pensaban que la peste era un castigo divino), punto que acaba siendo clave en el desarrollo de algunos de los personajes al verse enfrentandos a difíciles situaciones a lo largo del film y que ponen a prueba la fortaleza de su fe, llegando a tocar también los fanatismos religiosos que imperaron en algunos momentos de la Edad Media.
Su mejor punto es quizás la ambientación general, con una podredumbre y suciedad presentes en todas las escenas y en sus personajes, es de agradecer poder ver una cinta situada en la Edad Media que se decide a intentar dar una imagen más cercana a la realidad, nada de caballeros justicieros limpios y de blancas capas, sino todo lo contrario, soldados sucios y sudados embutidos en sencillas ropas de época. Podría hacerse una comparativa con Los señores del acero de Paul Verhoeven si buscáramos un punto de referencia.
La fotografía también es un acierto, con unos tonos más bien apagados que consiguen hacernos llegar la atmósfera opresiva y triste de ese momento; por contra la cámara juega un papel bastante desigual y en los momentos en los que intentan jugar con la cámara en mano, las imágenes se vuelven temblorosas y mareantes en más de una ocasión sin aportar nada que justifique su uso. El interés de la historia en general es innegable y durante más de la mitad del metraje logra que estemos atentos al avance y descubrimientos del grupo de Ulric guiados por Osmund, en un viaje que les lleva a vivir en primera persona los peligros de los fanatismos o experimentar los límites de la cordura en una época llena de miedos, ignorancia y supersticiones.
La mejor escena del film logra que empaticemos con los personajes (quedaros con la lucha de fe que mantienen los prisioneros ante la inminente visión de la tortura y su casi segura muerte), llena de tensión y bien rodada. Por desgracia, en el tercio final pierde bastante fuerza acusando una falta de ritmo y quizás haber sabido cerrarla de una forma más convincente. Con eso no quiero decir que el final no sea decente, de hecho me ha parecido interesante y original la desmitifiación que hacen de la clásica bruja que hemos visto en muchas otras películas, pero pienso que no está aprovechado y que acaba siendo demasiado simplista en su resolución. Se echa de menos también el desarrollo de algunas lineas argumentales como la historia de amor entre Osmund y Averill, o el no trabajar el guión para haber utilizado más el conflicto entre razón y religión, y que aquí se pasa muy por encima. Su fracaso comercial en las salas es entendible al no caer en los tópicos que usa Hollywood en este tipo de producciones (tipo Templario), por lo que acaba siendo lo que es, un producto de bajo presupuesto alejado del gusto del gran público, pero para nada desdeñable para pasar un buen rato.
Hoy ha caído Black Death. Lástima de esas malditas cámaras mareantes, que no consiguen sino que hastiarnos. Yo creo que el film apuntaba más alto de lo esperado una vez nos situamos, de aventura Tolkieniana incluso con Galadriel incluida.
ResponderEliminarEn parte, no colma nuestras expectativas por no entrar a un desarrollo más complejo (esa galería interesantísima de secundarios de los cuales no sabremos casi nada...¿?), y por descuidar a un par de protagonistas que, pese a estar bien interpretados, no se ganan nuestro cariño y su destino no nos conmociona como podría.
Algo le falta en su desarrollo que no equilibra el global, pero como bien dices, para nada resulta desdeñable, y ese tono cruel y feista resalta bien en el film (esa escenaza que comentas es, sin dudarlo, lo mejor).
Así pues, un buen entretenimiento que acusa un no sé qué que qué sé yo...