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sábado, 2 de abril de 2011

BLAST OF SILENCE (1961)

Frankie Bono, un asesino a sueldo, viaja hasta Nueva York para realizar un nuevo trabajo. Un jefe de la mafia quiere que uno de sus rivales sea eliminado y para ello contratará a este sicario durante las fiestas de Navidad.
En unos muy bien aprovechados 77 minutos, tendremos la oportunidad de seguir paso a paso el acecho que este profesional hace sobre su víctima: como estudia el terreno, sus costumbres, consigue el arma más adecuada y busca el momento más seguro y eficaz para acabar con él. Con un rodaje que recuerda mucho el estilo visual de Taxi Driver de Scorsese y con un blanco y negro precioso, nos pasearemos junto a Frankie por una ciudad que está celebrando las navidades, mientras él, completamente solo, deambula por sus calles mientras va estrechando el cerco sobre su objetivo. Una sobria voz en off nos acompaña desde que arranca la película para irnos relatando como si su propia conciencia fuera, las sensaciones, impresiones y miedos que va experimentando nuestro asesino a lo largo del relato, dotando conjuntamente con la música de jazz omnipresente en el film, de una tensión añadida a las diferentes escenas.
Digna de mención para la del inicio, con esa pequeña luz de fondo que se va acercando y la voz en off que nos va metiendo en materia, la del desagradable proveedor de armas en su apartamento o la preparación y cuidado casi obsesivo que le dedica a su arma.
Una película que tiene un denominador común, Allen Baron, director, guionista y el actor que encarna al asesino, que supo crear con un presupuesto mínimo, esta cinta de cine negro poco conocida y muy meritoria, que en la decada de los 60, empezó a mostrar la sordidez de las calles de esta gran ciudad, rasgos más típicos del cine de los 70. A tener en cuenta.


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