PAGES

viernes, 22 de agosto de 2014

HARLOCK (2013)

El tener la oportunidad de saborear el reboot en cine y en 3D de la serie de culto del Capitán Harlock, fue una tentación a la que no pude negarme. La serie original, adaptación del manga de Leiji Matsumoto, cautivó a una legión de seguidores a finales de los años 70, en las aventuras de la nave espacial Arcadia y su tripulación, enfrentándose a la amenaza extraterrestres de las Amazonas que pretendían conquistar la Tierra. Desde entonces solo una serie de 13 OVAs que apareció en el año 2002  bajo el título de Capitán Harlock: The Endless Odyssey, que pretendía ser una secuela de la original.
Todo ello hizo que cuando Toei Animation anunciara el año pasado que estaban trabajando en una nueva aventura del pirata espacial utilizando las más innovadoras técnicas de animación actuales, la noticia tuviera un gran eco entre todos los aficionados y fieles seguidores de la serie original, entre los que me cuento.
El film nos cuenta como los avances tecnológicos de la raza humana, le permitieron lanzarse a la conquista del infinito espacio una vez la superpoblación y el agotamiento de los recursos de la Madre Tierra estaban llegando a límites insostenibles. Una aventura que con el tiempo se mostró infructuosa y estéril, por lo que la humanidad decidió regresar a su planeta de origen. Sin embargo, el gran problema llegó con la imposibilidad de la Tierra para acoger tamaña oleada de naves y humanos que pretendían volver a casa después de tanto tiempo, originando lo que se conoció como la "Gran Guerra del Regreso", en el que tuvo lugar una despiadada batalla por ganarse el derecho a la Tierra. Todo ello originó que la Coalición Gaia (una especie de gobierno autoritario) determinara que el planeta iba a quedar como un santuario intocable y en el que nadie podría vivir, planes contra los cuales se opondrá el Capitán Harlock y su nave Arcadia, dando pie a esta nueva aventura.

Una de las múltiples batallas en el espacio por llegar a la Tierra

Harlock dirigiendo la Arcadia junto a su fiel compañera...
La película a nivel visual resulta prácticamente impecable, con una calidad de animación fuera de toda duda para dotar por un lado a los caricaturescos personajes originales de un aspecto lo más humano posible, pero sin perder la esencia de sus orígenes, a pesar de cierta frialdad que siguen teniendo estas creaciones por ordenador, seres sin alma que nada trasmiten por muy detallados que estén. Por otro el excelente diseño de todos los elementos mecánicos y electrónicos que aparecen en el film (naves, armas, edificios y un largo etc...), que dotan de una credibilidad física a cuanto vemos. Por lo que al menos en este apartado, es de alabar la gran labor de un equipo que ha trabajado durante 5 largos años en este proyecto. Respecto a lo que da de sí la película, decir que tiene un alto ritmo y una acción que inundan sus largas 2 horas (demasiado largas, la verdad). Pero el problema viene con el guión, que no destaca por saber crear unos personajes que creen algún tipo de empatía hacia nosotros, mostrándose demasiado fríos, casi como si de una intro de un videojuego de última generación se tratara. La historia resulta un tanto incomprensible, sobre todo en su segundo tramo que es repetitivo y hasta aburrido, cansándonos de escuchar una y otra vez frases como "liberar la materia oscura", "prepararos para entrar en IN-Skip" o "activar el acelerador Jovian" y ver escenas casi calcadas una vez tras otra, un guión tosco y aburrido y lo peor es la sensación de que poco nos importa ya como acabe todo, pero queremos que acabe. Un film que si no fuera por la grandiosidad de la sala de cine y el 3D, se le hará muy larga a más de uno, sea o no fan del original Harlock.

lunes, 18 de agosto de 2014

SUPERARGO, EL GIGANTE (1968)

Como era de prever, la secuela de Superargo, el hombre enmascarado (1966) se puso en marcha nada más comprobar su más que aceptable rendimiento en taquilla. Bastó con canjear un director de oficio por otro (Paolo Bianchini por Nicola Nostro), a un guionista catalán por otro madrileño (Jaume Balcázar por Julio Buchs) y mantener al protagonista de la primera, el fortachón Gioavi Cianfriglia (o Ken Wood, como se prefiera) al frente del entuerto, para arrancar el segundo capítulo del entrañable enmascarado.
Así es como, el 26 de enero de 1968, se estrenaba en las salas de barrio italianas "Superargo, el Gigante" (L'invincibile Superman), tan sólo 2 días después del gran estreno de Diabolik, del maestro Bava, en una jugada de mercado tan vieja como el cine en sí mismo.
Tras una primera parte entretenida pero algo inconsistente, optaron hábilmente por mejorar algunos aspectos tanto del personaje en sí (ni rastro de su mujer, cambios en su apariencia, se acentúa su personalidad...) como de la misión a cumplir, pues aunque se recurre a los típicos recursos propios de films de acción, se agradecen y acaban funcionando bien.
En este segundo asalto, el ex-wrestler enmascarado hará pareja con el yogi Kamir, quien le ha transmitido profundos conocimientos sobre meditación y control mental (levita con gran facilidad), y que ha conseguido desarrollar hasta niveles inimaginables, algo que le será muy útil en ciertos momentos de la misión.

Los cyborgs, creación del doctor Wond, atracan bancos sin que nadie les pueda hacer frente
Superargo evoluciona en su control mental gracias a su compañero Kamir
La desaparición de al menos 16 atletas de élite, incluido el actual campeón de wrestling Jo Brand, junto con una serie de violentos robos a bancos perpetrados por unos extraños robots de enorme fuerza, harán saltar las alarmas del servicio secreto.
Con la ayuda de sus mejores agentes, un renovado Superargo (que mantiene su apariencia, según dice, porque "le da suerte") y su compañero hindú, deberán impedir que el doctor Wond y su ejército de cyborgs a control remoto se salgan con la suya, introduciéndose en su guarida oculta (o no tanto) si se tercia.
Lo primero que se agradece de esta nueva hazaña del rojizo enmascarado es su crecimiento como personaje, pues aparte de mostrarse más desenvuelto, espabilado y locuaz que en su anterior entrega, se ha desquitado por fin de sus temores en el ring (de hecho, vuelve a subir a uno), y ha desarrollado nuevas y muy sorprendentes habilidades psíquicas. Además, la inoperancia mostrada por Ken Wood en la primera parte se consigue olvidar casi por completo, pues él mismo se siente más cómodo con el apretado traje de Superargo y su encarnación supera notablemente a la primera.

El tándem por fin descubre quién hay detrás de esas extrañas pero poderosas criaturas
Los cyborgs, estrambóticos pero originales
La estimulante presencia de Kamir a su lado (interpretado por Aldo Sambrell, también conocido como Alfredo Sánchez, el español más prolífico en los spaguetti westerns de Leone), pues será el responsable de que el héroe principal tenga más líneas de diálogo y ofrezca una renovada imagen no tan solitaria, y de hecho, mucho más interesante (como Robin con Batman).
Destacable también el diseño de los cyborgs, pues aunque son considerablemente rudimentarios (era el año 1967 debo añadir), conservan un encanto especial, ya que son una curiosa mezcla entre hombres buzo, forzudos con mazas de cadena y ladrones de bancos (esas caras escondidas tras un filtro similar a unas medias), que además poseen una fuerza descomunal y son inmunes a las balas. De tan demenciales resultan todo un acierto y no desentonan en absoluto.
Tampoco desmerece el mad doctor interpretado por el veterano Guy Madison, quién está convencido que la transformación a cyborg es un paso evolutivo lógico para conseguir la inmortalidad del ser humano. Así es como el apuesto doctor Wond, siempre acompañado por su también atractiva ayudante, opera con total impunidad desde su fortín perdido en las montañas; una perfecta guarida, como cualquier villano que se precie.

El mad doctor, persuadiendo con malas artes a una bella dama
La levitación no viene mal en según qué momentos
Muy a nuestro pesar, será en la puesta en escena donde se sucederán la mayoría de los problemas. De nuevo se muestra plana y ramplona en exceso, sin signos de personalidad más allá de un par de aciertos aislados y con muchos recursos risibles, siendo de lejos lo peor de esta cinta, asumidamente de serie B sí, pero sin signos de talento tras las cámaras.
Un Superargo mejorado en aspecto y personalidad
Planos recalentados, efectos de feria (la entrada de Superargo a la fortaleza es imperdonable), descuadres de montaje e incluso saltos de eje consiguen frenar el alcance de esta secuela, ciertamente mejorada con respecto a la previa, pero bastante mejorable.
De todas formas, emana esa agradable y descarada esencia comiquera de los fumetti, con personajes entrañables, aventuras cercanas al disparate e inteligentes villanos con planes maquiavélicos. Todo un placer para el espectador si sabe degustarlo con el paladar alertado. Para concluir, y por motivos que aún desconozco, el film es casi imposible de encontrar a día de hoy incluso por internet, y sólo un sello menor de los EEUU lo tiene en mercado (parece que por error), aunque en condiciones muy lamentables de transfer. Una lástima, pues sin duda Superargo, el Gigante merecía un mejor trato. Esperaremos una remasterización como agua de mayo.


http://www.filmaffinity.com/es/film484711.html

jueves, 14 de agosto de 2014

SATANIK (1968)

En pleno auge del subgénero fumetti en Italia (ya se habían estrenado la notable Diabolik y el entrañable díptico Superargo, entre otras), llegaba a las pantallas europeas una de sus escasísimas expresiones fílmicas con heroína femenina a la cabeza, la sensual a la par que letal Satanik.
El timonel para llevar a cabo este proyecto hispano-italiano fue el ya desaparecido Piero Vivarelli, quien tonteó con el fumetto nero gracias a su film "Mister X" años antes, y que se sirvió de los encantos naturales de la actriz y/o modelo polaca Magda Konopka para encabezar la cinta.
Lo que arranca como una simpática y muy libre adaptación de Jekyll y Mr. Hyde (con una mujer horriblemente fea asesinando a su colega científico para conseguir el elixir de la eterna juventud), va perdiendo su agradable y casposilla impronta fantástica para transformarse, pasada media hora, en una banalidad policíaca de lo más convencional.
La doctora Bannister (Konopka), comprensiblemente infeliz con su monstruoso aspecto, decide llevar al límite las consecuencias del experimento y se toma la supuesta pócima reparadora, para luego despertar como la sinuosa (y perfectamente maquillada) Satanik.

Una buena intro, esperanzadora
Será entonces cuando, como si de una venganza personal por sus carencias previas se tratase, comenzará su cruzada criminal para conseguir todos los lujos y joyas que se puedan, y por qué no, también algún que otro caballero de abultada billetera.
Como era de esperar, se abre una investigación por la muerte del científico asesinado y saltan a escena los inspectores de turno (entre ellos nuestro Julio Peña, aquí como miembro de Scotland Yard), que perseguirán a nuestra protagonista con bastante calma y que originarán una segunda línea argumental dentro del film, lamentablemente más aburrida.
Como viene siendo costumbre en estas co-producciones fumetti, tendremos un inevitable viajecito a la capital española, una sesión de auténtico flamenco, una moderada atmósfera pseudo-erótica (muy por debajo del homónimo en viñetas e incluso censurada en la España franquista) y gran cantidad de zooms innecesarios junto con un buen número de planos detalle que delatarán las limitadas artes de Vivarelli y su ramplona puesta en escena.

La doctora Bannister, de apariencia monstruosa
Ya convertida en la letal Satanik, y claro, jugando sus bazas
El fumetto original
El potencial de la historia resulta en sí atractivo y por momentos prometedor, sobre todo en sus primeras secuencias, con un buen arranque. Cuenta además con una excelente banda sonora del todo apropiada y bastante superior al material de base (todo una pieza de culto para coleccionistas), pero desgraciadamente esa agradable y esperanzadora trama sobre el brusco cambio físico de la protagonista se difumina alrededor del robo de un collar de diamantes que nos hará desesperar y que miremos el reloj como haría Boyero.
El desfile de maquillajes, pelucas y modelitos de la Konopka aliviará momentáneamente nuestro sufrimiento, y pasaremos por alto sus sonrojantes ineptitudes interpretativas, gracias en buena medida, a sus contoneos y demás insinuaciones a cámara, a la que corteja a menudo y en especial, por su estupendo strip-tease final, bastante sutil pero genial (momento que no se disfrutó en la pacata versión española).
Sin embargo, de entre el grueso argumental que nos ofrece su plana segunda mitad, me gustaría destacar una secuencia en concreto con un puntito delicioso de pura erotomanía : la lucha entre una violenta Satanik y la mujer de un mafioso (con un minúsculo camisón y en bragas) dentro del dormitorio de ésta última.

Seguramente en el cómic era buena idea....
Julio Peña, aquí de Scotland Yard, al acecho de Satanik
Filmada con evidentes limitaciones pero con un estupendo ritmo, destaca por ser una escena del todo pasional y dueña de un peculiar erotismo, con tirones de pelo, agarrones en lencería, asfixias, coreografías asincrónicas, admisibles errores de raccord y un acelerado jazz de fondo, cargada además de una idónea selección de recursos fílmicos, como la cámara en mano o el trato subjetivo mientras Satanik "nos" abofetea. Una secuencia que otorga cierta dignidad al conjunto global y despierta algo más que simpatía en el espectador, convirtiéndose en una de las escenas clave del film (y que colma a nuestro pequeño fetichista interior).
Así pues, podemos decir que esta mítica cinta fumetti (tremendamente conocida en Italia, no tanto aquí), tiene un buen arranque gracias a su vertiente fantástica y su punto caspa, pero que deviene plana y convencional a medida que avanza, quedándose en terreno de nadie y por momentos aburriendo al personal.
Curiosamente Miguel Bardem le rindió un inesperado tributo en su film de 1999 "La mujer más fea del mundo", con resultados más que debatibles pero con un punto mitómano destacable. Una rareza que para algunos es de culto y que para otros va directamente al cubo de la basura.

La belleza de Konopka como Satanik es evidente
Una de las mejores (y más esperadas) secuencias del film : el strip-tease final
Por último, debemos agradecer al sello italiano Nocturno por mimar tanto su edición en DVD, presentándola con un excelente transfer (debe ser el único fumetti junto a Diabolik que puede decir eso), buenos aunque escasos extras y un gran tratamiento del audio. Sólo se echan en falta unos buenos subtítulos en castellano, pero de eso, no tienen culpa los italianos.

http://www.filmaffinity.com/es/film835661.html

sábado, 9 de agosto de 2014

ONLY GOD FORGIVES (2013)

Only God forgives levantó una enorme expectación por ver que daba de sí la repetición del tándem Nicolas Winding Refn-Ryan Gosling, que deslumbró con Drive en el 2011. La película sin duda ha dividido tanto a prensa y público, algunos han quedado fascinados por la propuesta de Winding Refn, mientras que otros echan pestes sobre un film que consideran muy pretencioso y nada acertado. Debo admitir que a mí me resulta complicado dar un dictamen definitivo, una sentencia contundente al respecto, pues si bien es innegable ciertas carencias importantes, tampoco sería justo no destacar otros aspectos logrados y casi hipnóticos. Si hubiera escrito esta crítica nada más salir de la sala, las siguientes reflexiones serían más negativas, pero el paso de los días ha dejado un poso relativamente agradable y el recuerdo de algunos de sus pasajes o su potente música han arraigado en mí, mientras que sus partes menos acertadas parece que las he ido diluyendo de mis recuerdos. Así pues, ¿por qué Only god forgives ha despertado una división de opiniones tan antagonistas? Pues una de las respuestas podría ser nada más ni nada menos que muchos íbamos (me incluyo) a ver la nueva Drive, y lo que vimos fue algo muy distinto.

Julian mirando unas manos manchadas por su pasado...
Si tenemos que compararla con alguna obra anterior de su director, encontramos muchos más paralelismos con Valhalla Rising (2009), con quien comparte una parquedad absoluta de palabras (allí su protagonista no abre la boca ni una sola vez), su gran fotografía, un ritmo lento casi desesperante para según quien o la obsesiva composición de imágenes con los personajes de rostros pétreos mirando al infinito sin transmitir practicamente ninguna emoción. Si bien pienso que esto en el marco de unos deslumbrantes paisajes de la Noruega del Siglo VIII d.c., donde una serie de vikingos se enfrenta a unos retos tanto físicos como espirituales, queda mejor que en una ciudad ruidosa como Bangkok en pleno Siglo XXI. El simple hecho de ir predispuesto a ver un estilo de película y encontrarse otro menos digestivo, echó para atrás a muchos de los espectadores que no entraron al juego de la nueva propuesta de Winding Refn.

El enigmático Chang y su espada...
Uno de los momentos más hipnóticos...
La trama es bien sencilla, como decía, todo arranca en Bankok, donde Julian (Ryan Gosling) dirige junto a su hermano Billy (Tom Burke) un club de boxeo tailandés que es usado como tapadera para el negocio de drogas internacional que dirige su madre Crystal (Kristin Scott Thomas) desde los Estados Unidos. Una noche, el violento Billy mata cruelmente a una joven de 14 años, desencadenando la venganza orquestrada por Chang, un policía que trabaja al margen de la ley y que se rige por un peculiar código personal. Tras la muerte de Billy, su madre aterrizará en tierras tailandesas decidida a tener su vendetta personal.
A priori, y de igual forma que pasara con Drive, esta es una historia simple, pero a diferencia de su antecesora que estaba bien trabajada y funcionaba como un reloj de precisión, aquí se echa en falta ese toque que hace brillar o no una película. Personalemente encuentro que se desperdicia una buena oportunidad para penetrar más en la historia simplificada hasta su mínima expresión, pues quitando momentos muertos, los larguísimos planos contemplativos donde los personajes parecen mirar al infinito esperando que la hierba crezca, podría haberse quedado en un mediometraje sin ningún problema. Otro apartado por el que el director pasa de puntillas es en el desarrollo de los personajes, dejando con ganas de saber más del misterioso Chang (un inquietante Vithaya Pansringarm) con su estricto código moral y esa afición a cercenar extremidades; como del resto, a los que meramente esboza y poco más.

La llegada de la madre a Bankok y su decisión de ajustar cuentas cueste lo que cueste...
La ausencia de diálogos junto al hecho de alargar de forma casi enfermiza y repetitiva prácticamente todos los planos mediante larguísimos travellings, encuadres fijos en los que los personajes aparecen hieráticos mirando al vacío, bañados por las luces de neón mientras la música suena de fondo (muy buena, eso sí), no ayudan a que el ritmo de la película tenga el vigor para mantenernos en tensión. Si bien es verdad que hay momentos muy logrados: la secuencia de la muerte de la chica junto a la primera aparición de Chang, un travelling hipnótico del policía entrenando con su espada, las lapidarias intervenciones de la madre o las puntuales puntas de violencia y tortura que aparecen desperdigadas por su metraje; son muchos otros en los que tenemos la sensación de asistir a un espectáculo pretencioso y vacío de todo contenido, donde todo parece apostarse al impacto de las imágenes pretendidamente trascendentes pero que parecen sacadas de un anuncio de Martini.

Uno de los muchos momentos donde el actor tiene instrucciones de emular un gato de yeso...
A nivel actoral quien realmente salva la papeleta, transmitiendo una poderosa personalidad como por el humor negro que transpiran sus lineas de diálogo, es Kristin Scott Thomas, dando vida a una dura e implacable madre, cuya relación con sus hijos se atisba de lo más turbulenta e incluso incestuosa. El resto puros rostros petreos, inexpresivos, con un Ryan Gosling que nos mostrará la misma emoción en situaciones tan variopintas como cuando una prostituta se masturba delante suyo, cuando sepa que su hermano ha muerto, cuando su madre acerque peligrosamente su cabeza a su entrepierna, sentado en un pub mirando al vacío y así podríamos seguir hasta el infinito...
Una obra muy irregular, con brillantes destellos, pero con grandes lagunas en su desarrollo. Los que vibraron con Valhalla Rising puede que aquí encuentren otra pieza hecha a su medida, para el resto es jugar a la ruleta rusa y apretar el gatillo. Por cierto, cuando Chang no usa su espada justiciera, canta en un karaoke, estáis avisados nuevamente...



miércoles, 6 de agosto de 2014

LAS MANOS DEL DESTRIPADOR (1971)

El mítico sello británico Hammer Films Productions realizó
entre 1955 y 1979 un buen número de películas de terror gótico en respuesta a los grandes éxitos de la Universal, con presupuestos mucho más modestos que aquéllos, pero embadurnadas de un barniz personalísimo de incomparable esencia europea.
Frankenstein, Drácula, la Momia, el Hombre-Lobo o cualquier criatura de las tinieblas que se preciara (siempre acompañados de tiernas doncellas, eso sí), tuvieron su oportunidad de dejar para la posteridad, su paso por el sello del viejo continente. Curiosamente, el personaje más británico de todos, el famoso asesino en serie Jack "el destripador", sólo se paseó por la Hammer en un par de ocasiones, y no de un modo tan directo como podríamos suponer.
La primera versión data de 1950 y juega sin demasiada habilidad con el desdoblamiento de personalidades entre un presunto doctor de dudosa trayectoria y el citado Jack, todo en un thriller de extraña aunque fallida naturaleza titulado "Room to Let". Ya en 1970, la figura del famoso destripador de prostitutas volvería a las estanterías de la productora, de nuevo de manera indirecta, pero en un film mucho más sólido y sanguinolento como fue ésta  "Las Manos del Destripador" (The Hands of the Ripper), del húngaro Peter Sasdy.
La historia arranca cuando el ocupado Jack, tras cometer otro de sus desgarradores asesinatos, vuelve a casa con las manos ensangrentadas. Tras apuñalar a su espantada mujer ante los desorbitados e inocentes ojos de su pequeña hija Anna y luego tratar de calmarla con un grotesco beso, se difuminará por completo su presencia en el film, dándole el relevo a su primogénita.

La joven y atemorizada Anna, a punto de recibir en su alcoba su forzada e ingrata desfloración
El Dr. Pritchard, testigo del primer arranque psicópata de la tierna jovencita
Quince años más tarde, el doctor John Pritchard (un excelente Eric Porter, verdadero protagonista de la película), fascinado por los recientes estudios sobre el psicoanálisis de su colega Freud (rondaba ya el año 1896), ve en Anna un caso de enorme interés científico. La chica, ahora ya de muy buen ver, presenta claros signos de desequilibrio psicológico, y no únicamente por desempeñar a la fuerza el oficio más antiguo del mundo o por ser esclava de su madre de acogida, sino porque aún le late su terrible visión del pasado y sufre graves episodios de naturaleza desconocida.
Finalmente y tras un trágico (pero justo) percance, será "re-adoptada" por el prestigioso y honrado doctor, que la tratará desde su propio hogar de su extraña dolencia psíquica aún sin conocer del todo el peligro que eso conlleva. El Dr. Pritchard nunca se hubiese imaginado que la bella Anna, llegado el momento, sufriría una especie de posesión paternal que la obligará a matar brutalmente, siempre en un estado de inconsciencia prolongada y por causas desconocidas (excepto para el ávido espectador, que siempre irá un paso por delante).

Se suceden las muertes, pero el doctor mira para otro lado....
Desquiciado al ver la complejidad del caso
El film es una clara apuesta generacional del nuevo terror en la Hammer, pues en aquellos días el gore estaba más presente en el género y la fórmula "monstruos" ya no gozaba de su mejor momento. Así, Las Manos del Destripador conjuga hasta cierto punto el ambiente gótico propio del sello con la nueva tendencia de lo grotesco en pantalla, con un buen arsenal de sangre, degollaciones, apuñalamientos y demás lindezas (sin olvidar la lencería y los escotes, que eso nunca cambia con las tendencias).
Con más acierto de lo esperado, el experimento de darnos gato por liebre funciona, y no echaremos de menos al famoso Jack (tramposo anzuelo de entrada) puesto que su hija no se queda atrás en sus arranques patológicos. De todas formas, lo que realmente hace rodar la película es la sólida presencia del Doctor Pritchard y sus intereses hacia ella; John es un buen hombre, amable y familiar, que como estudioso potencial del psicoanálisis, ve como un caso de extrema dificultad le obliga a saltarse sus normas de conducta, pues su interés está por encima de las posibles consecuencias.

Probando el género
Pagando un alto precio por tocar el género...
Una portada tramposa pero hermosa
La atracción psicológico-paternal que desarrolla el doctor hacia Anna esconde en realidad, y como no podía ser de otra manera, una fuerte pulsión sexual soterrada. Él siente verdadero apego hacía ella, pero no únicamente por ser apasionante como caso clínico, sino también por despertarle una extraña e inconfesable atracción física y protectora a la vez (como si se debatiese entre ser su amante o su padre), de ahí que la trama sea fascinante. Incluso más que el esperado reflujo de asesinatos y el desfile de víctimas que todo espectador ansía.
Su compleja trama psicológica, su atmósfera cargada de sangre y, por qué no, algunos asesinatos muy bien rodados (que no todos), convierten esta cinta de la Hammer en una de las más compactas que conozco, con continuos juegos de moralidad y ética, auténticos baños de hemoglobina y, aunque nos sepa a poco, también un cierto erotismo camuflado de cariño (aunque el markéting engañe, como muestra la portada del blu-ray actual (foto arriba izquierda)).
Personalmente, y hablando ya de aspectos técnicos, creo que el paso de los años ha sacado a relucir sus carencias más que sus aciertos, pues aunque ofrezca detalles de puesta en escena encomiables (la llegada de Jack a su casa que abre la cinta, por ejemplo), en general está hecha con oficio y poco más.

Anna, víctima de sí misma
La secuencia final, en un decorado de alarmante falsedad
Si a eso le sumamos una actriz regulera encarnando a Anna, subtramas aburridas como la del hijo con la invidente o la última secuencia del film rodada en una réplica cutre de la catedral de San Paul, entiendo que el cómputo global no sea para lanzar cohetes. De todas formas, aplaudo el invento y creo que siendo una idea en principio desechable (que la hija de Jack el destripador prosiguiera su legado sangriento no convence demasiado, para qué engañarnos), es un logro que acabe convertida en un buen film, y eso es, como poco, digno de alabar.

http://www.filmaffinity.com/es/film323131.html

viernes, 1 de agosto de 2014

SUPERARGO, EL HOMBRE ENMASCARADO (1966)

El pasado 15 de junio del presente año fallecía en su Calabria natal y por causas naturales, el cineasta Nicola Nostro, habiendo cumplido los 83 años y en la más absoluta de las intimidades. Nick, como le conocían en sus círculos cercanos, hacía más de 4 décadas que se distanció de la creación cinematográfica y tan sólo se dedicaba a los negocios, tal vez consciente de que su verdadero talento no estaba tras las cámaras.
Sin embargo, el bueno de Nick Nostro (o Nick Howard, como se quiera), será ya recordado por algunos cinéfilos por sus tímidas aportaciones al spaguetti western de principios de los sesenta, siempre rodeado de féminas acaloradas, sets de oferta y al que se le consideraba, creo que de manera acertada, un mercenario más del cine de la época.
Ese oportunismo comercial fue sin duda la razón principal para que en 1966, Nostro se pusiera al timón de un nuevo proyecto de rentabilidad asegurada, pues había un género de moda entonces en la Italia de la época (gracias al Diabolik de Bava, por supuesto): la historieta cinematográfica o fumetti.
A sabiendas de que el famoso cómic de Kriminal estaba en el horno con intenciones de estrenarse en Navidades de ese año, Nostro y su equipo se apresuraron en filmar las aventuras de Superargo, una insólita mixtura transalpina entre "El Santo" mexicano y The Phantom (aunque algunos ven más un cruce cool entre Batman y James Bond).

Superargo, un misterioso hombre casado y con problemas de conciencia
Atendiendo a su próxima misión, el loco Diabolicus
Sea como fuere, "Superargo, el hombre enmascarado" (Superargo contro Diabolikus) consiguió asaltar las pantallas italianas una semana antes que su compañera, aunque con diferentes resultados en taquilla, como se le podía suponer. El guión corrió a cargo del catalán Jaume Balcázar y el protagonismo recayó en el fornido Giovanni Cianfriglia (de nombre artístico Ken Wood, que quedaba más chulo), antiguo doble de Steve Reeves (y en Hércules, nada menos) además de stunt man en docenas de films.
Al contrario del resto de fumettis donde el héroe juega siempre al margen de la ley, aquí Superargo colabora con el servicio secreto (tras un serio percance que lo aparta de su carrera como wrestler) para tratar de detener al mad doctor de turno, el malvado Diabolikus, quién dice haber encontrado la manera de convertir en oro diferentes metales como el mercurio y amenaza con desestabilizar la economía mundial (...).

¡Cuidado!...esa oliva no es lo que parece....
Superargo adentrándose en la fortaleza del villano y su apetecible acompañante
Esta coprodución italo-española no pretendía otra cosa que sumarse a la moda que imperaba entonces, aprovechándose del tirón de los héroes con mallas y antifaz para así obtener algunos beneficios en taquilla, por lo que como película, obviamente no convence a casi nadie.
El héroe resulta tosco y antipático, y salvo un par de sarcásticos comentarios puntuales, poco aporta en pro del interés del film. Sus féminas de contorno (la catalana Mónica Randall entre ellas) no son esta vez motivo suficiente como para alegrarnos el visionado, pues el film apenas muestra erotismo alguno. Y eso, en un fumetti, es del todo imperdonable.
La idea de que un super wrestler colabore con el servicio secreto para atrapar a un enemigo que pretende dominar el mundo es tan susceptible de salir bien como de salir mal, pero en manos de mercenarios de baja estofa acostumbrados a un cine realizado con prisas en la producción, todo está más que dicho.
Así que tan sólo nos queda aferrarnos a algunos detalles para extraer algo positivo de la experiencia, y que por fortuna, también los hallamos.

Capturado pero sarcástico, como cualquier enmascarado que se precie
Señor, tenemos un soplón en el servicio secreto..
La figura del científico Diabolikus junto a su traicionera amante planeando el dominio del mundo a base de lingotes de oro es simpática, y al menos su relación sufre cambios de rumbo interesantes, no como el anodino del protagonista con su inoperante mujer. También la guarida de éstos, en un islote perdido repleto de cámaras y ¿congeladores, hornos, jaulas....? tiene cierto encanto, así como el delirante artefacto espacial de huida del que dispone el malvado doctor. Un capricho pulp muy propio del mundo de la viñeta.
Los graciosos gadgets a lo James Bond de los que dispondrá Superargo (¡esa oliva en un palillo!) junto con las pruebas físicas que debe pasar para convencer al gremio de sus poderes (entre las que está, como es natural, electrocutarse a placer) quizás sea lo mejor del film, pues nos demuestra que funciona mejor salpicada de comedia que en un tono absurdamente serio.

Nuestra Mònica Randall con peluca y la misma cara de estupefacción que nosotros
El villano siempre sabe más de todo....también de mujeres
Tampoco desmerece el combate inicial entre Superargo y El Tigre, pues ambos hacen gala de unas excelentes aptitudes para las coreografías de lucha y éstas son realmente soberbias, propias de verdaderos profesionales (algunas acrobacias son espeluznantes).
Así pues, el film de Nicola Nostro no fue más que un producto de temporada a medio cocer, de una simpleza técnica abrumadora y escasos recursos que sin embargo, puede resultar agradable visto desde la perspectiva adecuada. Haciendo un esfuerzo por entender la naturaleza de su origen y sin apretarle demasiado las tuercas innecesariamente, esta primera aventura de Superargo (que tendría una secuela 2 años después, bastante superior) supuso un modesto pero fallido intento de fumetti, aunque suficiente como para acordarnos con cariño del desaparecido Nicola Nostro.

Magnífico fotocromo de la época