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sábado, 31 de octubre de 2015

SITGES DÍA 8 - VIERNES 16 DE OCTUBRE

Resulta de lo más complejo abordar con conocimiento de causa a un cineasta tan prolífico como Takashi Miike. Con alrededor de un centenar de films en su haber, el japonés ha sido capaz de rodar hasta 3 y 4 películas por año, algo realmente insólito sólo al alcance de nuestro añorado Jesús Franco.
En consecuencia, el hecho de haber visionado únicamente unas pocas películas de Miike (unas 6, puede que 8 a lo sumo), mi perspectiva no puede ser del todo precisa, pues no va más allá de vislumbrar, a grandes rasgos, un discurso cinematográfico generalmente centrado en la acción adrenalínica, las diferentes formas del terror y las subculturas o tradiciones niponas.
Considero que estuve confuso viendo su última propuesta exhibida en Sitges, "Yakuza Apocalypse", pues la importante maraña argumental unida al considerable aluvión multireferencial de Miike me distanciaban de su comprensión.
Una locura de lo más freak con vampiros y yakuzas, seres mitológicos japoneses, millones de extravagancias, ranas expertas en artes marciales y un largo etcétera que me procuraron una interminable sesión de cine de lo más delirante y caótica, aunque con hallazgos a reivindicar.
Miike, aún dentro de ese caos, nos propone que sigamos la historia de Kagayama, un leal acólito del legendario jefe yakuza Kamiura que, poco antes de ser asesinado por un misterioso sindicato terrorista, le traspasa su condición secreta de vampiro. Éste, confuso pero decidido a vengar su muerte, se deberá enfrentar a un peculiar equipo de asesinos, a cada cual más extraño.

Kagayama se enfrenta a un poderoso asesino para vengar a su vampírico jefe yakuza
La distancia socio-cultural no me permite adivinar buena parte de las referencias expuestas en el film, si es que hay tantas como creo, pero desde mi punto de vista se trata de un batiburrillo amorfo, dilatado y confuso, de un millón de ideas entremezcladas sin demasiado tino.
Por un lado hay una divertida y clara crítica social hacia el mundo de los yakuza, lógicamente empalidecido en nuestros días y que gracias al embrollo vampírico consigue momentos de acertada lucidez (el hecho de "plantar" yakuzas para que "broten" en un invernadero (...) o que nadie les tenga ya el menor respeto).
Miike también juega a plasmar miles de conceptos extraídos del anime, la televisión, los videojuegos o incluso la mitología nacional, todo dentro de un contexto alocado y neonizado que roza el disparate, delirante en la mayor parte del metraje, y en contadas ocasiones, con cierta genialidad formal.

El más temido de los asesinos, una gigante rana con poderes y aptitudes extraordinarias....en fin.
Niños brotando de la tierra.....(sic)
Hay cabida para momentos de toda naturaleza en la odisea del japonés; desde las artes marciales más estrafalarias, la comedia desmadrada, la exagerada dramatización de hechos puntuales con absurdas redenciones personales o incluso reminiscencias al western.
Una experiencia con muchos contras pero que te conduce por lugares nunca antes transitados como espectador y que puntualmente son de agradecer. Un film dificilmente contextualizable y mucho menos comprensible en su condición de cine puramente nipón, sin duda a años luz de una completa asimilación por parte del público occidental. (Redactado por Jesús Álvarez).


Poco o nada sabíamos acerca del film "Writers retreat", el debut cinematográfico del británico Diego Rocha, más allá de una pequeña sinopsis y un intrigante póster promocional que invitaba al terror de corte psicológico. Lo cierto es que, sin restarle méritos a la presentación previa por parte de Rochas sobre el film, es de ley destacar que los verdaderos aplausos en la sala no fueron dirigidos hacía él, sino para su hermosísima hija, traductora ocasional, y que nos deslumbró a todos sin excepción sobre la tarima del retiro.
Confesado esto, nos sumergimos en la historia de Zandra, una novelista de éxito que como parte de la documentación para su próximo libro (entre otros motivos), participa como docente en un retiro de escritores que confesarán sus más oscuros deseos y/o preocupaciones. Lo peculiar de esa reunión de extraños personajes es que están citados en un enclave muy diferente, Kilton Island, una especie de islote incomunicado por la subida de las mareas que, supuestamente, los alejará de sus ajetreadas vidas por un tiempo. Zandra y el grupo afrontarán de maneras muy diversas la pronta desaparición de un miembro del grupo, dando lugar a sospechas y tensiones crecientes sobre si ha habido o no un asesinato.
El modesto debut de Rochas tras las cámaras nos ofrece dos partes bien diferenciadas entre sí (diríase incluso que parecen 2 películas distintas y unidas toscamente), siendo medianamente interesante en su primera mitad, con una atmósfera, presentación de personajes y diálogos acertados (e incluso bien actuada); y una segunda mitad, horrorosa en el sentido estricto de la palabra, que deja en evidencia las carencias y la dificultad que tiene filmar el terror y que hunde completamente la condición del film en sí.
La idea de un retiro de escritores variopintos en un islote remoto es lo mejor del film, que pese a ofrecer una puesta en escena más televisiva que cinematográfica (véase : eternos travellings en círculo mientras se discute, planos confusos que nada aportan o síntomas de torpeza en el uso de los códigos más elementales), no nos irritan del todo y se deja ver sin problemas.
Ni tan siquiera algunas pedanterías de guion como esas citas continuas a Mark Twain, retorcidas referencias literarias y algunas lecturas "profundas" de los sentimientos humanos nos apartan de un nudo bastante interesante, incluso adictivo. Esa relación lésbica interracial , la inquietante anciana escandinava o el rencor entre Zandra y el escritor listillo eran puntos a favor del film que mantenían un pulso narrativo reconfortante.

Un asesino hace de las suyas ante el asombro de los literatos
Lo malo del asunto es la alarmante bajada de calidad, tanto argumental como técnica, que sufre la película en el momento de su resolución, cuando todo debería ser más intenso, caótico y emocionante. Se desaprovecha casi por completo las posibilidades que ofrecía el lugar, muy al estilo "british horror", y que sin la adecuada capacidad de plasmación no surte efecto inquietante alguno.
Se desvanece la propuesta de una manera insalvable, pues sin esa parte final pseudo-terrorífica, y si se hubiese acudido más a fuentes cercanas al famoso Cluedo, el film hubiese funcionado, en mi opinión, mucho mejor. Aunque claro, parte de su intención comercial radicaba, imagino, en calzarla adecuadamente para el Festival en cuestión.
Mantiene Zandra en la película que su cita favorita de Mark Twain es “Escribe sobre lo que sabes”. No sería descabellado entonces que acudiéramos a su misma fuente de inspiración para reprocharle al bueno de Rocha que por favor, la próxima vez, "filme sobre lo que sepa". (Redactado por Jesús Álvarez).

lunes, 26 de octubre de 2015

SITGES DÍA 7 - JUEVES 15 DE OCTUBRE

Admito que el visionado de "Las últimas supervivientes" (The final girls, 2015) se me antojaba como la enésima vuelta de tuerca dentro de ese subgénero tan transitado y manido que es el slasher o el mal llamado "cine de hachazos". Y es que, aunque en rigor y a fin de cuentas siga siendo eso, el film dio por completo la campanada y acabó por convertirse en una de las sorpresas más gratas de todo el Festival, tanto para el público, entregado como nunca, como para la ceñuda crítica (lamentablemente cada año más hipster), que esta vez sí coincidió con el respetable. No en vano fue galardonada con el Premio especial del jurado junto con el de Mejor Guión, hecho que crea un precedente para mí, ya que en esta ocasión, estoy del todo de acuerdo.
La película del norteamericano Todd Strauss-Schulson ha supuesto algo más que una simple parodia sobre los slashers al uso (género que a menudo ya roza la comedia de modo involuntario), pues llega a ser lo suficientemente inteligente como para reinventarlo aún usando sus mismas armas, creando algo totalmente distinto e incluso novedoso. La premisa que lanza Strauss-Schulson no tiene desperdicio : la joven Max ha sufrido la reciente y durísima pérdida de su madre, la que en los 80 fuera una famosa "scream queen", protagonista de una cult movie titulada "Camp Bloodbath".


Con motivo de la reposición del díptico Bloodbath en la ciudad, los amigos de Max la convencen para que asista a la proyección, pues sería un honor que la hija de la gran protagonista estuviese presente en el evento.
Lo que ni Max ni sus amigos se esperaban es que, debido a un suceso de lo más fantástico durante el visionado, unos cuantos acabarán por entrar, literalmente, dentro de la película. Y será entonces cuando nuestra protagonista, pese a poder reunirse con el famoso personaje que hizo su madre en los años ochenta, deberá enfrentarse también al asesino del machete que por ahí pululaba, obligada a cumplir las reglas que el guión les tiene marcado si no quieren que la pesadilla entre en un interminable bucle.
Lo primero que percibimos en The final girls es un claro homenaje al "Viernes 13" original, el que para algunos fue el film precursor del género, y que sin duda es tan válido como lo hubiese sido cualquier otro de los cientos que existen del mismo corte.


El hecho de situar a un grupito de teenagers de hoy en día en medio de un slasher clásico resulta, ante todo, una idea muy divertida. Casi diría que brillante. El nivel cómico es sorprendentemente alto en casi todo el film, con multitud de aciertos de toda índole y con escenas del todo memorables como ese uso del flash back (tanto técnicos como narrativos, excelentes todos), la fogosa secuencia en slow motion (verdaderamente hilarante), o los múltiples e incontables guiños, ocultos o no, que ofrece el film.
Una más que entrañable cinta que satisface sobre todo al aficionado al cine de cuchilladas, pero que tiene la suficiente solidez como para traspasar la línea de género y atraer a todo tipo de público.
Lo único que, a mi entender, podría frenar su condición de cult movie instantánea es ese abotargado dramatismo materno filial, un gore demasiado escuálido, preocupante escasez hemoglobínica y aunque muy puntuales, algunas bromas ruborizantes impropias de un film de este calibre.
(Redactado por Jesús Álvarez).


Barney Thompson es un fracasado en toda regla, bien entrado en la mediana edad, soltero empedernido, solo ha llegado a ser un mal barbero de una triste peluquería de Glasgow. Con una vida mediocre y vacía, donde ya es demasiado tarde para aspirar a ningún progreso social, también es ninguneado en el trabajo por sus propios compañeros. A su día a día gris hay que sumarle una madre de armas tomar: vividora, alcohólica, aficionada al bingo y a las apuestas, con un fuerte carácter que tiene completamente dominado al pobre Barney, que se siente empequeñecido a su lado. Su repetitiva rutina sufre un cambio inesperado el día que su jefe le comunica que va a ser despedido tanto por su incompetencia con las tijeras como por su mal talante y relación con los clientes; propiciando un accidente absurdo y para nada planeado que le convierte en un homicida involuntario. Este acto desencadena toda una serie de sucesos que no harán más que complicarle la vida hasta límites insospechados, cuando sea el blanco del incompetente cuerpo de policía que sospecha de él además de por la "misteriosa desaparición" de su jefe, por una serie de macabros crímenes - obra de un psicópata - que están asolando el país. Improvisando y mintiendo sobre la marcha a partir de ese momento, todo puede venirse abajo en cualquier instante para el pobre Barney.
El actor escocés Robert Carlyle, bien conocido por papeles en películas como Trainspotting (1996), Full Monty (1997) o Riff-Raf (1990), debuta aquí detrás de las cámaras adaptando el primer libro de la serie creada por Lindsay con The Long Midnight Of Barney Thomson


La película se adentra dentro del género del humor negro, tendiendo a coquetear con el absurdo, lo que a ratos funciona muy bien mientras que en otros resulta un tanto más forzado, pero que en líneas generales le da vida a la historia. Resulta complicado obviar un cierto regusto al cine de los hermanos Coen, concretamente al personaje protagonista de Fargo (1996) o la serie homónima que hemos disfrutado este mismo año. En ambas, dicho personaje hace caer la primera pieza del domino -queriendo o no- y el resto de fichas caen en cadena, imparables desde ese momento y su destino ya no depende de sí mismo. La hilaridad de ciertas situaciones se entremezclan con otras escenas brutales, que de tan excesivas pierden su crudeza para convertirse en una nueva broma (así por ejemplo, la aparición de partes de cuerpos enviadas por el misterioso asesino en serie despiertan más la risa que la repulsión). 


Si Robert Carlyle está muy bien como Barney Thompson, dándole los matices necesarios según la situación; quien de verdad lo borda es Emma Thompson encarnando a su madre, con una caracterización para envejecerla no menos de 20 años, creando uno de esos personajes que quedan muy grabados y que se alejan de sus roles  habituales donde suele explotar su belleza.
Buena comedia de ritmo ágil, divertida y que solo en algunos momentos peca de ciertos excesos que lastran ligeramente algunas escenas, con todo perfectamente disfrutable.
(Redactado por Marc Ventura)

miércoles, 21 de octubre de 2015

SITGES DÍA 6 - MIÉRCOLES 14 DE OCTUBRE


El norteamericano Jeremy Saulnier lleva coqueteando con los límites de la violencia urbana desde sus inicios en el cortometraje, casi siempre acompañados de un acentuado humor negro dentro de sus propuestas. Pero no sería hasta 2013, con su segundo largometraje "Blue Ruin", que el nombre de Saulnier no empezaría a sonar con fuerza en el panorama del cine independiente, pues sorprendió en todos los festivales en los que el film se exhibió, acumulando un buen número de galardones (a destacar el premio FIPRESCI en la semana de Cannes).
Con mayor presión encima dadas las expectativas creadas, el cineasta estadounidense regresa este 2015 con su tercer trabajo "Green Room", un duro y tenso thriller indie con reminiscencias del mejor Carpenter, tratando de escalar un peldaño más en su ascensión como cineasta.
Saulnier nos presenta a una banda punk que accidentalmente son testigos de un horrendo acto de violencia durante un bolo, ni más ni menos que en un bar repleto de neonazis. Lo que debería haber sido una tarde de "música" y poco más, se convertirá en una interminable pesadilla para el grupo, ya que el dueño del local y jefe de los skinheads no tiene intención de dejarlos salir de allí....con vida.
No es casual que el film nos sitúe en un local cochambroso lleno de peligrosos cabezas rapadas, ni que nuestros protagonistas se vean encerrados en lugar hostil y luego asediados, pues todo conduce de nuevo a lo esencial en el cine de Saulnier, la eterna justificación de la violencia para sobrevivir.

La banda no sabe lo que le espera en su siguiente parada
Dotada de una buena atmósfera debido al inteligente uso de la fotografía de interiores, sencilla pero eficiente para tal propósito, Green Room nos recuerda inevitablemente, tanto en concepto como en plasmación, a "Asalto a la comisaria del distrito 13" (1976), del citado Carpenter, y a su vez, si se quiere, al clásico de Hawks, "Río Bravo" (1959) salvando ya las obvias distancias.
El planteamiento de la violencia en el film resulta en líneas generales válido y dosificado, pues no hay más remedio que acudir a ella si uno quiere seguir vivo en esas circunstancias, y pese a que por momentos haya visceralidad y cierta tosquedad en la puesta en escena que la muestra, a su vez es de agradecer que nunca sea gratuita. Incluso se acude al fuera de campo para ahorrársela cuando procede.

Encerrados en un local hostil, la banda punk deberá encontrar la manera de seguir con vida pese al asedio.
La grata presencia del otoñal y emblemático Patrick Stewart (famoso por encarnar al profesor X en "X-Men" o al capitán Picard en la saga Star Trek) como jefe de los neonazis eleva bastante el interés del film, ofreciéndonos un personaje de limitados pero intensos matices, de incomparable mirada entre plácida e inquietante y dueño de una calma tensa que sólo unos pocos pueden transmitir. Un verdadero hallazgo verle interpretar, creo que por vez primera, a un personaje malvado.
A mi juicio, el hasta ahora cine de Jeremy Saultier tiene un aspecto que le juega en contra (sin mencionar su terrible gusto musical). Una sensación de vacío ideológico, de que no hay nada más allá de la experiencia visceral y animal que nos presenta. No hay un poso posterior que analizar, pensar o redescubrir. Es un puñetazo brusco en la mesa, un viaje intenso por las emociones y las pulsiones más violentas del ser humano. Y ahí está su límite, su cara y su cruz, pues no hay mucho más que rascar tras los créditos finales. (Redactado por Jesús Álvarez).

Las obras de William Shakespeare han sido ampliamente adaptadas al cine a lo largo de los años, pudiendo encontrar versiones del Rey Lear, Hamlet, Romeo y Julieta, y por supuesto Macbeth, obra que por cierto ostenta más de 20 versiones; siendo la dirigida por el australiano Justin Kurzel la última (por el momento). Directores como D. W. Griffith, Akira Kurosawa, Lawrence Olivier, Orson Welles o Roman Polanski, entre muchos otros, se han atrevido a plasmar en imágenes los textos del gran dramaturgo inglés.
El film que nos toca, adapta fielmente los textos originales, donde Macbeth, duque de Escocia, tras una cruenta batalla recibe la profecía de tres brujas anunciándole que se convertirá en Rey de Escocia. Esa misteriosa aparición en medio de las brumas cambiará su sino para siempre, en una especie de "profecía autocumplida" por él mismo. Es decir, desde ese momento Macbeth, impulsado a su vez por las ambiciones de su esposa, hará todo lo posible para que dicho augurio se cumpla: traiciones, asesinatos, y posteriormente un reinado bañado por la violencia y la locura obsesiva impulsada por conocer otro pasaje del presagio "ningún descendiente suyo será coronado, siendo el descendiente de Banquo quien le suceda como Rey". A pesar de estas advertencias, el Rey se siente invulnerable ante cualquier peligro, pues también profetizaron que "ninguno nacido de una mujer dañará a Macbeth" y que "su reino no caería hasta que el bosque de Birnam no se moviera hasta la colina Dunsinane". Cuyo enigmático y equívoco significado no descubrirá hasta que sea demasiado tarde.


La película se convierte en una impactante experiencia visual, brillando en su conjunto con una personalidad propia, punto muy importante para evitar ciertas comparaciones con pretéritas versiones. Kurzel nos narra la historia con una fotografía extraordinaria, que confiere al film una atmósfera onírico-pesadillesca, en la que junto a la persistente niebla, predominan los colores rojizos y ocres. Los majestuosos paisajes escoceses y una enorme ambientación para recrear las batallas o las escenas más pausadas en los interiores, logran sumergirnos en esta apasionante historia.
Michael Fassbender y Marion Cotillard, Macbeth y Lady Macbeth respectivamente, están estupendos, destacando el uso del inglés antiguo para las líneas de diálogo (donde Kurzel introduce bastantes versos de la obra original de forma literal, dándole un toque teatral que no desentona).


El siempre interesante debate de si nuestro destino está o no escrito, cobra más sentido que nunca en esta imperecedera obra y con uno de los personajes más conocidos de la literatura universal. Macbeth, otrora un hombre noble y honorable, termina viendo como sus días acaban trágicamente habiéndose convertido en un ser despreciable cuyas manos están manchadas por la traición y la sangre inocente. Una película que ha cumplido con creces con lo esperado para arrancar este día lleno de cine.
(Redactado por Marc Ventura)



Si echamos un vistazo a la filmografía del napolitano Paolo Sorrentino, rápido nos percatamos de que su discurso cinematográfico, con mayor o menor tino, a menudo acude a los mismos cauces; el drama social, las mafias, los diferentes estadios de la vejez o la decadencia laboral, y todo ello, sin descuidar una reconfortante ironía e inteligencia en el conjunto de sus diálogos.
Su último trabajo, "La Juventud", constituye una nueva y consecuente mixtura de estos elementos (con excepción del componente mafioso, aquí únicamente soslayado), variando la dosificación de los mismos y añadiendo otros nuevos que sin duda enriquecen la propuesta; como son la sutileza cómica y la exquisitez musical, éste último ya como un protagonista más.
En su anterior trabajo, "La gran belleza" (2013), ya asistimos al maravilloso dominio de la composición musical y técnica fílmica de Sorrentino, amén de un montaje genial dentro de un compendio no menos extraordinario (aquella incomparable escena de la discoteca).
Relevo de aquella, La juventud es heredera de una atmósfera similar, entre sensitiva y reflexiva, que aquí ofrecen dos ancianos retirados en un lujoso hotel de los Alpes, Michael Caine y Harvey Keitel, ambos soberbios. Mientras tratan de encontrar tranquilidad en ese apartado paraíso alpino, Fred y Mick, reconocido director de orquesta el primero, bloqueado cineasta aún en activo el segundo, recibirán visitas de familiares, amigos, misses e incluso de un emisario de la Reina Isabel II que, en cierto modo, les obligarán a reflexionar sobre el sentido de sus vidas y enmendar algunos asuntos tan personales como dolorosos.


Madura, tierna, elegante y exquisita son adjetivos perfectamente apropiados para describir "La Juventud" de Paolo Sorrentino, una película sin insultantes artificios, limpia y rica en capas de lectura, y que aunque por momentos parezca ensimismada consigo misma, sigue siendo una experiencia irresistible.
El equilibrio de sus ingredientes consiguen una solidez insólita dentro del cine de autor (que lo es), y en gran parte se debe a una apuesta valiente de aunar elementos de sofisticación cultural con refinamiento cinematográfico que nos recuerdan al mismísimo Fellini (no en vano hay un claro homenaje a "Ensayo de Orquesta" (1979) en la secuencia de créditos finales).


No hay duda de que Sorrentino se mueve en esa delicada línea que hay entre la genialidad y la pedantería, y si bien hay cierta arrogancia en los movimientos de su cámara (recreándose en lo bella que sabe que es una escena), o se le acusa de ser autocomplaciente con su propia esencia, alcanza sin embargo cuotas muy altas de excelencia en buena parte de su cine, en general impecable e hipnotizador.
Una obra maestra que supera, en mi opinión, sus trabajos previos y que aún conteniendo aspectos tambaleantes como el dibujo de algunos secundarios (excepto Jane Fonda, formidable en su cameo casi autoparódico) y alguna bromita chirriante (¡ese Maradona!) resulta impecablemente bella. Toda una experiencia sensorial y sensitiva para todo tipo de públicos, no únicamente para los más emotivos. (Redactado por Jesús Álvarez).

jueves, 15 de octubre de 2015

SITGES DÍA 5 - MARTES 13 DE OCTUBRE

En los años 70, la creciente población de Seúl estaba llevando a la capital de Corea del Sur al límite de su capacidad. Desde el gobierno se decidió el desarrollo de un plan para ampliarla tomando los terrenos de una gran zona agrícola por aquellas fechas, la región de Gangnam (de ahí el título Gangnam Blues). En un clima de corrupción, (basado en hechos reales), ciertos miembros del gobierno decidieron urdir un plan para enriquecerse adelantándose al anuncio del nuevo plan y comprar todas las tierras posibles mediante diferentes bandas mafiosas, con la seguridad de enriquecerse gracias a una revalorización exponencial en el momento que se hiciera público el nuevo plan. De esta forma la zona sur de Seul empieza a desarrollarse, cuando dos amigos de la infancia Jong Dae y Yong Ki, que trabajan recogiendo deshechos, ven como su casa es demolida por mafiosos locales. Con la necesidad de conseguir algo de dinero en efectivo, aceptan unirse a estas bandas y generar altercados para facilitar la desestabilización política de los rivales y la adquisición de parte de esos terrenos. Sin embargo, durante una de las escaramuzas se separan y pierden irremediablemente el rastro del otro. Tres años más tarde, Jong Dae lleva una humilde y honrada vida junto al ex líder de la banda Kil Su. A su vez, Yong Ki se ha unido a una de las mafias más poderosas de Seúl, involucrada en la despiadada guerra por hacerse con la tierra de Gangnam. Las circunstancias del enfrentamiento entre bandas volverá a ponerles frente a frente, y la antigua e inquebrantable amistad entre ambos se pondrá a prueba en medio de una guerra sin precedentes entre políticos y grupos mafiosos.


Yoo Ha, director de la película, nos dejó hace nueve años la talentosa e impactante A dirty carnaval (2006), en la que ya anticipaba mucho de lo visto en su último trabajo, es decir: el cine de gángsters en el que los temas de la amistad, la corrupción, la traición y la ascensión en la cadena de mando (tanto en el gobierno como en las bandas) son los temas angulares de ambas obras. Con una factura técnica muy notable, un ritmo que no decae a pesar de las más de dos horas de metraje, asistimos a una película que describe de forma interesante el clima de inestabilidad del país en una época de fuerte desarrollo tras haber dejado atrás la guerra con su vecino del norte, regalándonos más de una imagen para el recuerdo (esa batalla en pleno entierro, por ejemplo) o los dilemas con los que los dos protagonistas deben lidiar.


Como punto negativo mencionaría una cierta "dificultad" para seguir con soltura las relaciones entre bandas/personajes con toda la precisión que sería necesaria para disfrutar plenamente del espectáculo. El caos puntual con la enumeración de bandas participantes, las sucesivas escisiones internas, cambios de bandos, y movimientos de las piezas políticas que manejaban los hilos, conllevan algunas dudas y confusiones. Nunca anteriormente, y he visto infinidad de thrillers coreanos y películas orientales de todo tipo de géneros, nacionalidades y épocas, me había sentido tan vendido en ciertos momentos sin saber encajar nombres y caras. En este sentido hubiera ayudado haber contado con algunas caras conocidas para encarnar a algunos de los políticos y/o líderes de las bandas. Con todo, una película la mar de disfrutable.
(Redactado por Marc Ventura)

Según el cineasta británico Bernard Rose, había cosas en la más famosa de las novelas de Mary Shelley, "Frankenstein", que el cine aún no había abordado adecuadamente en sus más de un centenar de adaptaciones. Es por eso, entre otras razones comerciales mucho más evidentes, que se atrevió a rodar su propia versión del mito, resucitando, y nunca mejor dicho, al mítico monstruo de nuevo.
Argumentando que ninguna versión ha abordado el asunto desde el punto de vista de los adelantos médicos actuales (que ya son capaces de replicar órganos en laboratorios), Rose se toma la licencia de explicarnos la controvertida "creación" del doctor Frankenstein, otrora pura fantasía, en algo medicamente posible en nuestros días (aunque luego su discurso descarrile en otros lares).
Así arranca esta nueva versión de "Frankenstein", con una pareja de científicos de Los Ángeles que han conseguido crear vida humana en su laboratorio, y que observan como el "recién nacido",de nombre Adam, tiene sus primeras reacciones con el entorno (aquí se trata de un joven atlético y guapo).
Todo parece ir bien hasta que una descontrolada descomposición invade su cuerpo a un ritmo vertiginoso, con lo que deben acabar con él para empezar de nuevo. Obviamente no les será nada fácil, pues el monstruo presenta una fuerza física asombrosa y un aprendizaje inesperadamente rápido, terminando por escapar de sus captores y vagabundeando el resto del film por las peligrosas calles angelinas.
El director de Candyman reinterpreta la novela y se la trae innecesariamente a nuestros días, traduciendo la terrorífica pero hermosa historia del original en un discurso sin fuerza y demasiado simplista sobre que los verdaderos monstruos somos los demás y nuestra corrompida sociedad (una conclusión que, en definitiva, también se podía extraer de aquella).

Los doctores no entienden qué ha podido salir mal
Queda patente que el enfoque realista que se ha querido plasmar en el film funciona sólo a ráfagas, y jamás sostiene una trama de por sí intermitente y rácana en ideas, aunque respete al pie de la letra los textos del original con las voces en off del protagonista. Las secuencias donde el "monstruo" desarrolla sus nuevas capacidades y descubre mundo son hasta cierto punto cautivadoras, pero se malogra por completo en el momento que la película se conforma con ser un drama menor como tantos otros sobre la aceptación por ser diferente.

Adam "el monstruo", vagabundea por las peligrosas calles de Los ángeles.
No sería justo dejar de mencionar que el esfuerzo ofrecido por el australiano Xavier Samuel (visto recientemente en la dignísima Corazones de Acero) en su papel de Adam es sin duda, digno de alabar, pues más que lo que él hace ya no se podría hacer. Y sus esfuerzos son de agradecer ante tan compleja tesitura.
Desafortunadamente no hay más capas de lectura en la propuesta, desaprovechando claramente una oportunidad para indagar en los actuales límites éticos y científicos sobre el control de la vida y la muerte, la creación de nuevos tejidos o formas de vida en laboratorios, o simplemente, debatir qué se podrá conseguir con la ciencia a largo plazo y qué será siempre ficción.
A nivel personal, creo que el título le viene enorme al proyecto, pues crea expectativas que estaban a años luz de alcanzar, y que seguramente, con cualquier otro nombre menos pretencioso, hubiese sido hasta simpática de experimentar. (Redactado por Jesús Álvarez).

La dilatada presentación previa a "The Hallow", a cargo de su novato director irlandés Corin Hardy, auguraba una esperanzadora monster movie a la antigua usanza, pues nos confesó entre aplausos que era muy fan del trabajo de Rick Baker (un titán del maquillaje de Hollywood que además estaba presente en el Festival) y que entraba en sus planes conservar todo el trabajo artesanal posible en sus películas para así minimizar los impersonales recursos informáticos.
Su ópera prima, "The Hallow" (aka "The Woods"), bebe directamente del folclore fantástico irlandés, leyendas de terror poco conocidas repletas de seres monstruosos en los bosques que no desean ser molestados y que jamás han sido del todo olvidadas. Unas historias arraigadas en lo más profundo del país que incluso hoy en día siguen con cierta vigencia en remotos lugares de la región, y que según Hardy, fue una tarea escalofriante de indagar.
Su relato nos presenta al joven matrimonio Hitchens, Adam y Clare, que se mudan a una apartada zona rural  de Irlanda con su hijo recién nacido. Debido a la mala reputación del trabajo de Adam, que trata de analizar la viabilidad arquitectónica del terreno, comienzan a recibir advertencias por parte del vecindario sobre los malos espíritus (the hallows) que allí habitan. Seres que según cuentan, no dejarán que nadie pise sus demoníacos bosques sin pagar un altísimo precio por ello.
La tenebrosa y adecuada fotografía nocturna más una atrevida puesta en escena repleta de hallazgos interesantes son los principales atractivos de esta primera cinta del locuaz Hardy, que sin duda funciona mucho mejor en las escenas de sombras que en las iluminadas (sobre todo en las de interior, realmente increíbles).

Adam, Clare comienzan a sospechar que en el bosque hay algo inusual
El exceso de referencias cinematográficas en el film son de obligada mención, pues juegan en su contra y convierten la ambiciosa y audaz propuesta del irlandés, en un -mil veces visto-, ya que parte de una premisa muy similar a "Perros de Paja" de Peckinpah, nos recuerda luego a "El Resplandor" de Kubrick, se convierte en "Posesión Infernal" de Raimi, emula el concepto del bebé de "Al final de la escalera" y acaba por simular a "El laberinto del Fauno", por citar los primeros que me vienen a la mente.

Adam deberá afrontar los extraños sucesos aunque con ello se juegue la vida
Un mejunje que funciona en el marco de un Festival a medida y que puede llegar a contentar moderadamente al aficionado, pero que ni brilla con luz propia ni abre nuevos caminos. El trabajo artesanal antes prometido se disfruta sólo a medias, pues pese a presentar seres de la oscuridad considerablemente terroríficos, nunca llegan a atemorizarnos como se suponía podían, quedándose a medio camino. Ni siquiera la reconfortante sensación de no ver el cada vez más odioso CGI en su apartado técnico nos aparta de esa sensación de déjà vu. Y es que en el campo del terror in the woods, o todo está inventado ya, o poco le queda. (Redactado por Jesús Álvarez).

Una niña recién nacida es abandonada en la consigna número 10 de una estación de metro. Desde entonces ha sobrevivido durante 8 años entre los mendigos, hasta que es vendida para saldar una deuda por un policía corrupto a una familia mafiosa que no duda en usar niños para sus negocios, mano de obra manipulable y fácilmente reemplazable. La líder es "Mamá", una mujer madura sin escrúpulos que solo tiene una regla "Solo vives si me eres útil", en caso contrario el desdichado pasa a "ceder" sus órganos y corneas. En este mundo violento y cruel muchos se han quedado por el camino, no así la pequeña Il-Young, quien se ha abierto paso con los años, y ya en plena adolescencia terminará convirtiéndose en una de las piezas claves dentro de la familia, ejerciendo sin piedad el papel asignado por "Ma" si no quiere tener serios problemas. Sin embargo, en uno de sus trabajos yendo a cobrar una deuda, por primera vez conoce a alguien que la trata con amabilidad, donde los términos despiadados y viscerales que han regido su vida hasta el momento quedan aparcados, generando un dilema en ella: seguir fiel a la familia o ayudar a un pobre desdichado que no podrá saldar la deuda contraída por su propio padre.
Coin Locker Girl es sin duda uno de los debuts más interesantes del año, Han Jun-hee se ha encargado del guión y dirección, y en todo momento muestra una enorme seguridad y determinación en que nos quiere contar y como hacerlo de forma impactante. Un drama enérgico, que recuerda ligeramente a Hwayi: A monster boy (2013), donde un grupo de atracadores "adoptaba" a un niño y lo educaba para que se uniera a su causa hasta que la criatura se encontraba con el mismo dicotoma, seguir fiel a sus "padres" o acabar con ellos. Donde en ambas se termina entrando en una espiral de destrucción que una vez iniciada ya no puede detenerse.


A nivel técnico Coin Locker Girl nada tiene que envidiar a otras producciones similares firmadas por nombres consagrados como Kim Jee-woon o Bong Joon-ho entre otros. Impecable puesta en escena, montaje y con una intensidad que no decae en ningún momento, para mostrarnos un mundo violento y despiadado, fiel reflejo de los bajos fondos de una sociedad aparentemente civilizada en su superficie, pero que en la oscuridad esconde unos habitantes sin escrúpulos, verdaderos depredadores.


A destacar a la actriz Kim Go-eun-I, que interpreta excelentemente a la joven Il-yeong, y a Kim Hye-soo por su papel como "Mamá". Asimismo el personaje del tarado de la familia, un ser limitado pero encargado de las tareas más sucias como es la de descuartizar los cuerpos y que nos regala un feroz enfrentamiento con la joven heroína. Por contra, el personaje que más chirría pero que por fortuna no tiene un peso importante en la historia, es el de la hija yonqui, que poco o nada aporta.
Una de las mejores aportaciones del cine coreano a lo largo de este 2015 y que completa una más que notable doble sesión de cine de esta nacionalidad.
(Redactado por Marc Ventura)


La última película del martes cerraba el tríptico asiático del día tras ver dos interesantes thrillers coreanos, pero siendo ésta una propuesta completamente diferente de la mano del director taiwanés Hou Hsiao-Hsien (quién aquí también participa en el guión). Tan solo tras unos breves minutos de película, queda claro que vamos a necesitar cambiar el chip para abordarla, ya que su lenguaje cinematográfico se aleja de los estándares habituales de la industria, minimalizando aquí la historia, llena de elipsis, con un tempo lento, para cederle todo el protagonismo a unas imágenes deslumbrantes que sorprenden, primero, desde su breve introducción en blanco y negro, para cautivar todo el resto del relato cuando la pantalla es inundada por un cromatismo como pocas veces hemos tenido ocasión de disfrutar.
Situados en la China del siglo IX, la historia se centra en un momento de grandes tensiones entre la capital, donde residía el emperador, y la poderosa provincia de Weibo, decidida a mantener cada vez una mayor independencia de la influencia del reino. Nie Yinniang (encarnada por una hierática Qi Shu) fue apartada de su familia para ser educada por una monja en las artes marciales y convertirla en una letal asesina. Años después regresa a su tierra natal, Weibo, para cumplir una difícil misión, asesinar al disidente gobernador de dicha región, que no es otro que su ex prometido. La protagonista se enfrenta a una encrucijada que determinará su futuro: obedecer sus órdenes y acabar con el objetivo marcado, a pesar de los dilemas morales y sentimentales que conlleva atacar a su propio pueblo; o por otro lado traicionar el juramento de obediencia y respeto adquiridos tras años de entreno para convertirla en lo que es hoy, una perfecta asesina.  


The assassin desnuda la historia y minimiza las escenas de lucha típicas del género wu xia, tomando la decisión de que sean las imágenes, los largos silencios, el centrarse en escenas y situaciones cotidianas (el gobernador jugando con sus hijos, una actuación musical dentro de palacio...) y los planos eternos de una exuberante naturaleza, los que hablen por sí mismos y transmitan al espectador la nada fácil decisión que Nie Yinniang deberá tomar. Su propia maestra ya anticipa este conflicto cuando le dice "Dominas tu espada con destreza, pero eres esclava de los sentimientos humanos".
Un planteamiento narrativo que en ciertos momentos funciona a la perfección: para transmitir sentimientos, incluso en las breves pero trabajadas escenas de lucha y llenar la pantalla con unas imágenes fantásticas; mientras que en otros, me invade una sensación de artificiosidad ante lo que estoy viendo, la sensación de que esos encuadres perfectos, esa cámara escondida tras unas cortinas de seda observando a escondidas la acción y ciertos silencios prolongados más allá incluso de los estándares orientales, son gestos más estudiados que sentidos.


Una mirada muy personal del director, que requeriría de un nuevo visionado para poder estudiar con mayor detenimiento. Con todo, una propuesta narrativa más que sugestiva, obligando al espectador a una nada fácil adaptación y digestión de lo proyectado en pantalla, de esos films que hizo que algunos abandonaran la sala, mientras otros contemplaban fascinados la pantalla hasta el final, podríamos decir que yo que me he quedado entre dos aguas, con todo una película disfrutable.
(Redactado por Marc Ventura)

martes, 13 de octubre de 2015

SITGES DÍA 4 - LUNES 12 DE OCTUBRE

The Demolisher se ha convertido por deméritos propios, en la primera piedra en el camino dentro del Festival. Y es que más que una película canadiense sobre brutales venganzas urbanas, se descubre a sí misma como un interminable videoclip indie de escaso voltaje, a ratos inaguantable, por momentos desasosegante, bastante irritante en general y encima torpemente editada y/o montada.
Y si alguien tiene la culpa de este desaguisado ese es su perpetrador, el tal Gabriel Carrer, director y guionista, y por tanto, culpable de todos los cargos. Su film se sustenta en una puesta en escena totalmente desacertada, con un excesivo abuso del slow-mo (en su mayor parte sin razón), dentro de una atmósfera fallidamente grisácea, tratando de que sintamos la desolación y angustia del pobre Bruce (un pésimo Ry Barret), al que acaban de dejar minusválida a su mujer (igualmente pésima Tianna Nori).
Lo único que percibe el espectador en vez de esa atmósfera triste, es una capa gris de post-producción amateur, movimientos ralentizados por doquier que nada aportan sino falta de ritmo y una trama tan previsible y prodigiosamente lenta (en el peor de los sentidos) que acaba por convertir el doloroso drama urbano que en teoría es, en una involuntaria comedia sin gracia.
Ni siquiera las partes más desbrozadas del film, como las escenas de violencia, persecución o suspense, consiguen captar nuestra atención moderadamente, pues llegan tan tarde que la desconexión con la película es casi plena.

Un atormentado Bruce a punto de tomarse la justicia por su cuenta.
Ajusticiando a quién no debe
Lo peor del caso es que argumentalmente tampoco ofrece demasiado potencial, pues se centra en la venganza del protagonista (ataviado en un traje de anti-disturbios, uno de los pocos aciertos del film) con el grupo de criminales que postraron a su esposa en una silla de ruedas y como éste, tras mucho reflexionar entre lágrimas y cegado por la rabia, persigue finalmente a quién no es. Por otro lado, en una endeble segunda línea argumental se nos dibuja a una chica que compartirá el drama de Bruce de la manera menos deseada, y dejándonos quizás, la mejor escena de la película, la persecución nocturna.
Un fallido intento de drama salpicadito de violencia absolutamente prescindible, que no consigue dar con la tecla en ningún momento y que desafina en sus eternos 85 minutos de su metraje. Olvidable.
(Redactado por Jesús Álvarez).


Sobresaturados de temática zombi como nos encontramos, admito que el anuncio de la realización de otra película más, aunque fuese con el protagonismo del entrañable Schwarzenegger, se me antojaba innecesaria a la par que oportunista. Como aficionado al género de los "no muertos", me cansa ver cómo deriva su temática hacia lugares que me interesan bastante menos, como la extinción humana por enfermedades o virus, zombis dignos de las Olimpiadas expertos en kung-fu o con habilidades asombrosas pese a estar, supuestamente, podridos.
En ese sentido el contexto debería ser clave : un cementerio, de noche, niebla y esqueletos deshechos (o vestidos con sus destrozadas mejores galas) que se levantan de sus tumbas para aterrorizarnos con su escalofriante quietud. Esa pureza de género se ha perdido en pos de más dosis de acción sin tregua (Guerra Mundial Z), piruetas de cámara acelerada (28 días después) o incluso descafeinadas y sonrojantes love stories (Memorias de un zombie adolescente), por no hablar del sinfín de "películas con zombi" de por medio, bajo la excusa que sea.
Maggie, del novato Henry Hobson, sin duda se sube al carro de la abundante moda "of the dead", pero milagrosamente nos sorprende al dotarla de una sensibilidad y un trasfondo inusual dentro del género, otorgándole cierta entidad. La estructura del cine independiente parece ser el terreno más fértil para el mundo del zombi, pues conserva parte de su esencia original y permite un tempo más idóneo, menos corrompido por la corriente popular que ansía y exige un agotador ritmo videoclipero.

Maggie, infectada por un zombi y cada vez más consciente de su inminente destino.
El debut de Hobson centra su mirada en el dolor de un padre (Arnold Schwarzenegger) que protege con su vida a su hija de 16 años, Maggie, infectada / enfermada por un zombi. Aunque consciente de su inevitable y doloroso final, evita que las fuerzas del Estado la ingresen en un hospital como al resto para su exterminio, y se expondrá a su propia muerte con tal de pasar los últimos días con ella. Sea al precio que sea.
Arnold, más creíble que nunca.
Lo primero que sorprende del film es, sin duda, la insólita actuación del roble austriaco, con más matices que nunca y dejando la que, probablemente, sea la mejor interpretación de su hermética y monotemática carrera actoral. Su inmersión en el rol de padre angustiado, de matrimonio desquebrajado pero con un inagotable amor por su hija se plasma de forma muy coherente y creíble, casi prodigiosa teniendo en cuenta su historial interpretativo. Personalmente creo que su vejez y por ende, su bajón físico, le ha proporcionado más capacidades que cuando su portentosa musculatura se llevaba todos los honores.
La trama, aunque intermitente de interés, está bien calibrada, y pese a tener un desenlace más que evidente cuando no previsible, consigue captar nuestra atención mediante una puesta en escena cálida, triste y por momentos, casi poética. Se agradece que se enfoque el asunto desde un prisma nuevo, con menos cháchara explicativa y más sobriedad, pero cojea un poco al acercarse al mundo zombi, pues sólo hay atisbos del terror que el género de por sí demanda. Digámoslo de otra manera, el film funcionaría igual si la niña en lugar de estar infectada por un zombi sufriera una enfermedad terminal equivalente.
Es por eso que, aún vertiendo sabia nueva a un universo tan manido como éste, tengo la sensación de que se alimenta de él para catapultarse como obra independiente menor, en una época en la que morirse como un zombi "vende" más que ser un moribundo de cáncer. Sin restarle méritos al film, creo que parte de su concepción no es del todo honesta, más bien todo lo contrario. (Redactado por Jesús Álvarez).


Will y Eden sufrieron la pérdida de un hijo y la tragedia afectó la relación de forma irreversible, hasta el punto de que ella desapareció de la noche a la mañana en busca de una manera de superar el trauma. Tras dos años desde entonces, Will sigue profundamente afectado por esa terrible pérdida y el dolor persiste anclado en él. (Precisamente ese es uno de los ejes centrales de The invitation, el como se vive, se supera y se deja atrás o no, una de las peores experiencias que la vida nos puede poner delante). Para su sorpresa, Will y su nueva pareja han sido invitados junto a otros antiguos amigos, a la casa donde convivió con Eden para celebrar una cena de reencuentro. Al llegar allí le cuesta reconocer a la Eden que le recibe junto a su nueva pareja. Convertida en una mujer inquietante y extrañamente magnética, la reunión empieza con la lógica tensión (muy bien plasmada en pantalla) del reencuentro con una persona que se ha amado, pero a la que ya no identificamos con los sentimientos que despertaba en nosotros en el pasado. Con un ritmo lento en la primera mitad del metraje, paulativamente se van poniendo las piezas sobre el tablero, la mayoría de ellas sin demasiado disimulo, como las puertas cerradas, esas rejas nuevas en las ventanas y la insistencia a permanecer en la casa agasajados por unos anfitriones tan amables como turbadores, creando una tensión invisible pero palpable que crece minuto a minuto, especialmente para Will, muy sensible a todo lo relacionado con su antigua casa y su expareja. Lo que empieza a sembrar unas dudas en su cerebro y por ende en el nuestro: ¿Está pasando algo extraño o simplemente la evocación del pasado y los sentimientos de Will le están jugando una mala pasada y ve fantasmas donde no los hay? ¿Va a ocurrir algo o la cena proseguirá con la charla distendida y los juegos habituales en este tipo de quedadas?


Con una construcción de "corte teatral" y de desarrollo similar a lo visto en Un dios salvaje (2011) de Roman Polanski, tenemos una primera mitad en las que prevalecen las buenas maneras, la corrección por educación y las convenciones sociales; hasta un punto en que los instintos y la esencia real de las personas empiezan a tomar el control y a salir a la superficie. De esta forma, es en la segunda parte cuando la tensión entra en una espiral creciente, llegados a un punto sin retorno, en un ejemplar ejercicio de suspense que nos lleva hasta uno de esos finales que no se olvidan con facilidad.

Will reflexionando lejos del grupo... algo no encaja.

A destacar además el elenco de actores, especialmente el destrozado Will (gran trabajo de Logan Marshall Green para transmitirnos el dolor por esa herida que nunca cicatriza), quienes consiguen dar un verismo a sus personajes y credibilidad a la tensa cena.
The invitation deja imágenes para el recuerdo, da que pensar sobre el tema de la pérdida, así como vierte una fuerte crítica a las falsas apariencias y a las terapias de autoayuda focalizadas aquí con la siempre inquitante temática de las sectas. Una de las grandes sorpresas del Festival hasta el momento.
(Redactado por Marc Ventura)


La película Miss Hokusai nos sitúa en el año 1814 en la ciudad de Edo, conocida actualmente como Tokio, una de las urbes más pobladas de la época con todo tipo de gente atestando sus calles: campesinos, samuráis, comerciantes, nobles, artistas, cortesanas y con un toque de elementos sobrenaturales propios de las supersticiones del momento. Tetsuzo es un artista de unos 50 años muy dotado para su tiempo, de carácter irascible y sarcástico, no acepta ningún trabajo que no le apasione realmente por mucho dinero y sake que le ofrezcan. La tercera de sus cuatro hijas ha heredado el talento de su padre, y su misma obstinación, pintando a menudo en lugar de su progenitor, aunque sin llevarse ningún crédito por ello. Décadas más tarde, Europa iba a descubrir el talento de Tetsuzo, donde sería conocido por uno de sus tantos seudónimos: Katsushika Hokusai. Artistas como Monet, Renoir, Van Gogh o Klimt, entre muchos otros, serán admiradores de su obra, pero muy pocos serán conscientes de la mujer que le ayudó a lo largo de toda su vida y contribuyo enormemente a su arte. Esta es la historia de O-Ei, la hija de Tetsuzo, un vívido retrato de una mujer de espíritu libre ensombrecida por la gigantesca figura de su padre.


Keiichi Hara, autor de reconocidas obras como Colorful (2010) y El verano de Coo (2007), ha sido el encargado de adaptar el manga creado por Sugiura Hinako, mangaka e investigadora de las costumbres y del estilo de vida de Japón del Período Edo. La película se basa en esta obra de culto que fue editada entre los años 1983 y 1987 y en la que se retrata la vida de la hija de Hokusai, figura por la cual la autora llegó a profesar una gran admiración y fascinación. Destaca por una bella animación que nos sumerge en el Periodo Edo de principios del siglo XIX, donde con todo lujo de detalles se dibuja no solo la figura de O-Ei, sino de toda una época, sociedad, personajes reales que rodearon la vida de la artista y emplazamientos que serían representados en las pinturas de Hokusai y su hija, como "El puente Ryogoku" datada en el año 1830. Uno de los puntos fuertes y a la vez más compicados de plasmar en pantalla es la transmisión hacia el espectador de los sentimientos y motivaciones de un artista frente al mundo y una obra, la suya, que devienen el eje central de su existencia, caso es de Hokusai y de su hija, una mujer avanzada a su tiempo. De igual manera que pudimos ver en Mr. Turner (2014) un trabajo espectacular del actor Timothy Spall para dar vida al artista británico, no es menos cierto que en el film del que hablamos, los guionistas y animadores se hayan esmerado en intentar reflejar el mundo artístico de ese periodo de Japón, así como las inquietudes de la artista y del mundo que la rodea. Una película muy interesante y recomendable, pero que tal vez no sea apreciada por una parte del público por alejarse de los temas habitualmente tratados en el anime.
(Redactado por Marc Ventura)


"El eslabón podrido", con toda probabilidad, no tendrá su lugar en los circuitos comerciales comunes ni llamará casi la atención de los amantes más puristas del género y seguramente se acabe paseando sin pena ni gloria por festivales del fantástico; pero admito que, carambolas horarias aparte, su visionado ha sido para un servidor, una más que agradable sorpresa que me gustaría reivindicar.
El argentino Javier Diment, cercano y simpático como pocos, nos presenta una película de pequeño presupuesto pero grande de espíritu, con un sello personal muy latente y demostrando una formidable capacidad para contar historias. Sitúa su relato en una pequeña aldea con apenas habitantes, donde Raulo, un deficiente mental, reparte la leña a todos los vecinos (lo que le permite una espléndida presentación de personajes a Diment). Raulo vive en una cabaña con su madre Ercilia, ya en plena senilidad, y su hermosa hermana Roberta, prostituta del lugar. Las advertencias de Ercilia a su hija de que no se acueste con todos los del lugar porque sino una amenaza caerá sobre la familia, causará un verdadero revuelo en la aldea, y pondrá fin al natural sosiego que allí se respiraba.
Lo más interesante de Eslabón es que no se deja encorsetar en ningún género en concreto, zafándose sabiamente de éstos sin caer en el caos. Lo que empieza siendo una peculiar comedia de tintes costumbristas se pasa casi sin avisar a un incómodo drama, además con toques de inesperado impacto visual y ético para acabar siendo una suerte de slasher cruel y vengativo al más puro estilo "in the woods".

Los variopintos habitantes de la aldea, atendiendo al párroco
En apenas 75 minutos, y barajando la misma galería de personajes (en su mayoría fascinantes y brillantemente interpretados, con la increíble naturalidad propia de los argentinos), experimentamos todo tipo de sensaciones de más o menos intensidad, ya que el pleno de géneros abordados, a su peculiar manera, funcionan como tal, y no pierden fuelle al darse el testigo unos a otros o convivir puntualmente entre ellos.

Raulo y su hermana Roberta atendiendo a su senil madre en una crisis.
Un prodigio de producción tan sólo empañada por un inicio inapropiado (creo que adelanta un suceso importante que juega en su contra), algo de lentitud en su desarrollo o alguna que otra carencia en el dibujo psicológico de personajes concretos (esa mujer solitaria y tan solícita con Raulo, el matrimonio creyente, el propio párroco...). Por descontado, esos últimos y brutales minutos arriba comentados, carne fresca que sacia hábilmente el hambre de sangre que el seguidor del festival de Sitges demanda, no es más que un cebo para tratar temas más complejos de fondo, maniobra digna de alabar por parte del cineasta.
Con todo, rompo una merecida lanza por esta estimable cinta argentina que, pese a su naturaleza humilde y sus asumidas y limitadas pretensiones, llega a producirnos sensaciones tan dispares en tan poco tiempo. Y eso, tan sólo está al alcance de algunas pocas películas. (Redactado por Jesús Álvarez).


La última propuesta de este lunes nos situaba en la Francia de finales de la década de los 70 para reconstruir, sobre hechos reales, la historia de un asesino en serie que aterrorizó a los habitantes de una tranquila comarca de la periferia de París, cuando a lo largo de dos años se dedicó a asesinar una tras otra a jóvenes de la zona, a las que solía subir a su coche para terminar disparándoles a bocajarro. Un thriller policíaco, que para el desarrollo de la historia en lugar del habitual enfoque de seguir los detalles de la investigación policial y mantener al asesino más o menos en secreto, prefiere en esta ocasión tomar la otra alternativa, hacerlo desde el punto de vista del criminal, y así poder mostrar con todo lujo de detalles su día a día, motivaciones, fobias y peculiaridades que pudieron llevarle a actuar de esta forma. Desde la primera secuencia se nos muestra al asesino acechando a unas jóvenes que van en moto y como tiene que abortar en el último segundo, por la aparición de un testigo, el asesinato de una nueva víctima cuando ya la estaba encañonando tras haberla atropellado. Circunstancia que origina el título del film y que resulta de una carta que envía a la policía al día siguiente amenazando con que "la próxima vez apuntaré al corazón".
Cédric Anger, director de la película, estuvo en el Auditori para presentar el que es su segundo largometraje, basado en la novela de Yvan Stefanovitch.


En palabras suyas, su intención era la de crear una obra en la que el espectador en lugar de tener cada vez más ganas de que atraparan al asesino, estas fueran yendo de más a menos; y hay que reconocerle que lo logra, en parte gracias al enfoque desde la visión del asesino, permitiéndonos empatizar en cierta manera con el personaje (aunque seamos plenamente conscientes de lo imperdonable de sus actos), ya que nos va mostrando todo su patetismo, carencias, traumas, miedos, dudas y por supuesto, una buena dosis de pura locura. Por otro lado, gracias a la más que notable actuación de Guillaume Canet encarnando al asesino en cuestión y que lleva a sus espaldas prácticamente todo el peso de cada secuencia de la película, haciendo creíble toda la vorágine de emociones que le asaltan a lo largo del metraje.


Con una correcta ambientación de la zona periférica de París de aquellos años y un montaje que en ningún momento decae, seguimos con interés y tensión las evoluciones de un asesino que tiene la gran particularidad (no es ningún spoiler, nada más empezar ya lo dicen), el ser miembro de la gendarmería francesa, y que obviamente le permitió casi siempre llevarle la delantera a la policía. Muy correcta, hasta notable en ciertos aspectos, es una buena muestra de cine de psico-killers que más que centrarse en las orgías de sangre y truculencias, se enfoca en mostrar al personaje en toda su esencia, donde hay espacio para claros y oscuros.
(Redactado por Marc Ventura)